Mi amigo el inspector Fiasco me pasó el soplo y allí estaba yo, a las 7 de mañana, bien pasada la Navidad, en aquel descampado de las afueras de Kaskarilleira, mientras veía desplegar a mi alrededor los efectivos de las llamadas fuerzas de orden público.
La casa tenía los días contados, como todo lo que no se ajuste a la atrocidad depredadora de los promotores urbanísticos, esos gusanos voraces que han agujereado mi ciudad hasta el puro tuétano sin importar quien gobierne en cada momento. Con la casa desaparecería el corral con sus seis gallinas; la pequeña huerta con sus lechugas, repollos y patatas; pero también la vieja Marisa, superviviente de mil batallas, y ahora agotando sus días en una vivienda de una sobrina, mientras esperaba su condena con plaza en residencia de ancianos o húmedo piso miserable de 40 metros en la más cutre urbanización del entorno.
Allí pues montaron su escondrijo, los cuatro malvados de esta historia a la espera de que llegara su hora criminal. Poco duró su descanso. A la mañana siguiente la policía rodeó la casa. Un chivatazo, sin duda.
- Salgan con las manos en alto. Tenemos rodeado todo el perímetro y no tienen escapatoria posible - gritó Fiasco con el megáfono.
Desde la casa le contestó una voz irónica y pastosa:
- Ya tenía ganas de conocerle, Fiasco.
- Inspector, es el gordo. Un tipo manipulador y traicionero - le grité entre los coches a mi amigo policía.
- Esta es buena, el inspector Fiasco y el detective Arou juntos y en comandita. ¿Tan escaso estáis de efectivos como para recurrir al reptil que te pone los cuernos con tu mujer?
- Pero no pienses que la culpa es de ella, eh. Para nada. A ella le va la marcha y tú no se la das. No tiene la culpa de tus gatillazos, ni del estrés que te produce la necesidad de ascender en tu curro de madero con galones. Él es más joven y lo hace mejor. Tienes que entenderla, amigo.
Se oyeron unas risas agudas en la casa.
- Esos son los perniciosos trillizos. Ni caso, te están provocando para que pierdas el control.
- ¿Qué sabe de mí? ¿Por qué nombra a mi mujer? Tú, tú no conoces a mi mujer ...¿o sí? - mientras me hablaba, ponía la cara que ponen los perros cuando quieren tu comida.
- Tranquilo, es gentuza y usan las mentiras para dividirnos y que nos enfrentemos entre nosotros.
El inspector Fiasco se levantó como un resorte tras el coche.
- Agáchate -le grité
- Estás gracioso con esa pistola ahí erguido, Fiasco. Hasta pareces tener autoridad. Aunque te tiembla un poco la mano. ¿Estás nervioso? ¿No tendrás...? Bah, tampoco te vas a enterar. Eres un cagado y te saltas las revisiones médicas porque tienes miedo que te descubran que estás enfermo. Deberías de mirarlo porque ya tienes tus años. Debe ser jodido llegar a viejo y ser un simple inspector a pie de calle, desahuciando viejas en vez de estar apoltronado en un despacho. Si no fueras tan cretino, podrías ser el puto amo en alguna comisaria importante, en una empresa de seguridad privada o quizás de prejubilado con pasta, viviendo a todo trapo y viajando al Caribe gracias al fantástico plan pensiones que pudiste hacerte en tu día.
El inspector hizo un gesto inequívoco de apuntar hacia la casa, pero yo, tras un empujón oportuno, lo tiré al suelo. Llamé a dos policías cercanos y les pedí que lo alejasen de allí. En la casa seguía el tipo orondo con su cháchara ofensiva.
- ¿Por qué dice eso? -oí su voz desesperada, dirigiéndose a mí, mientras lo escoltaban a su coche. No pude resistirme a echar un vistazo a la foto que presidía la pantalla de mi móvil. Sonreí.
- ¿No tienes plan de pensiones, Fiasco? No me jodas. Te pone los cuernos tu mujer, puede que estés jodidamente enfermo sin saberlo y ni siquiera tienes un plan de pensiones decente que te libre de pasarlas canutas si ti quedas solito en el mundo. Menos mal que no tuvisteis hijos por tu aireada impotencia. No sé como vas a pagar el piso, el chalecito que te compraste en la playa, el coche nuevo y lo que le debes a esos prestamistas por deudas de juego. Porque a ti te gusta el juego mogollón ¿Verdad, inspector? El juego es lo único que te distrae de tu vida de mierda. Tendría su coña, que al final otro inspector pringado te desahucie por tus deudas para dejarte en la puta calle. Donde mereces estar...
El golpe fue oportuno. Reventamos la ventana, entramos en el habitáculo y para evitar problemas judiciales, dejé que Entrerríos, el compañero de Fiasco, junto al resto de maderos tomasen la iniciativa de prender a aquellos pajarracos. Me fui a la cocina que servía de laboratorio. Allí estaban, en media docena de soportes, una colección completa de tubos de ensayo repletos de nuevas variantes del covid dispuestos a ser propagados por aquellos desalmados.
Volví a la habitación principal. El nuevo jefe del operativo había colocado en fila a los delincuentes. Al rollizo lo habían amordazado para que callase un rato y los otros tres eran casi indistinguibles tan flacos y parecidos.
- Empecemos por el reconocimiento. Usted es el hermano mayor: Luego está el gordo parlanchín. Quítele la máscara, agente, quiero verle el careto a este bellaco. Si dice alguna chorrada, no usará más la lengua.Ahora pasemos al segundo hermano.Vale, ahora al último.Están estupendos ¿Quiere sacarles una foto para tener un recuerdo, detective Arou?
- Venga, vamos a ello, pero mejor todos juntos. Así muy bien. Le mandaré una copia al inspector Fiasco para que se recupere del susto y pueda utilizarla para felicitar a sus amistades. Incluida a su esposa.