29 junio 2018

Atrapados en la olla gigante submarina

Resumen de capítulos anteriores: 
Estoy atrapado dentro de una olla de cobre gigante por culpa de unos pulpos, mimetizados en marineros, que me cogieron prisionero cuando me lancé con mis alas de Amazon sobre el barco carguero donde habían secuestrado a María Rita, la escultura que preside la plaza mayor de Kaskarilleira. A mi lado está un tipo al que apodan Capitán Pulpo, también Capitán Nemo, y que al parecer, comandaba la nave  que me trajo hasta aquí.
(Para más detalles, atrévase con este enlace)
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Doy vueltas por el recinto intentando olvidar la escena espeluznante que he contemplado ahí fuera. Han pasado las horas, he bebido agua de la cantimplora que me ha ofrecido el Capitán Pulpo o Nemohe comido dos o tres barritas de cereales de las que llevo en cada misión, pero sigo atrapado en el delirio. Tengo que sacarlo de mí, tengo que sacar el pavor de dentro para que no acabe conmigo.
Recuerdo y me estremezco. Vislumbré una mesa circular rodeando la olla. Encima, sobre una especie de mantel  de un color ominosamente parecido al de la piel humana, un grupo de pulpos movían sus tentáculos de forma acompasada. Abajo, otras decenas, quizás cientos de sus congéneres cefalópodos les jaleaban. Algo así, incluido twist, pero en versión pulpo:

Basta, no puedo soportarlo. Tampoco puedo soportar la sonrisa sarcástica del Capitan Pulpo o Nemo que me observa tirado en su rincón mientras aprieta un botón y pone música en su herrumbroso casette.

Cuando acaba, se yergue y mira su reloj.
  • Creo que ha llegado la hora.
  • ¿La hora de qué? -le digo sin disimular mi angustia.
  • De llamar a la Compañía.
  • ¿Qué Compañía?
  • El que nos va a sacar de aquí.
  • Pero usted dijo que no teníamos escapatoria. 
  • Quería ver su reacción y la verdad no me ha defraudado, creo que está completamente acojonado.
El muy cabrón se echa unas risas mientras introduce la mano en el bolsillo superior de la zamarra y saca un móvil negro que tiene una calavera con tibias cruzadas en su parte posterior. La conversación es rápida y perentoria.
  • ¿Estáis listas? Vale, en marcha.
La perplejidad me mantiene en silencio. El capitán vuelve a hablar con tono pausado y moviendo las manos.
  • Calculo unos tres minutos, más o menos.
Uno, dos, tres interminables minutos de angustia, terror y miedo. Luego oigo un estampido que hace retumbar la olla, seguido de un insoportable cras, cras, cras como de tijeras, penetrante, agudo, repulsivo.
Miro por la escotilla pero solo veo estampado el enorme manchón de sangre que por el otro lado la recubre. También oigo ruido de chapoteos y de cuerpos moviéndose de forma compulsiva.
  • No se inquiete, la Compañía de Polbeiras Submarinas resolverá nuestro problema. 
  • ¿La Compañía de Polbeiras Submarinas?
  • A lo mejor prefiere llamarlas pulpeiras. No pasa nada, es aceptable.
  • ¿Pero que están haciendo? -digo patidifuso
  • Pues lo que suelen hacen las polbeiras o pulpeiras: preparar el pulpo antes de servirlo. Algo así:

  • Amigo detective, le veo algo pálido, piense que las tabernas y pulperías de Kaskarilleira vivirán ahora su momento de gloria. Tendrán el mejor pulpo, el de las simas más profundas del océano, sin tenerlo que importarlo de fuera.  Y todo a un precio increíble ya que hay stock para mucho tiempo. Si se congela, claro.
    Eh ¿qué le pasa detective? No pierda la compostura, no me haga la puñeta y se desmaye usted ahora, hombre de dios. 
Cogió de nuevo su móvil.
  • Rapazas, teño a iste home esmorecendo e hai que levalo ao seu leito para que pense que todo foi un pesadelo. ¿Estades cargando o material e recollendo a estatua?  Ben, vou para alá a botarvos unha ventosa.
Un segundo más tarde, el Capitán Pulpo o Nemo se envuelve en una nube de tinta negra mientras su ropa  cae al suelo. Ahora es un enorme pulpo color cobre que se escurre ágil por la escotilla recién abierta.

14 junio 2018

Suceden cosas raras cuando el mar te traga

 o
En resumen: me llaman en la madrugada porque han robado la estatua de María Rita de la Plaza de María Rita; me pongo mis alas de Amazon y vuelo sobre el puerto; veo salir un carguero sospechoso a todo trapo; lo alcanzo, y me escondo exhausto bajo su gran toldo; allí  me encuentro con María Rita y me quedo frito; me despierto cerca de las Sisargas y veo una objeto enorme saliendo del mar que succiona el barco; quiero largarme, pero unos matachines armados me rodean...
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Salgo de mi inconsciencia y me despierto sobre una superficie dura. Entreabro los ojos y percibo, en la escasa luz que viene de un techo lejano, que mi cuerpo descansa sobre un suelo metálico de color dorado. Palpo debajo, miro arriba y me sobrecoge la monotonía uniforme del espacio que me rodea. De repente oigo un click detrás de mí y empiezo a escuchar esta canción:
Miro hacia atrás, hay un tipo derrengado sobre la pared del fondo como si estuviera sumido en una borrachera letal. Lleva gorra de capitán, zamarra negra y unos pantalones de pana blancos en los que sobresalen unas botas de agua amarillas. Parece salido de una vieja novela de aventuras. A su lado reposa un radiocasete viejo del que se escapa la música. Cuando acaba, no puedo evitar farfullar un comentario ilustrado:
  • Benedicto, uno de los grandes cantautores gallegos, recién fallecido. Ese es un elepé de 1976. Pola Unión creo que se titulaba. Me gusta varias canciones a pesar del tono panfletario de alguna otras, lo propio del momento. ¿Quién es usted? ¿Qué hace ahí tirado?
  • Perdone que no me levante -me dice con voz exhausta- pero estoy triste, cansado y no me apetece hacer esfuerzos teniendo en cuenta lo que nos espera. Confórmese con saber que me llamo Nemesio Venres, que soy capitán de la marina mercante y que amigos, amantes, conocidos y enemigos me llaman Capitán Pulpo o Capitán Nemo, indistintamente, aunque nunca he navegado en un submarino. Ahórrese el chiste fácil,  sobre mis nombres  seguro que ya lo he oído antes.
  • Vaya, eso debe joder mucho. 
  • Para nada, tengo otras preocupaciones más acuciantes. ¿Usted es el hombre volador? Me dijeron los pulpos que habían pillado a un hombre volador.
  • ¿Los pulpos? ¿Los tipos que me cogieron se hacen llamar así?
El capitán Nemo o Capitán Pulpo se rasca la cabeza por debajo de la gorra, hace una pausa teatral y suelta la estocada.
  • Los tipos que le pillaron no son humanos. Son cefalópodos. Pulpos. De arriba a abajo.
  • No me haga reír con cuentos de marineros y todas esas mierdas.  Hace muchos años que dejé de leer a Verne, su tocayo, a Stevenson o a Salgari
  • Es una pena, quizás le hubiera venido bien tenerlos presentes aquí y ahora. Incluso podría añadir a la lista al bueno de Lovecraft
  • ¿Por quién me toma, capitán? Si es que es capitán.
  • Soy capitán y le tomo por una persona inteligente o lo suficientemente inteligente como para saber cuando no le están engañando. Le tomo por una persona que sabe que los pulpos son seres superiores que le disputan la hegemonía al hombre en sus dominios submarinos.
  • Los tipos que me cogieron no llevaban tentáculos, no se cubrían con pimentón o  con sal gorda. Tampoco iban empapados con aceite de oliva. -le solté con toda mi gracia kaskarilleira y tabernaria.
  • Búrlese si quiere, serán sus últimos momentos de felicidad. ¿Ha oído hablar de la capacidad de mimetismo de los pulpos?
  • Claro. Soy kaskarilleiro de nación y allí tenemos mucha afinidad con ellos.
  • La misma afinidad que los nazis con los judíos. Tanta que creo que nuestros amigos captores han decidido tomara medidas frente a ese pulpicidio constante y terrible. El mimetismo, parecerse a cualquier cosa, es su arma.
  • ¿Pulpos disfrazados de marineros que secuestran a una estatua?
  • Más o menos. Lo de María Rita, es porque al verla en una plaza tan principal pensaron que era una diosa de los humanos. Supongo que pedirán un rescate por ella.
  • Por favor, capitán, déjese de chorradas.
  • No me cree, lo esperaba. Acérquese y mire a través de esta escotilla.
Se levanta, se da la vuelta y abre un pequeño ventanuco redondo en la pared.
Me acerco, miro para afuera y lo que veo me produce tal pánico que me tengo que agarrar a los bordes de aquel mínimo hueco para no caerme.
  • Anímese hombre, todavía no nos han cocido.
Estoy lívido, aturdido, apabullado pero aún entiendo cuando me habla.
  • ¿Que dice?
  • ¿Todavía no se ha dado cuenta? Estamos dentro de una gran olla de cobre y los pulpos nos ven como ingredientes necesarios para su receta. Su receta innovadora y vengativa.
(Capítulo 44 de Kaskarilleira Existencial. Aquí están sus otras historias)