- Paco, ponme un bocadillo de panceta con pimientos. Pero que sean de Lodosa ¿eh?
- Pepiño, te recuerdo que estás muerto y seguro que a tu espiritu no le viene bien que te pegues un desayuno tan sólido y contundente.
- Ya, ya lo sé, Paco, pero me ilusiona decir estas cosas aunque ya no pueda comer. Joder, éste el último bareto antiguo que queda en el Barrio Chino.
- Raval, Pepe, Raval, que no estás con los tiempos.
- Chino, coño, Chino. El mugriento y mitificado Barrio Chino de Barcelona ahora pasteurizado e invadido por guiris de crucero que esperan encontrar la leyenda que se llevaron los Juegos Olímpicos, la burbuja y la crisis.
- Todo cerrado y el resto hormigón y cemento en plazas duras.
- Bazares y locutorios por todas partes, instalaciones universitarias feas de cojones y cuatro locales con comida de chichinabo.
- No te pongas duro, detective, que no siempre has sido arrabalero y granuja. Bien que te gustaba hacerte el fino cuando después de resolver un caso te ibas a comer a Casa Leopoldo, una islita de lujo en un océano de mugre.
- ¿Lo han cerrado, no?
- Si, este verano.
- Canallas.
- Si, la verdad la cosa se pone chunga, no creía que llegasen tan lejos después de lo de Manolo.
- Lo que le hicieron a mi creador no tiene nombre, Paco. Ponerle su nombre a una plaza espantosa parida tras cargarse la urdimbre de calles en la que nació, creció y se hizo hombre. El derrumbe de la memoria individual de cada cual es solo un síntoma del derrumbe de la memoria de la ciudad.
- Barcelona ya es solo un producto de souvenir, Pepe.
- Y no la mejoran las peleas entre soberanistas obsesivos, españolistas soberbios y antisistemas instalados. Que les follen a todos. Me vuelvo a mis cenizas.
- Pepe, no te deprimas.
- Estoy muerto, Paco, lo sabré llevar.
Todo lo que pienso
Hace 2 horas