30 abril 2018

La belleza en la Bestia

(Hoy, 30 de abril, es el Día Internacional del Jazz)  

El Ángel del Jazz es un tipo imprevisible, caprichoso y amante del riesgo.
Aquel día, mientras contemplaba desde su alta atalaya las vicisitudes de la gente que pululaba por el pentagrama de la vida, se fijó en un joven rudo, corpulento y con penetrante mirada de sapo. Sabía que aquel muchacho había estudiado violín de niño y hacía sus pinitos tocando  el piano en tugurios donde proyectaban películas mudas. No, aquel humano no era precisamente un corderito y el ángel sabía que  tenía cierta afición a las peleas cuando bebía alguna copa de más tras alguna noche de trabajo o de farra.
A aquel ser alado se le ocurrió una idea y con angélica celeridad decidió llevarla a la práctica.  En un segundo, como celestial semifusa, le lanzó al chico un compás 4/4  envuelto en un sexo tenor. El muchacho, que volvía a casa en plena amanecida, notó el impacto sobre su cabeza y encolerizado intento liberarse de aquella rígida red que le había atacado. Era demasiado espesa y miró al suelo con desesperación. Allí estaba el saxo intacto, un instrumento que apenas conocía excepto cuando se lo había visto tocar de forma mágica a un convecino suyo nacido en San Luis al que llamaban Hawk o Bean. Lo cogió, lo sopesó en sus manos y en un impulso espontaneo se puso a tocar.

Tras terminar, miró con suficiencia a su opresor asomado tras un nube cercana y con su voz más feroz le espetó:
  • ¿Qué carajo quieres de mí, ángel?
  • Tranquilo, lo haces muy bien y por lo tanto he decidido otorgarte un don que contradiga esa pinta de tío duro de la que tanto presumes. Sé que eres lo suficientemente listo como para sacarle partido.
  • ¿Qué es ello? Dímelo rápido que voy a pillar una tortícolis de mirar hacia arriba y además quiero irme al catre que estoy agotado.
  • Pues bien, deseo otorgarte el don de poder tocar con ese saxo las más bellas baladas, los temas más estremecedores, la música más aterciopelada que pueda escucharse en parte alguna.
Ben Webster, al que apodaban La Bestia, se quedo parado y por un segundo, sólo por un segundo, cambió el gesto adusto dejando que un amago de mirada tierna se asomara a sus ojos afilados. Pronto se rehizo, adoptó un tono arrogante, hinchó el pecho y soltó con orgullo chulesco:
  • No hay problema, soy de Kansas City. Nosotros podemos con todo y tocamos cualquier cosa.

(Ésta es una vieja entrada retocada de Sinfonía Azul, mi otro blog)
(En la caricatura que la encabeza, está uno de los naipes de la baraja de los grandes del jazz de mi gran amigo Kuto. Aquí tenéis un enlace)

05 abril 2018

Vivo genial en mi esfera de cristal

No me fue fácil venirme a vivir a la esfera de cristal FX19. Antes tuve que pasar por un riguroso turno de selección desde que terminé mis estudios superiores, hice el máster correspondiente y me matriculé en la Academia de Altos Estudios Teóricos para Futuros Habitantes de Esferas de Cristal.
 Luego llegaron las duras prácticas en funiculares, teleféricos, dirigibles, batiscafos, globos aerostáticos, telesillas y ascensores de cremallera. Casi estuve a punto de renunciar cuando me obligaron a hacer parapente, puenting y barranquismo, pero cuando dominé el zorbing, al tirarme colina abajo dentro de una esfera transparente, sabía que mi destino estaba trazado, sabía que había encontrado el que sería mi futuro hogar.
 Y lo disfruto, vaya se lo disfruto. Ahora solo veo en persona a la gente de la torre FX. Puede ser en los túneles de contacto, en las esferas comunes o cuando me invitan a visitarlos a sus propios habitáculos. Con alguno de ellos formaré una nueva familia. La que tenía antes se quedó abajo, ya que no pasó las pruebas. Es una pena, pero al menos me ahorraré penalidades y disputas. No habrá adversarios, ni nadie que me cuestione o al que pueda cuestionar. Los habitantes de cada torre han sido elegidos escrupulosamente buscando la afinidad entre ellos gracias a los algoritmos de las redes sociales y de las aplicaciones de contactos en Internet. Tenemos unas normas sí, pero están adaptadas a nuestras necesidades, deseos y compras. Nos conocen bien y la disidencia es imposible. Es absurdo huir del mundo que has soñado y de la gente con la que siempre has querido estar. Además, a quien no se adapta se le permite volver a tierra. A mezclarse otra vez con gente extraña y lidiar con la injusticia, con todo eso tipo de bajezas y miserias que se enseñorean a ras del suelo.  
Aquí quedamos los elegidos, los justos, los puros. Limpios de polvo y paja. Sintiéndonos a gusto en nuestro mundo a medida. Siempre de acuerdo en los temas importantes y fortalecidos al contemplar como los de ahí abajo siguen hundidos en el fango de su humanidad. Nosotros somos mejores y nos consagramos a nuestra naturaleza mejorada.