29 enero 2014

El obispo y el duende

He conocido muchos obispos en mis dos siglos y medio -¿O serán dos siglos y dos tercios?¿Cómo voy a recordar fechas tan grandes siendo tan pequeño?- desde que ocupo la plaza de Duende Principal Catedralicio y sin embargo, en muy pocas ocasiones he tenido que lidiar con un toro como tú. Un toro enorme a decir verdad y no solo me caes gordo por las barrabasadas que nos haces, es que además eres así: terriblemente gordo. Me estremece verte con esos tocinos colgantes  que ya quisiera tener para vender Eulogio, el carnicero de enfrente, el que tiene la tienda en los soportales de la Plaza Mayor.
Sí, tú ríete, pero en realidad solo eres un déspota ampuloso.  ¿Acaso pretendes acabar con la crisis económica del obispado eliminando la miserable asignación alimenticia que recibimos los duendes de la catedral desde tiempos remotos? ¿Qué gasto supone para tu administración mantener la tradición de  dejar unas migajas de comida a media docena de seres diminutos que protegen el edificio al llegar la medianoche? 
No, no me vengas con eso de que ahora tenéis cámaras y guardias de seguridad, ¿Acaso crees que unos ineptos humanos con sus cachivaches ópticos y sus porras van a evitar que entren  los espíritus malignos por cualquier rendija?
 Obispo fariseo, que dices vivir como Cristo y vives como Dios.  No pagas el Impuesto de Bienes Inmuebles a pesar de tener más edificios que nadie; te llueven las subvenciones como maná caído del cielo e incluso a veces te cae alguna herencia después de que tú o uno de tus sicarios le laven el cerebro a algún fiel acaudalado moribundo. Eso por no hablar de otros negocios que se rumorea que tienes por ahí a nombre de unas monjitas desamparadas.
Hipócrita. 
Comiendo y bebiendo sin saciarte nunca y recorriendo tu diócesis como un duque. Paseándote en tu coche de lujo y acompañando siempre de tu joven y apuesto escolta sacerdotal. Por cierto, ¿cómo se concilian esas sonrisas y esas miradas lascivas con las homilías incendiarias que sueltas todos los  domingos hasta el punto de despertarnos a todos? Mira que es difícil lograrlo. Después de nuestro sábado de farra por el enorme edificio solemos caer rendidos y algo borrachos en nuestros lechos de debajo de la sacristía. Y sin embargo, siempre consiguen ponernos en pie a media mañana con tus gritos y anatemas contra abortistas, homosexuales, ateos, divorciados, mujeres pecaminosas...
Sí, puedes preguntarlo, es ahí donde pasamos el día,  en la sacristía. Hay que mover una baldosa al lado de la tumba del conde, se bajan unas escaleras y allí tenemos nuestro refugio.
No, no tenemos tesoros. 
No me mires así, te he dicho que no tenemos tesoros. 
Retira tus manos sebosas de mi cuello que me haces daño: NO TENEMOS TESOROS. 
¿Qué, qué quieres hacer? No, no lo hagas, respeta mis quinquenios, mis años de servicio, mi autoridad. Coño que soy un duende y no un efebo de los tuyos.
P.D's: 
No se ha maltrado ni discriminado a ningún ser vivo, de cualquier tamaño, para hacer esta historia. 
El autor considera que no todos los obispos son gordos y malos; no todos los gordos son obispos y malos; no todos los malos son gordos y obispos y por supuesto, no todos los duendes son llorones y serios. 
Que así sea por siempre jamás.

22 enero 2014

El Clan del Caníbal Cavernario

  • ¿Qué estás comiendo?
  • Nada, los restos del abortista que me regaló el cardenal en la misa del domingo.
  • Buen hombre, lo echaremos de menos.
  • ¿Al abortista?
  • No, hombre, al cardenal. Siempre ha sido muy generoso con los de la caverna y es una pena que lo vayan a jubilar. 
  • Otro vendrá que bueno lo hará, pero no te agobies, hoy es día de alegrías. Te traigo una sorpresa rica... y con fundamento
  • Hummm, no me dejes en ascuas.
  • Aquí lo tienes, un manifestante de Burgos que está para chuparse los dedos.
  • ¿Como una rica morcilla con su arroz, cebolla y pimentón?
  • Mucho mejor. Como un  lechazo tierno con su buena capa de grasa y su carne pálida y crujiente.
  • Bah, si viene de Gamonal será cabra y no oveja.  A lo mejor incluso es uno de esos tipos subversivos llegados de  fuera para montar bronca.
  • No me hagas reír, los únicos que llegaron de fuera son los antidisturbios. Que la Policía digas toda esa mierda y nosotros la difundamos para manipular a la opinión pública no justifica que  tengamos que tragárnosla. Somos como los grandes narcos: traficamos pero no consumimos.
  • ¿ Y quién sería capaz de consumir ese montón de mentiras sin sufrir una severa intoxicación?
  • Quizás los cínicos, ellos están por encima del bien y del mal. Nuestro público está tan aturdido que contempla como despedazamos a nuestras victimas y encima nos aplauden. Mira que son bobos, podrían ser nuestro próximo bocado a poco que se desmadren.
  • Son como los ñues del Serengeti, les consuela ver que se están comiendo a los otros mientras que a ellos les dejan tranquilos.
  • Pues sabes lo que te digo: me ha gustado mucho este manifestante de Burgos que me has traído. No comía nada tan delicioso desde el 15M. ¿Te acuerdas del 15M?
  • Como no me voy a acordar. Nunca tuvimos un menú tan variado y exquisito: jóvenes, viejos, universitarios, obreros, funcionarios, parados, jubilados, gestantes, lactantes...Estaban todos tan indignados y sabían  tan ricos.
  • Fue gracioso cuando casi te atragantas con aquel antisistema.
  • No te pases, solo me olvidé de quitarle la flauta.
  • Venga, si casi te comiste su perro. 
  • Eso si que no. No admito esa sucia e infame mentira. ¿Por quién me tomas? Una cosa es ser un caníbal profesional en los medios fachas y otra muy diferente convertirse en un abyecto criminal capaz de zamparse a un dulce e inocente perrito que apenas puede decir guau. Hasta ahí podríamos llegar.

13 enero 2014

Un paladín para la hija del rey

Había enorme expectación en el Salón de Audiencias en aquella mañana de enero y las voces de los presentes, otrora respetuosas y susurrantes, alcanzaban tonos más propios de las infectas tabernas donde se solaza la plebe. Risas, charloteos, bromillas ingeniosas y sonoros golpazos en la espalda entre supuestos amigos de alcurnia que tan siquiera se habían intercambiado la más mínima felicitación navideña. De súbito, el febril frenesí cortesano quedó apagado por chirriantes crujidos que anunciaban la inminente llegada de su Majestad.
  • ¿Le echamos Tres en Uno a esa cadera, Señor?
  • No seas plasta, Agustín, ya te he dicho que no.
  • Como quiera, pero le acompañara el ayuda de cámara por si hay algún contratiempo.
  • ¿Con una aceitera en bandejita de plata? No me jodas que yo ya estoy suficientemente jodido.
  • Es por su seguridad, Majestad.
  • A la mierda con mi seguridad, piensa en la de mi hija si entre esos capullos no hay nadie que tenga cojones para salvarla de ese ogro judicial.
Llegó el rey trastabilleando y macilento. Saludó a unos, palmeó a otros, pellizcó mejillas y finalmente se puso delante del inquieto grupo. Lanzó un suspiro que encendió sus mejillas y regó sus ojos.
  • Mi niña está en manos de ese juez del demonio y quiero un paladín que la saque del hoyo.
Inició un gesto de afirmación con el brazo derecho pero se truncó de repente cuando su nariz empezó a agitarse de forma compulsiva. Sonó el regios estornudo y el ayuda de cámara, compañero sigiloso, entregó al soberano un bonito pañuelo bordado con el escudo de la corona. Su Majestad, con su habitual campechanía, se limpió tan a fondo que incluso atrapó al vuelo un moco libertario. Tras devolver el lienzo a su ayudante, prosiguió su apremiante perorata.
  • Vosotros sois mis más fieles cortesanos. Veo al jefe de la oposición- éste se mesó la barba y agacho la cabeza en posición de saludo. Veo a los portavoces de la Caverna Mediática, sección monárquica. Veo a mis amigos banqueros. A mis queridísimos prestamistas. Y a mis amantes si las hubiere...pero... pero en cambio no veo al presidente.
  • Disculpe, Señor, pero tiene una mañana muy agitada y no puede asistir al acto. Sin embargo, sabrá todo lo que aquí ocurra e intervendrá si es preciso.
  • No me digas más, ese mamón usará una pantalla de plasma.
  • Asi es, Majestad, Me ...me refiero a lo de la pantalla de plasma no a lo otro.
  • Allá él, en su lugar yo pondría las barbas a remojar. Si nos vamos al garete caeremos todos. En fin, señores, que no me conformó con tener un buen equipo de abogados. No me fío de la Justicia, como nadie en este país, pero por eso mismo tengo miedo de los lobos solitarios que quieran redimirla aunque sea a costa de mi hija.
  •  Señor, quizás con su marido sea suficiente.
  • Ese ya está devorado y si no han comido sus huesos es porque los tiene muy largos. El populacho pide más castigo, más fuego,más sangre. Mi familia se ha sacrificado por España pero los españoles, esos gandules desagradecidos, no quieren correspondernos. Se sienten agobiados por la crisis y necesitan un cabeza de turco que apechugue con las culpas y sufra su rencor envidioso y destructivo.
  • Yo los veo muy tranquilos y no será por todo lo que les hemos soltado encima.
  • Demasiado y eso es lo sospechoso, quizás traman algo. El Servicio Secreto no han descubierto nada, pero no hay que fiarse. Quizás sea ésta la calma silenciosa que precede a la tempestad.
  • Cuando uno esta anestesiado por los golpes de la vida es difícil que pueda atacar.
  • ¿Entonces por que la han tomado con mi hija? No me fío y como no me fío quiero un paladín que la saque de este embrollo sin recurrir a las habituales triquiñuelas judiciales. ¿Nadie se ofrece? Secretario de Educación te consideraba un hombre valiente y sin escrúpulos. Secretario de Hacienda tú eres un gran espadachín usando como arma la amenaza tributaria. Vosotros, directores de diarios afines, aunque sois más bien mierdecillas tenéis mucha labia dando candela a los progres en los debates televisivos.
Un silencio sepulcral recorrió el gran salón tapizado con las hazañas guerreras de heroicos héroes del pasado.
  • Yo te ayudaré.
  • Ah ¿estabas ahí, princesa? 
  • ¿Cómo no? ¿Acaso tienes mejor cortesana? Hablaré con algún emir del Golfo y encontraremos una solución para lo de tu hija.
  • Estoy dispuesto a cualquier concesión factible. Incluso a que la Casa Real lleve la publicidad de sus líneas aéreas o de su Mundial de Fútbol.
  • ¿ Y si quieren más? Recuerda que son árabes y que lo del Califato de Córdoba y la vieja  Al-Andalus les debe de sonar muy romántico.
  • Ni de coña, solo faltaría que ellos también vinieran pidiéndome derechos territoriales.
  •  No te preocupes, mi rey, no perderás nada. Confía en mis artes humm... diplomáticas.
  • Gracias, mi paladina. No sabes como agradezco hoy lo de la liberación femenina.