Tenía mi decrépito buga aparcado de cualquier manera en un callejón lateral. Comprobé que nadie le había arrancado el espejo retrovisor, uno de los deportes favoritos de las cantamañanas a los que unas copas de más les hace descubrir insospechadas pulsiones vandálicas.
Salí de la ciudad y pronto me incorporé a la autovía. Tenía el tiempo justo antes de que el que amanecer entrara en danza. Los enanos me lo dejaron muy claro en el segundo pliego que me hicieron llegar a través del plumífero cartero. La verdad es que esos mequetrefes me habían decepcionado. Después de la visita nocturna de Xan das Covas me costó un huevo desprenderme de mi rol de detective provinciano y adquirir la personalidad de un aguerrido Espartaco versión Kirk Douglas. Pero pasó el día siguiente y otro más, un tercero y un cuarto sin recibir noticias de la gente menuda. Cogí tal cabreo ante tanta informalidad que se me acabó estrechando mi nuevo hoyuelo en la quijada. Después de cuarenta y tres llamadas por el intercomunicador, obtuve respuesta. Volvió aparecer el enano viejo en la nube amarilla con su estúpida sonrisa risueña. No pude contenerme y salté en tromba con toda mi poderosa chulería kaskarilleira:
- ¿Qué pasa, chorvo ¿no os furula el percal o qué?
- Tranquilo, Fiz. Hemos tenido algún que otro problema de logística pero al final se ha resuelto satisfactoriamente. Saldrás a la búsqueda de nuestro enemigo antes de que raye el alba de la mañana de San Juan. Recibirás las instrucciones pertinentes.
La descubrí a los pocos segundos. Estaba semidesnuda encima de una roca. Una mujer esbelta con el torso desnudo, un traje escamoso que me dio algo de grima y un peine de oro en la mano con el que le daba duro a sus cabellos largos y dorados. Estaba de perfil, envuelta en la sombra, pero no me costó imaginarla como una de esas figuras que desde los cuentos ilustrados pervierten el incipiente erotismo de nuestra infancia.
- ¿Por qué no me dijeron esos canijos que tenía cita con un hada? Me lo hubiera tomado con más entusiasmo.
- ¿Adónde crees que vas, machote?
- Bueno, tengo órdenes de...
- ¡Qué órdenes ni que niño muerto! No intentes a engañar a una hada con más siglos en su espalda que tú pelos en la cabeza. En los últimos siglos los humanos varones os habéis vuelto demasiado prepotentes y dominantes pero no hay problema pronto recibiréis vuestro merecido.
- Señora, los enanos me dijeron que aquí habría alguien esperándome para darme algo y solo la he visto a usted. Por lo tanto he deducido que...
- Ya y al ver que se trataba de una hada desvalida pensaste que a lo mejor pillabas plan. ¿A que no me equivoco? Solo hay que verte la cara de sinvergüenza y rufián.
- Señora, si fuera un sinvergüenza, los enanos no me hubieran escogido para esta misión trascendental.
- Esos macacos dimunutos de tanto relacionarse con los hombres, se han agilipollado. Mira, capullo, aquí tienes el arma con el que debes combatir el Gran Manipulador. Lárgate. No quiere verte más. Me repeles.