24 mayo 2006

Del mañana no hay certeza


Es posible que ese espigado personaje que por el día expone su rotunda anatomía en la Galería de la Academia de Florencia, baje por la noche de su pedestal y haga horas extras paseando su marmórea desnudez por los sueños secretos y furtivos de las más insospechadas matronas.
Es posible que de la marea oriental, en indigesto frenesí contemplativo a 12 obras de arte por minuto, se metamorfosee un individuo, uno sólo, y aparezca en su rostro extranjero, durante breves segundos, la mirada extraña, la sonrisa impúdica y el gesto imprevisible del San Juan Bautista de Leonardo.
Es posible que la ragazza que se viste de gala y se coloca zapatos con tacones de aguja para ir a un sabatino “bottiglione” sienta en la noche tardía como un escalofrío la recorre el cuerpo no por el exceso de grappa sino porque temporalmente ha decidido habitarla el fantasma bello, sofisticado y triste de Giovanna Tornabuoni.
Es posible que “il porcellino” de bronce esté esperando a que la loggia del Mercato Nuovo se vacíe de mercaderes, turistas, emigrantes africanos y barrenderos, para poder mover su hocico, mil veces manoseado y soñar con echarse una carrera hasta la Plaza de la Señoría asustando a los borrachos.
Es posible, en fin, que los viejos muros de la vieja ciudad, en la singular hora en que todo está en silencio, rejuvenezcan recordando los viejos momentos de gloria cuando por las calles resonaba el viejo poema de aquel al que se llamó Il Magnífico :
 
Que bella es la juventud
de la que sin embargo se huye,
quien quiera ser feliz que lo sea;
del mañana no hay certeza.