“Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman tocando a muerto,
la campana y el cañón”
y escucho el triste concierto
que forman tocando a muerto,
la campana y el cañón”
(BERNARDO LOPEZ)
Ay señor, señor… ¿habrá alguna patria que no esté en perpetuo estado de aflicción? Todas ellas son auténticos focos de tristeza debido a su bajo nivel de autoestima. Recelosas de las virtudes ajenas y celosas de las propias, siempre necesitan compararse entre si para dar lo mejor de si mismas. La patria es sadomasoquista por naturaleza; por un lado precisa que la maltraten, que le den duro, ya que un buen historial de agravios fabrica muchos y buenos patriotas pero también necesita dar leña, si la ocasión lo requiere, ahí tenemos el caso del "pueblo elegido" capaz de pasar de víctima a verdugo en menos tiempo de lo que tarda un rabino en decir Hosanna.La auténtica esencia de la patria es el sentimentalismo facilón para el que se requiere el uso de argumentos de contenido melodramático, simples y comprensibles para todo el mundo. En el kit de una patria fetén nunca debe faltar un himno pegadizo aunque eso sí con una letra solemne y que valga para las grandes parafernalias; un puñado de héroes trágicos con los que nombrar y decorar calles y plazas; una historia debidamente retocada en el que la patria quede estéticamente presentable incluso en las peores derrotas y finalmente y como colofón, un bonito pendón, ese trapito indispensable para cubrir un féretro, decorar una trinchera asolada por las bombas o presidir un concurso de belleza.