31 enero 2008

Confesións dun superheroe VII: Necesito un GPS


  • Necesito un GPS.
  • ¿Un GPS? ¿Onde se viú un superheroe con GPS?
  • Pois serei o primeiro. Débolle moito, Xan, pero non estou disposto a seguir perdéndome entre a néboa nocturna un día si e outro tamén. Sin GPS non me xogarei máis o pelexo.
  • ¿Ameazas cunha folga? ¿Cómo podes chegar tan lonxe?. Está ben, terás o GPS.
Ou sexa que o domingo decidín estrear o meu novo aparello de navegación facendo unha curta viaxe a Costa da Morte.
Era unha mañá soleada do mes de xuño e pillei un bo cabreo vendo a aqueles pobriños paganos
en ringleira ante o peaxe de Arteixo. ¡Qué roubo!. Ganas me deron de facer unha desfeita pero lembrei a tempo que aquel día non estaba de servizo.
Virei cara á costa deixando detrás a fermosa praia de Barrañán; a Caion
, alí espetado como navío averiado no mar , a Baldaio, coa súa animada lagoa; as fermosas dunas de Razo e finalmente pasei como un furacán por Malpica,antes de chegar as Sisargas.
Un antigo soño meu era darme una garbeo por aquelas illas e de paso pegarlle un susto as gaivotas voando entre elas como ave de presa. Era a miña venganza frente ao seu atrevemento en forma de antigas defecacións inoportunas en calquer intre e lugar. Fixen dous viraxes espectaculares
caendo dendo o ceo con derrapaxes dignas dun artista do monopatín e cando máis emocionado estaba, no meu terceiro voo ra sonou a bucina dun barco de baixura que pescaba na zona. Un altofalante empezou a bramar:

  • Tí, o da capa. Lisca de aí que vasnos asustar aos peixes. Se tes gañas de xogar vai mellor mar adentro que ista é zona de pesca.
Señor, señor que vergonza sentín. ¿De que sirve ser un superheroe eficiente se te pos vermello cando alguén te pon en evidencia?
Marchei de alí e fun cara una cala escondida preto da vila para vestirme de novo de home normal. Pronto estaría diante dun riquísimo rape adobiado con unha morea de patacas feiticeiras e un mollo superlativo. Tamén tería relacións íntimas con aquel increible pan do país e cun fastuoso viño branco polo que devecía dende había semanas...

  • Chascarraschas, chascarraschas.
  • Santo ceo, chama o anano. Seguro que me amarga a festa.
Amargoume a festa.

  • Ultragalego, ista mañá os Tranco tomaron o pazo do seu avó e colleron de refén ao delegado da consellería. Tes que ir alí é facerlles entrar en razón.
  • ¿Facer entrar en razón aos Tranco? Iso vai ser imposible, non coñecen semellante cousa. Están afeitos a facer sempre o que lles peta sen dar explicacións a ninguén.
  • Pois terás que facer algo.
Fixen algo, pero mellor volo conto outro día. Hoxe estou canso de tanta leria e nin siquera tivechedes o xesto de invitarme a tomar algo. Desagradecidos.

25 enero 2008

¿Hay algo más humano?



Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en una monstruosa ...naranja.
  • Ya le vale, autor. Antes insecto y ahora naranja. ¿Qué crimen cometí para ser tratado así?
  • Perdone, Gregor, pero ya sabe que me gustan las situaciones enrevesadas. Además lo tengo pensado todo. En esta segunda metamorfosis le será más fácil mover el cuerpo y no tendrá ya ese aparatoso caparazón en la espalda. Si se echa a rodar, podrá llegar a cualquier parte. Nada más apropiado para un viajante de comercio como usted. Ahora mismo podría tirarse de la cama e ir hasta la estación para alcanzar el tren de la mañana. Mejor el de mercancías, claro.
  • No se ría de mi situación, señor Kafka. No es propio de alguien como usted al que todos consideran triste, serio y circunspecto.
  • No soy triste, ni serio, ni tengo ninguna ganas de serlo. Eso pertenece a la leyenda que me acompaña, no a mi persona. En el fondo soy un tipo entrañable, infantil y seguramente, un poco caprichoso. Por eso me gusta darle vidilla a mi demiurgo cabroncete.
  • Si dice esas cosas le va a dar un disgusto a sus lectores. Para ellos usted es un alma torturada que después de una agobiante y tenaz observación del propio yo, ha comprendido la soledad y la pequeñez del hombre contemporáneo ante fuerzas extrañas que le superan. Necesitan mirarse en el espejo que usted les proporciona para poder ver su propio desamparo y la alienación en la que viven al arbitrio de su destino mortal.
  • Paparruchas, Gregor. La gente tiene ganas de marear la perdiz y al darme importancia a mí se dan importancia a ellos mismos por pretender que saben entenderme. Ademas, ¿por qué se me identifica con mis personajes? ¿Se identifica al Señor Dumas con D'Artagnan a Victor Hugo con Quasimodo o a Gustave Flaubert con Emma Bovary?
  • Querido autor, nadie lo pasa bien leyendo sus relatos. Son tristes, inquietantes, de pesadilla y encima son protagonizadas por gente común con los que uno se identifica sin poder evadirse. En mi caso concreto, me hace pasar por un auténtico calvario delante de mi familia que me desprecia y finalmente me deja morir. Es una situación horripilante.
  • En todas las familias ocurren hechos terribles. Es una institución despreciable y bestial.
  • Puede, pero es inevitable vivir o al menos relacionarse con ella. Tan inevitable como la propia muerte. ¿Era necesario recrearse tanto en su evidente obscenidad?
  • No es usted el único personaje que sufre en mis obras.
  • No compare Kafka, se lo ruego. El emigrante Karl Rossner, Joseph K o el otro K , el agrimensor, no pasaban por la afrenta de perder su condición humana, su trabajo y ser humillados por los suyos más allá de lo imaginable.
  • Animo, ahora es usted una enorme y hermosa naranja. No se queje, a lo mejor puede resarcirse de tanto sufrimiento. Es difícil que puedan exprimirle dado su tamaño. Además su zumo sería amargo, tiene exceso de vida propia.
  • ¿Y que se puede esperar de la vida siendo una simple fruta pensativa?
  • Crecer, madurar y luego pudrirse. ¿Hay algo más humano?

18 enero 2008

N_ _ _ _ _ O : tras los papeles


Un tornado había pasado por la vieja casa señorial del profesor Pernas llevándoselo consigo. Desde luego en aquella apoteosis de papeles, libros y estantes rotos no había ni rastro de su elegante y alargada figura.
Cualquier hipótesis era posible. Quizás alguien buscaba algo y al no encontrarlo se llevó al viejo erudito como prenda.
Incógnitas sin resolver y más para mí, aburrido archivero de tercera, acostumbrado a gastar los días
dejando ojos y esperanza entre papeles mustios con los que ganar el suficiente dinero para seguir tirando del pesado carro de la vida.
Ya tenía bastante con aquellas viejas historias en olvidados documentos. Por ellas, muchos gastaron fortuna y salud, regaron la vieja planta de la discordia e hicieron estallar los más sagrados vínculos de la sangre. Tragedias bien documentadas.
¿Cual era la tragedia del profesor Pernas? De pronto recordé nuestra última conversación y su sorprendente júbilo por algún descubrimiento del que no me había hecho partícipe remitiéndome a la prensa en días posteriores. ¿Había alguna relación entre su hallazgo y su posterior desaparición? Se hacía necesario mirar sus fichas de pedidos y saber que material había pasado por sus manos en las últimas semanas...

A la mañana siguiente salí a la calle con cierta sensación de desamparo, ese desamparo que tiraba de mi cada vez que abandonaba la querencia de las sábanas para dirigirme a la gelidez de mi trabajo.
Duró poco, ya que lentamente empecé a experimentar la hermosa sensación de ir caminando por las calles desiertas mientras la mente iba desgajando las últimas telas de araña del sueño. A pesar de aquella niebla húmeda y pegajosa que me obligaba a tener levantadas las solapas de mi chaquetón marinero, notaba una especie de íntimo placer, tal como si los sueños perdidos se despidieran dejando un dulce aroma tras ellos.

Caminé un buen rato por las anchas avenidas del centro antes de desembocar en el recinto silencioso y casi secreto del Barrio Antiguo. Allí arriba, vigilando altivo las viejas piedras centenarias estaba el punto final de mi viaje.
Llegué finalmente al estrecho callejón de la Calle del Conde
. Ese era el camino más recto y el que solía seguir diariamente . Ya había andado unos pocos metros cuando algo extraño llamó mi atención: una furgoneta de color negro, con la puerta trasera abierta, estaba atravesada en medio de la calle impidiéndome continuar mi camino. Era algo realmente sorprendente. No era una zona de reparto. Sólo un montón de viejas casas medio desmoronadas con unos pocos ancianos sin futuro.
No me parecía correcto dar la vuelta e intentar otra ruta, soy una persona de costumbres sólidas, mejor intentar alguna forma de paso aunque fuera saltando por encima o deslizándome por debajo del vehículo. Había que seguir andando y si lo hice fue con cierta aprensión. Poco a poco. Escuchando como mis pisadas resonaban atronadoras en la acera. De repente, una sombra relampagueante paso por mi lado. Un segundo más tarde, una masa oscura cayó pesadamente sobre mí haciéndome perder el equilibrio hasta caer al suelo. Aplastado de aquel modo, sintiendo como mi corazón se rompía en mi pecho, sólo pude rendirme a mi situación, esclavo de fuerzas ajenas. Sin tiempo para gritar, fui levantado, empujado y arrojado como un saco de patatas al interior de la furgoneta...

17 enero 2008

Amor de loca juventud

Amor De Loca Juventud / Buena Vista Social Club

Mueren ya las ilusiones del ayer
Que sacié con lujurioso amor
Y muere también con sus promesas crueles
La inspiración que un día le brindé.

Con candor el alma entera yo le dí
Pensando nuestro idilio consagrar
Sin pensar que ella lo que buscaba en mí
Era el amor de loca juventud.


05 enero 2008

N_ _ _ _ _ _ : entre papeles


No soy dado a vanas fantasías, más bien tengo hechuras de persona vulgar e incluso algo gris. Mi vida se reduce a las rutinarias experiencias de un hombre normal, con un trabajo normal en una remilgada ciudad de provincias tan poco estimulante como cualquier otra. Estoy hablando en presente y debería hacerlo en pasado ya que todo aquello se desvaneció entre las nieblas de una fría mañana del mes de enero. Sí, definitivamente aquel día mi brújula dejó de señalar el norte y me dejó desnudo ante un inconcebible destino.
Una semana antes el profesor Pernas se acercó a mi con cara jovial mientras tomaba un café delante de la máquina del pasillo. Era un anciano alto y elegante, con aspecto de viejo bailarín de claqué o de lustroso senador de película de romanos. Sin motivo aparente, años atrás me había hecho cómplice de su alegre sentido de la camaradería convirtiéndome en su principal confidente dentro de las austeras paredes del Archivo.

  • Martín, pillastre ¿reconoce que no tienes ningún respeto por los eruditos topos como yo?
  • Pero profesor, ¿cómo puede decir eso? Valoro en mucho lo que ustedes hacen para el conocimiento de nuestra historia local.
  • Pamplinas, Martín, pamplinas. Nos conocemos desde hace años y sé de sobra que nos miras como unos tipos pesados y aburridos que no dejamos de darte toda clase de agobios. A ti te importa un carajo la historia local. Admítelo, al menos.
  • Es cierto, no siento una emoción especial en estar hurgando entre papeles marchitos para saber cuantos kilos de castañas se consumían en esta ciudad a principios del siglo XVIII. Sin embargo, mi trabajo es conservar y organizar esos papeles para gente como usted, profesor Pernas.
  • ¿Lo ves? Bien, pues a pesar de todos tus peros puede que dentro de poco tiempo te lleves una gran sorpresa y al fin puedas entender mejor las satisfacciones que le produce alcanzar el premio gordo a un roedor de papeles viejos como yo.
  • ¿El gordo? ¿A qué se refiere, profesor?
  • Mi buen amigo, Martín. Tendrás que esperar unos días. Pero créeme, valdrá la pena. Valdrá la pena de verdad.
Me dio un suave cachete en la mejilla y se marchó majestuoso hacia la sala de lectura. Tres días más tarde los periódicos daban la noticia de su desaparición en misteriosas y alarmantes circunstancias.