22 febrero 2020

Dios está aburrido

Una vez más el dios único estaba aburrido, algo habitual desde que había cambiado de religión y abandonado el politeísmo. Es verdad que no debería quejarse, había alcanzado un estatus realmente envidiable, hasta el punto de tener que afrontar un ridículo intento de golpe de Estado antiabsolutista por una parte de la servidumbre angélica. Tras la victoria inapelable, tuvo que enviar a la disidencia al descielo y ahora estaban currando allá abajo, en el ardiente cuarto de las calderas.
El dios único era autocrítico,  se lo había buscado, había degradado a sus haters insumisos y se había marchado del grupo familiar de dioses del WhatsApp harto del cotilleo incesante sobre el espectáculo insensato, lujurioso y excéntrico de sus parientes del Olimpo. La verdad es que casi prefería a las deidades egipcias, hindúes o amerindias aunque por ser tan complicadas, retorcidas y extravagantes le daban algo de miedo. Con ellas siendo extrañas, es mejor mantener las distancias.
Le quedaban sus asesores, pero uno ya sabe de que sirven los asesores cuando hay un macho o una hembra alfa en el cotarro. Además cada vez que los llamaba tenía que consultar el listado de jerarquías para no confundirse y evitar una nueva subordinación de los agraviados. Nueve clases de ángeles, desde los serafines hasta los ángeles rasos, una barbaridad. Menos mal  que le dejaron a Gabriel, un simple arcangel, como consejero aúlico de cabecera.
  • No te puedes imaginar lo que es esto, Gaby.
  • Los humanos le llaman la soledad del poder- contestó el solícito asesor, experto en asuntos mundológicos. 
  •  ¡Qué sabrán ellos de la soledad del poder! Para soledad la mía. Cuando lo sabes todo y conoces lo que va a pasar hasta en el último rincón del universo. Cuando nada ni nadie te va a sorprender. Cuando el tiempo y el espacio son conceptos sin sentido. Es mucho, Gaby, créeme, Tú por lo menos tienes a los humanos y te diviertes participando en sus nimios asuntos. 
  • Entre ellos está de moda un videojuego que se llama Los Sims, que simula la vida humana. Quizás usted podría echar una partida con humanos de verdad para divertirse un rato. Yo le podría enseñar a hacer triquiñuelas con su destino.
  • Tú ya sabes que no me gusta meterme mucho en sus cosas, que luego se matan  por mí, sin que yo se lo haya pedido.
  • Usan su nombre en vano, Jefe,  aunque le llamen de mil formas. Para ellos usted es solo una excusa para sus tropelías.
  • ¿Qué podemos esperar de esa gente, Gabriel, si ni siquiera respetan el primer Mandamiento del convenio que hice con Moisés?
  • Eso si que no lo logro entender, los Community Manager de la Biblia son magníficos transmisores. 
  •  Soy un dios absoluto y como no hay división de poderes, no puedo denunciar por difamación a unos insignificantes mortales sin que me acusen de autoritarismo.
  • Jefe, van a morir,  rendirán cuentas entonces.
  • Pero si no creen en nada, Gabriel, todo es un puro paripé y menuda pandilla de intermediarios tengo, esos que dicen ser mis representantes entre los hombres.
  • Usted no los eligió, Jefe, se atribuyen una representación que no les corresponde. Las iglesias, papas, patriarcas, ayatolás, muftis, rabinos y el resto de la parafernalia religiosa no tienen nada que ver con nosotros. No responden a la realidad.
  • ¿La realidad, Gaby? La realidad no existe. ¿Somos nosotros reales o somos el producto de algún creador desconocido? ¿Y si ésto no fuera más que un texto chorras de un tipo cualquiera, intentando hacerse el ingenioso cuando comienza el Fin de Semana de Carnaval?

12 febrero 2020

Ripios baratos sobre los ratones que dejaron sin cascabel al gato

Antecedentes pertinentes


Mi secuela, que no aprendí en la escuela 


La reunión ratonil murió por abatimiento,
dejar sin cascabel al gato causó desaliento.
Sin embargo como el encuentro no quedó en nada,
a los pocos días se hizo otra llamada.

Vinieron todos los ratones
incluso de alejados rincones.
Callados y tristes, tomaron asiento
y comenzó la asamblea en segundo intento.

Al principio poco se dijo
menos algún chistoso dándole al pico.
La asamblea era un adusto velatorio
hasta que una voz profunda abrió el jolgorio.

Era el mismo Roequesos, el del cascabel
ahora con ideas de distinto nivel.
 "¿Y si cambiamos el nombre al gato
y lo llamamos oca o lo llamamos pato?"

"¡Qué idea más peregrina!
¿Y por qué en vez de llamarle gato no le llamamos sardina?"
Era el chistoso buscando diversión
pero quedó callado al no recibir atención.

Roequesos siguió con su perorata
y afirmó que en el lenguaje, las cosas se delatan.
"Apaciguaremos nuestros espantos y miedos,
ya que al cambiarles el nombre serán llevaderos."

"Y como mejor prueba de mi conclusión
yo mismo me ofrezco como demostración."
 "Me pondré delante del gato
y lo llamaré oca o lo creeré pato."

"No seas insensato" gritó la voz de un viejo ratón
que alucinaba con aquella intención.
Ni caso, a por el gato se fue Roequesos mientras pensaba
que aquel maldito minino ya solo graznaba.

Aquella noche, Roequesos entró en el santoral de los ratones,
creyente imprudente de que cambiando palabras, cambiaba acciones.
¡Los coj..!