29 agosto 2014

El País de las Juergas Sin Fin


17 agosto 2014

Poderosos en La Nada

21 horas, 37 minutos: 
El carismático líder juvenil del Frente Nacional acaba su discurso apelando una vez más a la insigne doncella de Orleans como símbolo y modelo para la juventud francesa no contaminada por sangre extranjera. Tras un gesto triunfal en dirección a un público entregado, va a soltar su frase final, su colofón. 
  • Patr..Patr... 
Se atraganta, se queda pálido y finalmente cae como un pesado saco de cemento. Los miembros del estrado, junto con los musculosos y malencarados miembros del Servicio de Seguridad, corren hacia el atril. Una de las candidatas electorales chilla ante aquel espanto, el resto queda demudado por el horror. El líder ha desaparecido y en su lugar hay efectivamente un pesado saco atado con un cordel. Cortan la cuerda con una navaja y al abrirlo se encuentran con una desagradable sorpresa: está llena de excrementos, de mierda. 
23 horas, 46 minutos: 
El emir del Golfo vuelve de una opípara cena que le han obsequiado en la embajada española un grupo de empresarios agradecidos tras la concesión a su consorcio del tren de alta velocidad. Está feliz, un sueño de su infancia se hará realidad, dispondrá de un tren solo para él y sus acompañantes ocasionales, las chicas claro, que atravesará las áridas dunas a una velocidad nunca vista y le dejará al mismo pie de su paradisíaca residencia de verano. Está cansado, quiere irse a dormir, pero antes tiene que pasar por el engorroso trámite de firmar cuatro sentencias de muerte. Se trata de los dirigentes de los trabajadores indios que se sublevaron en las obras para el Mundial de Fútbol alegando que vivían en condiciones de esclavitud. Se ríe consigo mismo ante tan tonto y perugrullesco argumento. “¿Qué esperaban? ¿Qué los tratasen como a futbolistas de élite?”. Coge su pluma de oro con incrustaciones de lapislázuli y se dispone a firmar. No puede, sufre una fuerte conmoción que le agita como un simún a una palmera y cae al suelo formando un hermoso montón de suave arena del desierto. 
3 horas, 5 minutos de la madrugada: 
El viejo político nacionalista se debate en un sueño intranquilo y agitado. Se ve en su viejo despacho de presidente hablando por teléfono, tramitando asuntos políticos y financieros pero siente que algo le escuece a la altura de los ojos. Intenta atender a todos sus asuntos pero no puede y acaba desesperándose  mientras se rasga la cara con los dedos sucios de pintura negra. En ese momento se despierta en su cama y tras unos segundos de estupor recobra la tranquilidad perdida. Se sabe a salvo en su hermoso refugio montañoso. Tiene sed y tras levantarse baja silenciosamente la rústica escalera de piedra. Abre el frigorífico, saca una jarra de agua y coge un vaso del estante. Tras llenarlo, pretende bebérselo de un trago, pero sufre una convulsión tremenda. Horrorizado contempla como su cuerpo se pone rígido, se inmoviliza y en escasos 10 segundos se convierte en una estatua de piedra caliza. Luego llegan los coloristas retoques finales en la nueva escultura transfigurada como personaje malvado de dibujos animados. Queda de pie en medio de la cocina, con un gorro azul de conductor de locomotora, una máscara negra en los ojos y un extraño traje rojo con un número de 6 cifras en un cartel blanco. En la mano el vaso se ha convertido en un saca de dinero con la divisa de dólar bien visible. Allá dentro, en la oquedad de la la piedra, el corazón del viejo político, todavía palpitante, se muestra satisfecho. 
  • Al menos tendré una estatua en Eurodisney

03 agosto 2014

Mito, rico y demolido

El cuerpo reposando blando sobre el mullido e historiado sillón mientras las manos, siempre en guardia, vigilan cualquier movimiento sospechoso que pudiera poner en peligro la majestad de su ilustre cabeza calva. Su mirada es nerviosa, desconfiada y solo descansa cuando se encuentra a buen recaudo y en territorio familiar.
La familia: cuantos disgustos, cuantas satisfacciones. Pero es lo único a lo que agarrase cuando ruge la tempestad.
Fuera de casa no hay nada seguro. Nunca se ha sentido seguro. Incluso cuando personas e instituciones se inclinaban a su paso. Cuando era en si mismo una institución benévola y patriarcal levitando como una nube espesa sobre la realidad de su propio país.
Un país que le mimaba porque él sabía como mimar a su país.  Un país que acabó convirtiéndose en una proyección especular de si mismo. Sin que apenas se dieran cuenta. Con democracia, elecciones y todo esos asuntos que parecen importantes. Sin dictaduras, violencia, ni mandangas autoritarias. Aplicando el torniquete en el momento  adecuado.  Y es que nadie le va a enseñar nada a  él que es médico y sabe como hacer las cosas.  A fin de cuentas no hay novedades. En su país los que mandan siempre han hecho así las cosas.
Una simbiosis perfecta le unía a su país. Una simbiosis que hasta ahora todos respetaban. Hacerle daño a él era hacerle daño a todos sus conciudadanos. ¿Por qué, entonces, un enriquecimiento económico personal o familiar no se considera un beneficio para el propio territorio? 
Es duro para una persona corriente representar a toda una nación durante tantos años. Necesitas alicientes para seguir siendo eficaz escudo ante los muchos enemigos. Lo intentaron. Desde dentro y desde fuera pero fracasaron. Fracasaron estrepitosamente y sólo él mismo decidió el momento y la hora de su propia inmolación. ¿Para qué?
No es un beato. En realidad de la Iglesia admira, sobre todo, su sentido de la pompa, de la majestad y esa capacidad de imponerse sobre la ruda fealdad de las cosas. Los representantes del alto clero, no contaminados por el contacto mezquino de las masas, son un ejemplo viviente de por qué la institución católica ha sobrevivido y mejorado después de toda clase de contingencias. Frente a lo que piensan muchos, los cismas, la reforma, las guerra de religión o el laicismo contemporáneo han servido para limpiarla de excrecencias, purificarla y hacerla más perfecta a sus ojos.
Hubiera sido perfecto que su país hubiera funcionado como una iglesia. Ahora se  entendería mejor el sentido religioso de su último sacrificio y expiación. Quizás llegase a los altares ahora  que sabe que su estatua no presidirá las plazas.  A los santos se les perdona lo que a los políticos les condena. Su humanidad les salva de los peligros de la  santidad. Él sería un magnífico santo con sus santas debilidades. Incluso podría ser un magnífico dios doméstico como los que había en la antigua Roma para dar suerte o proteger matrimonios y patrimonios. 
Protegería los patrimonios ajenos con la eficacia con la que protegió el propio durante 34 años. Sin descanso y como un dios.