Sí, señores, de nuevo se levantan ante nuestras atónitas miradas esos mínimos megalitos capilares que desde lo alto de las cabezas desafían al mundo y a los cánones estéticos de los que nos hemos dotado.
No, no me complace saber que ese adminiculo ostentoso tiene una larga y exitosa historia detrás. No me complace que algunos se remonten a tiempos prehistóricos para recordarnos que las mujeres del Paleolítico usaban tan peregrino tocado, quizás por comodidad, quizás por estética. Aducen como ejemplo preclaro a nuestra entrañable Vilma Picapiedra o si prefieren, para nombrarla con más propiedad, Wilma Pebbles Slaghoople Flintstone.
No me vale.
Vilma era una mujer de su tiempo, es decir del tiempo en que fue dibujada, y entonces cualquier excentricidad ornamental era motivo de exquisitez y orgullo. Además el moño de Vilma era voluble, quizás emocionalmente voluble y en muchas ocasiones tendía a caer hacia la zona occipital.
Y es que claro, un moño occipital es un moño como Dios manda y no atenta contra el femenil decoro. En cambio esas masas peludas surgiendo del centro de la cabeza nos estremecen por su osada semejanza con los hongos radiactivos.
- Parece que el Dr. Krapp no tiene otras cosas más importantes de que preocuparse. Con la que está cayendo.
- Pero, Dr. Krapp, en los 60 también se llevaban los moños altos y no era tiempo de crisis.
En cambio, los moñicos enhiestos de ahora son demasiado tristes y austeros. Están hechos de prisa y corriendo. Como aquellos que obligaban a llevar a las obreras en las fábricas de armamento durante la Segunda Guerra Mundial o los cuarteleros usados por las gimnastas profesionales en las diferentes competiciones. Simples chichos fabricados con mínimas matas de pelo tirante que requieren una causa reconocible para adquirir sentido.
- Dr. Krapp, no sé si sabe que a las mujeres se nos ensucia el pelo al igual que a los hombres; pero en nuestro caso, siendo habitualmente más largo, sufre las consecuencias de una vida activa: se mancha, se enreda etc... ¿quizás prefiriese que llevásemos el pelo más largo y fuéramos más pasivas?
- De cojones
- No diga más: su anatema. Al menos reconozca que la entrada le ha quedado más bien machista.