22 septiembre 2021

No te rías de nuestra lucha

  •  ¿O sea que desde este cuartucho insignificante quieres cambiar el mundo?
  • Papá, solo es un despacho para atender asuntos políticos, no tiene nada en especial.
  • En cambio la chica que me ha traído hasta aquí, sí que parece especial. Hasta me ha ofrecido un café.
  • Papá, por favor, no te atrevas a decir que está buena. Te conozco.
  • Es que es verdad. Tiene buen tipo.
  • No aprendes nada, sigues siendo el mismo machista de siempre a pesar del manual que te hice leer en su día. No tienes arreglo. Estás dominado por una masculinidad tóxica, amenazante, ves a las mujeres como pedazos de carne con piernas.
  • Decir que una mujer tiene buen tipo no es considerarla un pedazo de carne. Ellas también tienen sus preferencias. No podemos suprimir la atracción física entre las personas ¿o es que ahora también va a ser tóxica?
  • A ver, papá, sabes perfectamente lo que hoy en día se puede y no se puede decir. Lo que se debe y no se debe expresar. No has venido del pasado, no has estado en coma como la señora aquella de Good Bye Lenin! Fuiste un líder sindicalista y has trabajado codo a codo con mujeres, seguro que no les decías esas cosas.
  • Ellas no lo tomaban como ofensa si eran dichas con respeto, como hacían ellas con nosotros. Nunca fuimos ángeles, ellas tampoco. El problema es que habéis cambiado la realidad por un cliché teórico donde los malos siempre están del mismo lado, esclavos de los bajos instintos. Eso ya lo he vivido. En un pasado de hipocresía y falsedad moralista. ¿Te conté alguna vez que estuve en un colegio mayor del Opus?
  • Sí, papá, me lo has contado un millón de veces.
  • ¿Te conté como censuraban las películas que ya venían censuradas por el franquismo?  Proyectaban las películas en privado por la mañana y suprimían fotogramas con besos apasionados, por la aparición de un sostén o donde se adivinase algo cercano a lo sensual. Luego te largaban charlas hablándote de los peligros de la libido. Te soltaban por ejemplo, que si te emocionabas demasiado, tú ya me entiendes, era bueno acercar un dedo a la llama de un mechero y rezar una Avemaría. Había que librarse de los tres enemigos del alma: el mundo, el demonio y la carne.
  • Eso quedó atrás, papá, hoy hay más libertad sexual que nunca. Hay una sexualidad lúcida y autoconsciente. Sé que odias la palabra, pero podemos decir que son tiempos de una sexualidad diversa y empoderada.
  • Odio la palabra empoderar porque se abusa de ella no porque su significado me disguste. Lo que no logro entender es porque si la sexualidad es más libre y autoconsciente hay que restringir la libertad de hablar sobre ciertos temas. ¿Por qué hemos vuelto a tabúes sexuales que creíamos superados?
  • No hay tabúes, solo que los diferentes grupos no quieren seguir siendo despreciados y humillados por el cisheropatriarcado dominante.
  • Es una palabra demasiado larga y complicada para justificar la censura o la autocensura. No me vale. La vida es choque. Puro conflicto. Los grupos vulnerables, marginados por el sistema, han ganado derechos gracias a los conflictos que plantearon. En sus luchas nunca pensaron en montar ghettos donde sentirse a gusto al margen del resto. Querían el reconocimiento y la integración con los demás. Ser iguales.
  • La igualdad está en el reconocimiento y el respeto a las diferencias ya no estamos en tiempos de las luchas obreras del XIX o de principios del XX.
  • Ellos reclamaban la unidad de los explotados, ahora todos los sectores quieren que prevalezca la  visión de su propio grupo. En Estados Unidos hay sectores supuestamente avanzados que quieren la vuelta del segregacionismo en la universidad: los negros no deben de contaminarse con la cultura blanca y deben recibir una educación específica.
  • ¿Papá, quieres algo más o solo has venido a reírte de nuestra lucha?
  • Pues sí, quiero que nos apoyéis. Estoy jubilado, pero colaboro con mis antiguos compañeros del comité y creo que van a cerrar la empresa.
  • Lógico es una empresa contaminante. No tiene futuro. Podemos manifestarnos, pero no vamos a conseguir impedir el cierre.
  • ¡Mierda!
  • ¿Vas a venir el domingo a comer a casa? La niña te echa de menos.
  • ¿Llevo algo para el postre?
  • Vale. Me gustaron los pasteles del otro día.
  • ¿Ves? Al final solo la familia va a tener sentido.
  • No siempre, papá, no siempre.
  • ¿Empezamos a discutir de nuevo?

08 septiembre 2021

El prisionero de T


Os imagino preocupados por mi larga ausencia y casi puedo entenderlo. Seguro que en esas pringosas tardes de verano, tras las interminables y obligadas comidas de ocasión, necesitabais algo más fresco que el insalubre helado del súper para sacaros de la modorra. Entonces, en un gesto espontáneo y creativo, mirabais con ansiedad  vuestro móvil, tablet u ordenador, por si apareciese una nueva memez del Doctor Krapp.  

Y nada.

Entiendo vuestra frustración y descontento. Entiendo vuestro malestar al ver que no había nada nuevo. El Dr. Krapp estaba desaparecido. El Círculo de los Suicidas Perezosos se había quedado anclado en una pesimista entrada del mes de julio. 

Hasta ahora. 

Ahora ya os puedo contar lo que me ha sucedido y conocer al culpable de que haya enmudecido. Sé que me juego el tipo al hacerlo. Es un ser peligroso. Tiento al diablo al lanzarme a la aventura de denunciar su hostigamiento y su falta de empatía hacia mis necesidades literarias y  hacia mi mismo. Pero es así, vive en su mundo narcisista y se olvida de la inhibición que provoca en los más cercanos. Lo cierto es que he logrado librarme un rato de él y ponerme delante del ordenador para esbozar unas líneas apresuradas, aunque sin la garantía de que podré acabarlas. Estoy sometido a sus caprichos. A su fuerza poderosa. Descomunal. Despiadada. Imprevisible.

Cuando está presente exige todo el espacio, me tiene arrinconado y me impide ser yo mismo. Estoy sometido a sus ritos iniciáticos que hasta ahora solo percibía desde fuera y que siempre he despreciado por considerarlos dignos de conmiseración e impropios de personas racionales y civilizadas. Hoy ya entiendo bien a esa manada de zombis que pueblan las calle de forma errática y desmañada, disimulando como que consultan el móvil, que miran una tienda o que se dirigen a lugares importantes. Cualquier cosa menos aceptar que su voluntad ha sido doblegada por otros. Pobres diablos, ahora sé que son mis hermanos de desdichas. 

Ya sube la escalera. 

No podre seguir escribiendo. Mi acosador me apremia. Me exigirá una vez  más que atienda a sus necesidades perentorias si no quiero sufrir su venganza. 

Ya está aquí. 

Está en el umbral de la puerta. Se agita refunfuñando con gesto hosco. Si no le hago caso, mi espacio ambiental correrá peligro. No puedo defraudarle. Tengo que salir  a la calle con  este cachorro de perro hermoso, reluciente y egoísta, a veces amenazante, para que haga sus necesidades. 

¡Talib...cán!!!