29 diciembre 2022

Un embobado granjero, un potro desbocado y la insumisión animal


Era mucha granja, la granja de Facundo Mahía. Y la hizo más chula cuando le tocó la lotería. 
Con el dinero cobrado, montó un enorme establo. Luego lo pensó mejor y compró cuatro potrillos, quería ser criador.
El más hermoso era Tiresias, un alazán de larga melena, altivo y vanidoso. El sueño de su comprador.  
Por soñar, soñaba Facundo, que con aquel caballo ganaría carreras por el ancho mundo. Tanto soñó con el corcel, que olvidó la granja por él. Descuidó la tierra y sus cuidados, descuidó la casa, los corrales y a los pobres animales.
Viendo la dejadez y todo inmundo, los bichos más concienciados suplicaron a Facundo
Ni caso que les hizo el soñador granjero, incapaz de  ver la mierda fuera del potrero.
Tras una animalesca asamblea y un fogoso debate, los bichos tomaron como tarea: arreglar cuadras, comederos, corrales y lo que usaban como váter. 
No todos pensaban igual. El ganado sumiso, se acomodó en el moderno establo, cerca del amo, calentito, comiendo fino y viendo crecer a los potritos. 
Los de fuera, ingenuos ellos, no cesaron de pedirles ayuda para erradicar el  desaliño. 
"Qué cojones" respondieron arrogantes y burlones. "Vuestro curro nos la suda. Aquí estamos a gusto. Comemos rico, estamos limpios y tenemos muda.  No hay nada más deprimente que currar por la cara sin que te aplauda la gente" 
Cerraron las puertas, echaron la cancela y abrieron una zanja entre las áreas de la parcela. 

La granja relucía cuando llegó la primavera y  aunque algún chismoso les preguntó si las tocó la lotería, ellos respondieron. "Todo fue por el duro trabajo. ¡Qué carajo!"
Aquello pedía una fiesta y una fiesta se celebró. Nadie invitó a Facundo ni a los del potrero, porque alejados en su mundo, del granjero y del ganado nadie se acordó.

Hasta la mañana siguiente, en que de repente, hubo golpes en el establo, se abrió la puerta y empezó a volar la fauna. Volaron cuatro ocas, tres patos, cuatro gallinas, lo que parecía un banco de sardinas y una cabra loca que hasta un árbol llegó. La sorpresa fue mayor cuando volaron los tres potros compañeros de Tiresias, y al poco rato voló  Facundo Mahía, que con buena puntería encima de un guindo quedó.
Cayó del guindo Facundo, con la ayuda de los animales y ya recuperado les dijo triste: "Tiresias nos ha fallado. Lo hemos adorado tanto, lo hemos hecho tan grande, que soberbio, nos ha echado por no estar a su nivel. Ahora tras el golpe de coz, el potro pretende ufano, que la granja de Facundo Mahía, mi granja, ponga en un cartel: Este es el establo Tiresias, donde reina el mejor corcel. El que no me adore como amo, a coces volará a Teruel".




14 diciembre 2022

Como Calimero debajo del huevo

Intentas ser digno, honesto, decente, medianamente solidario, pero al final siempre te pillan. 
No importa tanto tu clase social, tu género, tu raza, tu religión y todas esos asuntos por las que unos se atrinchera en su bunker ideológico para no ser contaminado por los que son diferentes. En la vida corriente, no te puedes esconder de ti mismo, ni usar esos argumentos que están hechos para lucirte en el escaparate donde pululan aquellos a los que quieres caer en gracia. 
No tiene puta gracia, contemplar con ojos críticos tu propia naturaleza y no poder echar la culpa a los demás, a las cicatrices de tu mala educación o de tu historia, a la civilización judeocristiana, a los privilegios de la cultura blanca occidental o a las patologías del régimen sexista en el que siempre has vivido. 
No, ya no vale la autocomplacencia cuando vas a hacer la compra y camino al súper se te acerca tímidamente una mujer entre treinta y pico y cuarenta años con pinta de profesora o administrativa. Antes de que te pida lo que ya imaginas, te adelantas a sus intenciones con excesiva contundencia.
  • Lo siento, no doy limosnas. Estoy suscrito a una ONG. 
  • No quiero limosnas, solo deseo que mis hijos y yo podamos comer algo esta noche.
Demasiada dignidad para esa hora de la tarde, en esa tranquila hora en que te gusta recrearte en las cosas maravillosas que quieres comprar en el abastecido establecimiento. Te avergüenzas y te vuelves vengativo.
  • El otro día te vi más abajo y  me dijiste lo mismo. Te compré una barra en la panadería. Cuando me marché y miré para atrás, ya le estabas pidiendo a otra persona.
  • Por favor, no me humilles.
¿Estoy perdiendo los papeles o estoy delante de una actriz que sabe lo que debe decir en cada momento y meter el dedo donde puede hacerte más daño? Mi respuesta agresiva, quiere darle la vuelta al asunto.
  • No quiero humillarte, pero tampoco me quiero sentir culpable.
  • ¿Culpable de qué? Déjalo. No entiendes nada.
La puerta se ha cerrado. Ha ganado.
  • Venga dime lo que quieres que te compre.
Se animan sus ojos.
  • Huevos, leche, lo normal. Te acompaño.
No puede entrar conmigo, es obvio. No estaría tranquilo y perdería el control. ¿No te han dicho que la cuestión está en no perder nunca el control?
  • No. Voy a estar un buen rato ahí dentro y prefiero comprarlo yo mismo.
  • Olvídalo.
Su displicencia indica que es ella la que tiene el control. Hay que aceptarlo. 
La vida le  ha ido mal, supongo. Sea verdad o teatro, tiene recursos. A mi me faltan en este caso, excepto si uso el más lastimero. Como Calimero debajo del huevo. 
  • No me parece justo. Me estoy ofreciendo a ayudarte.
Una exclamación inútil. Lastimosa. La noche se la ha tragado y yo cabizbajo camino al súper sin saber que comprar.