Los últimos descubrimientos arqueológicos nos permiten afirmar que hasta bien avanzado el siglo XXI no se alcanzó el objetivo, tanto tiempo anhelado, de la paz mundial. Fue en la llamada Era de las Empresas (Age of Corporations), momento en el que las grandes firmas económicas transnacionales decidieron tomar el control directo de la política mundial sin someterse a la intermediación de los políticos de turno. De hecho, durante las generaciones previas, la clase gubernamental había terminado por convertirse en simple ejecutora de los intereses de las grandes corporaciones de las que recibía, alternativamente, sobornos o coacciones.
La toma del poder no fue excesivamente traumática. Durante más de ochenta años la población había sido adiestrada en valores que beneficiaban a los intereses empresariales. Originalmente, la manipulación se realizó exclusivamente a través de la publicidad en los medios de comunicación. Para muchos investigadores, incluso, la creación y desarrollo de estos medios sólo fue posible por el interés de las corporaciones en ampliar sus propios mercados. (Frente a esta teoría la más tradicional habla de un simple uso de los medios por parte de las firmas, procurando un reparto equitativo de intereses entre ambas partes.)
Con el tiempo, el avance del poder empresarial propició cambios sustanciales en los modelos educativos, promoviéndose actitudes competitivas y utilitaristas que fueron arrinconando los valores éticos que habían forjado la identidad del ser humano desde los primeros tiempos de la civilización.
El último paso en esta sinuosa labor de infiltración y destrucción, fue el traslado de los ideas mercantilistas a la conciencia individual de los ciudadanos provocando con ello, un inevitable corolario de enfermedades mentales y suicidios, tal como nunca antes se había visto. Los profesionales de la salud mental fueron cómplices y verdugos de esta situación, con su insistencia en integrar todos aquellos comportamientos que se alejaban ostensiblemente de la llamada normalidad. El escapismo, el materialismo y el consumismo abusivo eran los únicos remedios paliativos de aquella angustia y malestar crecientes. Finalmente en un día cualquiera, de un año cualquiera, todo reventó en mil pedazos...
La vuelta a la normalidad, tuvo como principal consecuencia la asunción del poder legal por parte de las multinacionales que no tuvieron reparo en repartirse el mundo tal como si se tratase de una monumental y exquisita tarta.
Nadie le dio excesiva importancia al cambio. La población ya sólo conocía el autoengaño y siguió malviviendo en un mundo estremecedor.
Es un texto esclarecedor y posiblemente cierto
ResponderEliminar¿Modelos educativos? ¿Valores éticos?. El mundo del trabajo siempre ha sido un horror.
ResponderEliminarSi no había enfermedades mentales -que son producto de la ptopis conciencia del embrutecimiento- las había físicas, ya que las mentales era un lujo que no podían permitirse los trabajadores de otros siglos.
Que rijan las empresas, o los gobiernos, los destinos económicos del mundo, no cambia mucho la cosa para el populacho.
Es mejor ser un "cliente" que un "esclavo", aunque para el Capital venga a ser lo mismo.
Competir, adocenarse o servir, todo viene a ser lo mismo.
Yo, después de leer algo sobre la revolución industrial del siglo XIX, sus horrorosas condiciones de trabajo, en lo que parecía ser un gran avance de la industria sobre el campo, prefiero mil veces la idiotez consumista y sus peajes.
El mundo capitalista, como siempre, haciendo todo lo posible para aplastar y oprimir al obrero... :-(
ResponderEliminarUn texto sin duda para reflexionar. Y me ha llamado muchísimo la atención el grabado de la pirámide que lo encabeza.
B.
Gracias Pili por tu comentario, aunque piendo que cualquier verdad es una verdad relativa.
ResponderEliminarMister Twist si usted prefiere los peajes del mundo actual frente a las atrocidades del pasado, quizás los ciudadanos del futuro nos vean a nosotros de igual manera cuando miren a nuestro tiempo, auqnue no me hago muchas ilusiones al respecto. De alguna forma, eso es basicamente lo que quería expresar con el texto.
ResponderEliminarGracias Guinda por tus palabras. El grabado de arriba es un grabado de finales del XIX o principios del XX cuando se constituyeron y desarrollaron las Internacionales de Trabajadores.
ResponderEliminarPues sí, por desgracia funcionamos por comparación, en eso ha estado usted de acuerdo muchas veces. Como no creo que haya una alternativa económica “ética” ni ahora, ni antes, ni en el futuro, prefiero la posibilidad de interesar como “cliente” a los explotadores y no sólo como “obrero”. Es una perversión -inevitable en cualquier explotación- más soportable.
ResponderEliminarEsas enfermedades mentales actuales que usted menciona, son el lujo de la concienciación personal –que no podía permitirse antes- al reconocer la propia frustración de no adecuarse bien a esa absurda competitividad.
Competir es algo exento de significado, es simplemente un incentivo adictivo en el que muchas personas encuentran un aliciente, un ritmo vital excitante, que cuando no pueden participar en él, ocasiona esa ansiedad que no escuchada y no poniendo remedio, lleva a anomalías más graves, como la famosa depresión que es una enfermedad de las sociedades opulentas o avanzadas.
Por supuesto que los ciudadanos del futuro nos compadecerán, es lo esperable, aunque en honor a la verdad, tampoco debería importarnos demasiado su opinión. Es lo malo de las aspiraciones a legar de todas las épocas, nunca se cumplirán las expectativas de los herederos.
como Matrix pero sin programa informático
ResponderEliminarNos damos muchas prisa al pensar que las enfermedades de hoy no son las enfermedades de ayer. La documentación no nos permite discernir si la depresión u otras enfermedades psicológicas son enfermedades modernas. Sin embargo, me inclino a pensar lo contrario con toda esa larga tradición llámesele magia, hechicería, religiosidad o como no, chamanismo, que ha existido desde el principio de los tiempos para curar la salud mental de las personas. La competitividad tampoco es un tema moderno, también los antiguos competian con unas u otras armas, nunca mejor dicho. Me parece un recurso muy tópico decir que las enfermedades psicológicas son producto del exceso de ocio y que antes no había tiempo para tenerlas ¿Qué sabemos nosotros?
ResponderEliminarPuede que sí Neander. Bienvenido a este blog
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