Así revientes, Antonio.
Tú, cagándote de miedo en esa parada de las afueras tan oscura que en cualquier momento te aparece por detrás un drogata con mono y cuchillo de cocina, te rebana el cuello como hogaza de pan y se acaba todo. Se cierra el talón de una puta vez, maldita sea tu suerte de asalariado del taxi tragando madrugadas, mientras la parienta como una marquesa, marquesa del carajo, sigue tirada en la cama soñando con algún galán de cine que la saque de las tristezas de la vida.
Asfixiado con el tráfico, las obras, los municipales que no se enteran, las motos de los repartidores, los autobuses urbanos, los buses escolares. En uno de ellos podría ir tu chiquillo. Ahora tendría 7 años, Antonio, y sería semejante a esos otros que hacen como que juegan pero no juegan que están delante las mamás y no está bien que les confundan con los pequeñitos de primero y segundo tan inconscientes en sus niñerías.
Te gusta el fútbol, Antonio. Tu equipo está jugando bien pero tú no puedes ir a verlo. Cuando juegan el miércoles, tienes trabajo doble llevando y trayendo a la gente al estadio mientras ruge la multitud adentro y afuera, en los bares atestados. Ni siquiera ver la tele, Antonio. Y luego llega el fin de semana y tienes que ir al pueblo para visitar a la familia de la mujer y ayudar a recoger las patatas en la huerta, o poner buena cara cuando tu suegra, mal rayo la parta, te da el consabido pan de centeno y el queso de todas las visitas. Con lo bien que estarías levantándote tarde, leyendo el periódico en un parque o dando una vuelta por el Paseo Marítimo ahora que estamos en primavera y el domingo por la mañana no tienes que sufrir asfixiado con el tráfico, las obras, los municipales que no se enteran, las motos de los repartidores, los autobuses urbanos, los buses escolares. Imagina, que imaginar es barato: un rape a la cazuela, un café con su aguardiente de hierbas y luego ir al estadio a ver el partido. A la salida, unas cañas con los amigos para entrar en tu casa, ya de noche, un poco más contento de lo habitual. Pero no, Antonio, no, eso no es lo tuyo. Tú tienes que estar con esos tarugos da aldea que te miran con aire de superioridad porque tienen cuatro vacas y doce ferrados de tierra. Callados, resignados, sumisos y siempre hablando de lo mismo: “¿Ya pensasteis que vamos a hacer con las fincas que dejó la abuela? Pues dicen que a la Martina la dejó embarazada un camionero y los padres no quieren saber nada de ella. Que sí que no, que en la capital vivís muy bien y no conocéis los padecimientos de la gente del campo”.
Así revientes, Antonio.
Tu mujer se levanta a las nueve y va a aprender a nadar a la piscina municipal y luego queda con las brujas esas que pasan el tiempo hablando, siempre mal, de sus hombres o comentando cosas del nuevo novio de Anita Obregón. La partida de cartas, la visita diaria al Centro Comercial, por la tarde el curso de yoga en la Asociación de Vecinos y tú siempre en el mismo taxi que ni siquiera es tuyo y con las mismas camisas que todas las noches echas sudadas en la lavadora luego de asfixiarte todo el día con el tráfico, las obras, los municipales que no se enteran, las motos de los repartidores, los autobuses urbanos, los buses escolares.
Sí, Antonio, sí, el niño era un alfiler de ojos enormes. Con ellos estaba aprendiendo a conocer el mundo y tú lo paseabas orgulloso en su coche, suyo de verdad no como tu taxi, mientras las cotillas del barrio te paraban para hacerle carantoñas “Qué hermosura de niño, como se parece a su padre. ¿Qué dices? si tiene los ojos de su madre. Es lindo de verdad, me recuerda a su abuelo que en paz descanse” Pronto descansó el niño, Antonio, y las mismas cotillas del barrio hacían pucheros en el velatorio tal como si aquel pequeño ataúd tuviera poder suficiente como para ablandar sus duros corazones de piedra. No hubo perdón. No hay olvido. Día a día desde aquel día, tu mujer no hace otra cosa que señalarte: el niño estaba contigo, en tu taxi que no es tuyo y quedó allí tirado en la cuneta mientras tú, Antonio, sigues vivo.
Por eso, después de todo, Antonio, no te va tan mal cuando aún puedes seguir asfixiándote con el tráfico, las obras, los municipales que no se enteran, las motos de los repartidores, los autobuses urbanos, los buses escolares.
Así revientes, Antonio.
Agua del río que pasa
Hace 4 horas
El infinito dolor de la muerte de un hijo desapareciendo entre la repetitiva sinfonía del tráfico. Estamos condenados a desaparecer sin dejar rastro. De nosotros, sólo quedarán las historias contadas que limitan una huella perecedera en el camino.
ResponderEliminarTe felicito, Herr doktor Krápula, has conseguido que, durante un minuto, el alfiler de ojos enormes, que los alfileres que los taxistas y los músicos, y los carteros,y los dependientes, y todos los currantes, tienen clavados en el alma nos hayan "tocado" las mejillas.
Gracias
Grazas Maripili.
ResponderEliminarOrixinalmente o texto era en galego e penso que perdeu bastante traducido ao castelán. Ise "alfiler de ojos enormes" que ti nomeas era "alfinete de ollos xigantes". Tamén quitei o acento local en outras cousas para darlle un matiz máis universal. Cousas da globalización blogueira
Saúdos
¡Mezcla tantas cosas en este texto!. Es como una licuadora que no parase de recibir frutas a una velocidad de vértigo. Y al final ya no sabes que zumo saldrá. Si un multifruta, o fruta amarga, simplemente.
ResponderEliminar¡ Menuda rabia de primera!
Resentimiento. Sobre todo resentimiento. Con la vida. Con el mal reparto de premios. Y con la labor de unos frente a la desvergüenza del ocio de otros, en este caso, otras, dándole al escrito tintes de misoginia deliberada.
¡Así revienten todos los Antonios!.
Todos los Antonios de planeta, que sostienen la pirámide, amargados, escupiendo maldiciones, pero sosteniéndola al fin y al cabo.
Y la mierda de destino caprichoso encima le niega la mirada de su hijo amoroso. Y le arrebata al hijo escupiéndole la insoportabilidad de la culpa. Ahogándolo en remordimiento y en el reproche de los otros.
¡Es demasiado, Antonio!. Ni siquiera el fútbol sería justa recompensa. Ni las pequeñas cosas de la vida. A usted le deben una reparación, Antonio. Una reparación que sabe de sobras que no recibirá nunca.
Inyéctese de humor, como ya hace, e insulte todos los días a todos los guardias, a todos los furgoneteros, a todos los autobuseros y a todos los transeúntes asesinables.
Ese desahogo será su salvación. Esos insultos y los que recibirá a cambio serán un estímulo para no rendirse nunca. Usted todavía está en la etapa de la queja. Quejarse no es rendirse. Y el 99% de los que se quejan, jamás pasan a la otra fase.
Que no revienten Anonimo, con su resentimiento se han hecho desde las Pirámides a toda nuestra civilización cristiana que tiene como sostén un único pecado: el de la culpabilidad. Sí la maldita culpabilidad matriz y cimiento de todo lo cristiano. Y ahora todos: cristianos y paganos, creyentes y ateos, jóvenes y viejos pagamos las consecuencias.
ResponderEliminarBueno, bueno, sí, sí, muy bonito, y tal (ciertamente es un hermoso texto) pero yo creo que también habría que ver cuál es la versión o visión (¿es lo mismo?) de la mujer de Antonio, a lo mejor está la pobre mujer todo el día limpiando la casa, haciendo la comida, la compra, organizando la economía doméstica y apurando hasta el último céntimo de euro para llegar a fin de mes, lavando y tendiendo y planchando su ropa que seguro que gusta de llevar flamante, y todas esas ingratas tareas del ama de casa tan menospreciadas, infravaloradas y poco o nada reconocidas, faenas que no hay a quien guste hacer.
ResponderEliminarY también habría que ver si Antonio no retrasa un poco el llegar a casa, el encuentro con la rutina, el encuentro con el recuerdo, el encuentro con su mujer o incluso, quien sabe, consigo mismo, y utiliza el taxi como refugio por miedo, es su bunker para no estar solo y no pensar.
Y echar la culpa a los demás, y a la vida.
No revientes, Antonio, no; la vida da muchas vueltas y siempre se puede empezar otra vez y otra y otra más y volver y partir y regresar y...
Pero hay que tener el valor suficiente y el empuje para dar el primer paso. Después viene ya todo rodado.
Doy fe.
Si este Chamán fuese algo así como un dios omnipotente y sabio o al menos un científico con el Dr.Krapp (que tan bien defiende los textos ajenos sin duda para que los demás piensen que son suyos) capaz de situarse por encima de las cosas y ver todas las facetas del diamante puede que lo dicho por usted tuviera no sólo razón de ser si no que además fuera la única posibilidad legítima. Pero no es así, uno cuando crea algo, y perdón por la inmodestia, asume un punto de vista y siempre usar un punto de vista es descartar cualquier otro alternativo.
ResponderEliminarLa mujer, según Antonio, lleva una vida regalada y él la envidia. Y por supuesto, Antonio usa sus propios recursos para sobrevivir. ¿Legítimos? a él, en principio, le valen y le sirven para tapar agujeros. ¿Es mejor dejarle con el agujero al aire por que se duda de la validez ética y estética de la tapadera?
Queridito Chamanciño: si bien es cierto que acierta al concluir que las artimañas del maléfico doctor me (¿nos?) han confundido (mira que es revoltoso), no lo es menos que a ti te habría dicho lo mismo.
ResponderEliminarSobre la legitimidad de los recursos para sobrevivir en función de su eficacia y la validez ética y estética de la tapadera... seguiré pensando, porque el asunto no es moco de pavo y da para un buen ratillo.
Para el año o así le contestaré, no lo dude.
Hay una cosa que me deja turulato y es esa extraña alternancia entre el tú y el usted en su mensaje. Espero que no haya gato encerrado tanto en eso, como en esa tentación súbita por defenderme antes las artimañas del siniestro doctorcito. Fauve, de su espíritu revoltoso puedo esperar cualquier cosa.
ResponderEliminarBuenas noches, Doctor.
ResponderEliminarUna rápida y fugaz visita a la consulta me ha servido para asombrarme ante la hermosa crudeza de este texto si se me permite la unión entre dos términos tan antagónicos -a simple vista- entre sí.
Siga deleitándonos con sus magníficos textos y siga cuidándome con sus excelentes consejos porque a esta Guinda le hacen mucha, pero que mucha falta.
Si abuso de tantas recetas, avíseme. Pero creo que la sobremedicación de abrazos, besos y cariños varios está aquí más que justificada.
Un beso desde el Sur del Sur,
B.
Gracias Guinda, por sus palabras. Esa clase de medicaci�n no tiene ningun tipo de contraindicaciones y siempre es recibida con buen �nimo por este doctor que le escribe. Y no se preocupe por su musa, lleve la red a mano siempre y seguro que muy pronto terminar� atrap�ndola.
ResponderEliminarChamán, intento ser seria, pero no me sale.
ResponderEliminarDe ahí que me confunda, no tiene nada que ver con mi "revoltosismo", que no negaré ([i]"total, pá qué"[/i], dijo no sé cuál filósofo, o a lo mejor fui yo misma).
Pierda cuidado conmigo y téngalo con el doctor, que le come el terreno a pasos agigantados (¿Comer a pasos? Pooozí).
Tenga cuidado Fauve o puede acabar convertida en personaje atrabiliario del Pulgarcito de los 50. Recuerde a la simpar Doña Urraca. Ella también era revoltosa como usted.
ResponderEliminarUn relato de altura que refleja casi a la perfección la imagen del homo-sapiens espagnolo, una categoria que engloba a todos aquellos individuos que se instruyen en el «Marca» y en las escuelas culturales e informativas que encontramos en la tele, en el tute y en la tertulia en el bar ( Antoñito el taxista)...
ResponderEliminarPermíteme jazzear un poco alrededor de tu melodía maestra, estimado Doctor; Sobre todo para decirte que las actitudes machistas de Antonio el taxista, me recuerdan mucho a ese repulsivo «profesional de la política» que se hizo famosísimo por pensar que su pene le confería una superioridad intelectual sobre las féminas.... Recordemos que aquel político fue ese ministro demagogo que se comía los yogures caducados a pares, y que -según él- prefería dejarse apabullar por los argumentos de una mujer, antes que abusar intelectualmente de ellas.... ¡Jó...Que bueno era ese hombre. Todo un ejemplo de tío!
Esto viene a colación porque Antoñito, el taxista (y el resto de machos ibéricos que piensan como él) le han votado mayoritariamente en las ultimas elecciones europeas, Y eso cabrea mogollon a la gente que es decente.
Los antoñitos son mayoria en España y el sonrosado comedor de gambas, caviar y langostas ha ganado su escaño por goleada; resultando elegido para representarnos, a todos los españoles en el Parlamento Europeo... (¡¡¡Que no es cachondeo, joér!!!. ¡Que los antoñitos-hispanicos son así!) ....
Hoy mismo, y para mas inri, he leído que este gran Machopepero ha sido nombrado Comisario para los asuntos de la Energia en la Eurocamara... Y eso que este caballerete esta metido justamente en ese negocio....
¡Que es de locos!...como esta improvisación sobre tu melodía. Asi que revientes de una p`vez, Antonio!
Recibe un honorable saludo ácrata.