- Me da pena volver a esta historia, Pica. Me siento estafado por lo que pasó luego.
- Es Navidad y en estas fechas es obligado dejarse arrullar por historias edificantes y positivas.
- Pero es injusto contar solo la parte que interesa y olvidarse de lo que vino cuando hubo que repartir el poder entre los triunfadores.
- Para tu consuelo, Pega, piensa que el viejo escarabajo usa esa historia como parábola moral para conseguir que sus discípulos entiendan eso de que "la unión hace la fuerza". Al final los pequeños escarabajos consiguieron la fruta.
- Pero el viejo se la comió, Pica, no lo olvides. Con los alces ocurrió lo mismo.
- Sí, Pega, la verdad es que el cuento tiene su toque irónico al final y refleja una realidad que hemos conocido.
- ¿Por qué confiamos en unos alces jóvenes y descerebrados? Nosotros somos urracas y siendo seres volátiles estamos muy por encima de esos estúpidos comehierbas.
- Son muy vistosos con su poderoso tamaño, sus hermosas cornamentas y sus arrogantes siluetas paseando por el bosque y éstos dos, aunque revelaban deficiencias, tuvieron la suficiente destreza como para acabar con Relámpago.
- Acabaron en aquel momento, Pica. Cuando recuperó el poder, se hizo más fuerte.
- Sí, la verdad es que los jóvenes alces no estuvieron a la altura y consiguieron el retorno triunfal de Relámpago.
- ¿A la altura? ¿Crees que después de su inesperado triunfo es normal ponerse a discutir si la victoria es producto de las astas de Morris o del poderío corporal de Bálsamo? Urraca, no me jodas.
- Eran jóvenes y pensaban que el mundo se arreglaba ganando batallas, recuerda como sus partidarios se dividieron en dos bandos enfrentados.
- Sí, Morristas y Balsamitas se pasaban el día dando el coñazo en cargantes e interminables combates cuerpo solo para enseñarnos el poder de sus astas.
- Rumiantes al fin y al cabo.
- También intervinieron monos ¿te acuerdas de aquel que se daba aires pretenciosos de intelectual y decía tener la verdad absoluta porque encontró tiradas bajo un árbol unas gafas redondas?
- Sí, claro, aquel que contaba que era un profesor reconocidísimo en una reconocidísima universidad de primates.
- No te fíes de monos.
- Ni de alces.
- Menos mal que somos urracas, Pica.
- Menos mal, Pega.
(Otra historia de Pega y Pica. El resto en este enlace))