(Inspirado libremente en "No se culpe a nadie" uno de los mejores cuentos de Julio Cortazar)
En verano hay que salir a la calle bien preparado y sin el apoyo que nos ofrecen las ropas de abrigo con sus mil recovecos. Las gafas de sol puestas, las de leer colgadas del cuello, un cordón para sujetar el MP4, los auriculares en los oídos, el móvil en un bolsillo, la cartera en el otro, las llaves de casa, el monedero ...¿dónde coloco el monedero? Menos mal que ya no fumo y no tengo que preocuparme de la cajetilla y el mechero.
Todo va bien si todo va bien. Lo malo es cuando al caminar por la calle todos esos abalorios -por esa vocación corporativa que tienen los abalorios- deciden juntarse, enredarse, entablar amistad y te sientes obligado a separarlos ya que tienes prisa por llegar a algún lado. Casi siempre es peor el remedio que la enfermedad y a poco que te descuides, pasas a formar parte de sus enredos con la voluntad anulada por esos ingratos que pretenden complicarte las cosas y amenazan con hacerte un nudo en el cuello.
Todo va bien si todo va bien. Lo malo es cuando al caminar por la calle todos esos abalorios -por esa vocación corporativa que tienen los abalorios- deciden juntarse, enredarse, entablar amistad y te sientes obligado a separarlos ya que tienes prisa por llegar a algún lado. Casi siempre es peor el remedio que la enfermedad y a poco que te descuides, pasas a formar parte de sus enredos con la voluntad anulada por esos ingratos que pretenden complicarte las cosas y amenazan con hacerte un nudo en el cuello.
Inevitablemente la gente se empieza a fijar en ti. Empantanado en tu propia angustia percibes tu paulatina transformación de sujeto pensante en objeto de desprecio.
"¡Qué tío más torpe!" Adivinas palabras en las miradas ajenas. Porfías una vez más en tu inutil lucha pero lo haces con gesto teatral, para la galería, sabiendo que tu intervención sólo te atrapará aún más en la red siniestra de tus abalorios.
Necesitas una salida digna a tu bochorno. Debes huir. Es la cosa que mejor sabes hacer cuando las cosas se ponen feas. No te puedes seguir asfixiando ante la hilaridad de espectadores aburridos. A estas alturas un cordón te tiene atrapado por las orejas y el otro quiere cortarte la yugular.
¡Hay que hacer algo!
Quizás atravesar la calle, aunque corras el riesgo de que te atropelle un coche en esta avenida infernal.
¡Hazlo ya!
¡Ya!
¿Lo ves? no era tan difícil. Además aquí, en la Morgue, se está fresquito y tranquilo. Nadie te acosa con su su mirada burlona. Reconócelo, más vale la paz de los muertos que el sin vivir viviendo de los vivos.
Puede optar por una mochilita, tipo portabebés. No es tan chic, pero puede ser útil. Además, así le mirarían definitivamente, al no ver ningún bebé, la gente que siempre está ávida de ver excéntricos-locos inofensivos (ya que los peligrosos no gustan tanto) disfrutaría de lo lindo. De no ser así, no entendería el éxito de esos programas chorras, en los que un “periodista anzuelo”, pone cebos tontolabas que todavía (inexplicablemente para mí) emboban al personal.
ResponderEliminarPero en fin, veo que lo ha llevado al extremo. Usted, tajante. ¡Fuera problemas! Un fiambrito a buen recaudo no tiene miedo al ridículo. ¿O sí?
Como me gustaría saber a mí, si los fiambritos están tan “a gustito” (tipo Ortega Cano) o tan jodidos como los vivos.
El ridículo es una simple cosquillita pasajera, al lado del zurriagazo insoportable que debe asestar un coche a un pobre pellejo.
Aunque solo sea por eso, por evitar el zurriagazo de marras, aguante la mimética conducta urbana y cómprese la mochilita. Incluso podría llevar una socorrida lima de uñas, tan útil para el astillamiento de las mismas (morderlas está muy mal) una agenda convencional -por si se le jode el móvil y se queda sin batería y tiene que llamar a alguien urgentemente y ¡como no! no sabe su número de memoria, como todo móvil-humano- una botellita de agua (imprescindible estos días pal caló), un mini-libro que no leerá por si tiene que coger algún transporte y no quiere mirar al vecino o al vacío, (la música sola no consigue aislar tanto como hacer que se lee al mismo tiempo) y un pañolito pal sudor…
En fin, las posibilidades son infinitas antes de dejarse embestir por esas máquinas asesinas. Además no confíe en la suerte, no tenga la seguridad que el golpe lo llevará al descanso eterno (si lo fuera), puede quedarse “a medias “ lo pior de lo pior.
Me está entrando jiñe al imaginar la escena. Tanto la del accidente, como la de la mochilita de marras.
Lo mejor será que se vaya a vivir al campo, allí todavía queda gente inteligente que lo máximo que llevan para desplazarse es un palillo entre los dientes, o un bastón, para apoyarse o como arma de defensa. Aunque debe darse prisa, pues de estos sabios paisanos quedan muy pocos.
Suspensa cual alma cándida y sin embargo... próxima a finar de risa (jamás perdiendo la compostura, eso sí) me ha dejado, monsieur Chamán Triste, con la lectura de su texto, tan admirablemente inspirado , que
ResponderEliminar"...diera un doblón por"/
haberlo escrito yo.
Mochilita anti-ridículo apuesto a que los muertos no tienen sentido del ridículo y el zurriagazo es como un empujoncito hacia otro territorio donde las reglas, sean cuales sean, no serán las mismas que las se estilan en este antro mortal.
ResponderEliminarA buenas horas, mangas verdes. ¡Para usted la mochila que aún sigue vivo!
Carmen es usted una envidiosa cariñosa cosa que suaviza la cosa.
ResponderEliminarYo daría 500 doblones por escribir un texto que fuera una décima parte de bueno que el peor relato de Cortazar.
Gracias por sus palabras.