Empece a pensar que quizás tenía unas dotes fuera de lo común y que podía ser interesante no desaprovechar una espléndida oportunidad y poner en juego mis enormes potencialidades. Mi condición de próspero y avispado promotor inmobiliario me da muchas satisfacciones, sobre todo cuando compro favores o enladrillo paisajes, pero quizás en el futuro me sienta mal no sacar el partido debido a todo mi talento.
No obstante, algo me decía que me sobrevaloraba en demasía. En realidad los demás se acercaban a mí pero yo no tenía nada que contarles. Venían, me hacían partícipe de muchos detalles de su vida lastimosa y se marchaban aliviados. Yo me quedaba como un pasmarote sin haber dicho nada. Sé que los psicoanalistas hacen lo mismo pero en su caso cobran suculentas minutas mientras alargan sus supuestas terapias durante años y años. Los curas, aunque no cobran, pueden dar rienda suelta a sus más bajos instintos en el confesionario, tanto lanzando su rastrera mirada sobre los rincones más oscuros de la vida de sus fieles, como dictando sádicas penitencias que alivian su desbocada sexualidad reprimida.
¿Pero qué sacaba yo de esa inusitada eficacia como vertedero de desdichas? Tragaba con todo lo que me echaban encima pero luego no me sentía con capacidad de digerirlo. Era demasiado peso encima. Una carga que me hacía sentir débil y vulnerable. Casi de cristal. Como aquel Licenciado Vidriera del relato de Cervantes.
Claro, al fin lo entendí. No podía liberarme de mi fragilidad pero podía hacer uso de ella. Debía pulirme. Hacerme más ligero, más plano. Tenía que recubrirme con una capa de metal plateado que protegiese mi interior.
Con vuestra ayuda lo he conseguido.
Vosotros me habéis pulido con vuestros lamentos. Me habéis aligerado tras golpearme con vuestro pesado malestar. Me habéis convertido en un tipo plano con vuestra prepotencia ególatra. Habéis solidificado mi interior con una capa de indiferencia, inmutable a vuestros patéticos arañazos.
Gracias.
Gracias por todo.
Gracias por convertirme en un hombre espejo.
¡Hola, doctor! Bueno, ¡veo que estás en plena forma! Me encantó este hombre espejo con el que, por cierto, hasta me identifico. Parece que la Humanidad se está dividiendo entre los que siempre se quejan y los que siempre deben dar consuelo. Entre los que intentan superar las adversidades por sí mismos y los que necesitan a un ejército para superarlas. Y, evidentemente, todo tiene un límite. Al final debes protegerte con escudos o con espejos que reflejen pero sin afectarte. De lo contrario, la vida se convierte en un círculo vicioso de compadecimientos y penas que no suele llevar a ninguna parte. Muy buen personaje este hombre espejo. Seguro que tendremos más noticias de él en el futuro. Un fuerte abrazo!!!
ResponderEliminarHola y gracias, David. El victimismo o el síndrome de Calimero es un artículo de actualidad tanto individualmente como en plan colectivo. Consoladores (ejem)hay menos, es mucho trabajo para recompensa tan menguada. Como la sociedad tiende irremisiblemente al infantilismo y a la dependencia interpersonal no sé como acabará la cosa.
EliminarEl tiempo dirá si hay que sacar de nuevo el hombre espejo a la palestra.
Un abrazo grande.
Si tienes vocación de paño de lágrimas es lo mejor que te puede pasar. También funciona lo de mandar a la gente a hacer gárgaras, que los hay que se creen que no hay nada mejor que hacer que aguantar sus miasmas
ResponderEliminarEs una solución rápida y sencilla y te aleja del chantaje emocional, esa plaga. También es cierto que hay gente que disfruta por dentro con algo que dice rechazar para fuera.
EliminarEs triste la situación de este hombre espejo, refleja la luz, pero esta no lo atraviesa. Capas de aislante terminan por hacerle una coraza. No se puede vivir siendo permeable a todo, pero algo debería pasar, para sentirnos más humanos.
ResponderEliminarEncontrar la medida exacta es lo que nos haría más humanos, pero no es fácil en un mundo en que nos recreamos en el sufrimiento pero no hacemos nada para prevenirlo.
EliminarPor favor, Doctor, no me cuente su vida; no me interesan sus problemas.
ResponderEliminarYa en serio, el Hombre Espejo me parece un superhéroe estupendo. Habría que verlo desarrollando sus capacidades.
Por ejemplo, un amigo me decía hace años que estaba harto de escuchar a todo el mundo y que nadie lo escucha a él, cuando la realidad era totalmente al contrario. Me gustaría ver al Hombre Espejo administrando justicia a ese individuo.
Saúde.
Yo solo soy el vehículo para que él se exprese, de alguna manera soy el espejo del hombre espejo. Recuerdo el vértigo en aquella peluquería en que un espejo se reflejaba en otro espejo y veías una sucesión de realidades cada vez más minúsculas como matrioskas infinitas... Un tipo llamado Michel Foucault escribió un libro titulado "Las palabras y las cosas" en que hace un estudio fascinante sobre el poder de los espejos a cuenta de Las Meninas de Velázquez.
EliminarSaúde
A veces es mejor tener el cristal ligeramente opaco...
ResponderEliminarComo los de los cristales de los coches de la gente importante para ver sin ser visto.
EliminarMe gusta este hombre espejo, al final creo que casi todos teminamos hasta las pelotillas de aquellos que nos cuentas solo sus mierdas, esos suelen ser los mismos que luego llenan el facebook con fotos de su vida "cojonuda". Debería existir una ley que prohiba ir por ahí derritiendo las orejas ajenas, sólo con problemas y más aún, si luego no se quiere escuchar los problemas o chistes malos del otro.
ResponderEliminarUn texto lleno de verdades jij
Por si te aburres, aquí un textillo que haba de personas similares: https://naufragolaluna.blogspot.com/2019/12/los-calentadores-de-orejas.html
Un abrazo Doctor!!!! Me gusta el tema de los Human League.
Es que como le cojas gusto a la cosa de la queja no puedes parar. Debería estar en el manual de las adicciones en vez de preocuparse de asuntos menores con el sexo o el TOC.
EliminarHe leído tu estupenda entrada y aparte de quedarme con lo de "oreja a acrilamida" me ha llegado al alma lo de los tapones de cera en las orejas cosa que no te recomiendo para nada. Llevaba desde el domingo con un enorme tapón de cera en la derecha que me había dejado sordo y solo está mañana, de forma artesanal, he logrado sacármelo, ya que por el colapso del Covid tendría que esperar dos semanas para que me atendiesen en el centro de salud.
Coño, ya he contado mis mierdas.
Lo siento náufrago, te tocó.
Un abrazo y muchas gracias
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEstoy lista para verte tal cual sos. Libre de espejos o caras raras. Y voy a esperar sentada en mi asiento primera fila. Sedientamente visual.
ResponderEliminarLibre des espejos y de caras raras... humm ¿acaso alguien tiene la cara que dice o cree tener?
EliminarLo ideal es hacerse transparente, pero esa es justo la diferencia entre un cristal y un espejo: el tinte que lleva el espejo en su parte trasera. Pero solo es un problema de tiempo, ya que tarde o temprano ese tiente comienza a agrietarse y cae. Entonces vuelve el cristal a su ser, y que reflejen otros.
ResponderEliminarYa sé que no todo el mundo tiene tanto tiempo, pero otra solución no se me ocurre.
Yo le tengo manía a la transparencia casi tanto como a la invisibilidad a la que le dediqué una entrada. Le tengo manía a la transparencia porque me he pegado algún leñazo con puertas de cristales en alguna tienda de algún centro comercial. Cierto que a los espejos se les agrieta el fondo pero siguen teniendo una dignidad superior a los de los cristales tan previsibles en su simpleza.
EliminarDespués de leer tu entrada y reflexionar un momento he llegado a la conclusión de que no tengo vocación de ser espejo
ResponderEliminarUn abrazo
Todo sea porque has encontrado una solución mejor, si es así me alegro Luis Antonio.
EliminarUn abrazo
Hay personas que tienen algo que atraen a la gente a contar sus penas. Las hay que empatizan y son perfectas para esa tarea, pero comprendo que en exceso sea mejor recubrirse de espejos.
ResponderEliminarLa otra opción es poner cara de pocos amigos a quien insiste en contar sus penas una y otra vez.
Saludos.
Las personas que atraen a los dolientes y apenados suelen ser gente educada incapaz de rechazar a los demás y que no están exentas de dar buenos consejos. Pero hay un límite para la propia educación y la empatía. Creo
EliminarSaludos
No elegimos lo que queremos ser, otros nos lo imponen. Y luego ni se fijan en lo que han hecho.
ResponderEliminarSuerte!
J.
Es una buena observación, aunque muchas veces somos nosotros los que elegimos nuestro propio destino justificándonos en lo que nos ofrece la colaboración ajena.
EliminarSuerte para ti, también.
Suerte para ti.
hey me parece un buen consejo ser un hombre espejo. gracias doctor
ResponderEliminarPero no olvides que de vez en cuando hay que limpiar el vaho que van dejando los que se reflejen en él.
EliminarGracias, Lord Mysticus.
El cristal es un material duro en la cercanía, es difícil de rayar incluso con acero, se ve fuerte e invulnerable. Sin embargo es frágil con las cosas que vienen de más lejos, una maleable e inocente pelota de goma arrojada con pueril fuerza le puede romper. Hay otras opciones, creo yo.
ResponderEliminarUn saludo.
La opción del agua, como sugiere el amigo Bruce tiene alguna dificultad según pienso yo. Ese movimiento continuo, esa falta de fijación y desenfoque no sé si será suficientemente atractivo para los que quieren usarlo de forma segura.
EliminarSin embargo, siempre es una opción a valorar.
Saludos
LO malo de ser espejo es que te lloren o tú ayudes pero para ser capaz de no recibir nada a cambio de esa o esas supuestas personas sin criterio o necesitadas de ayuda, considero que lo que tiene que hacer un hombre cristal es ser un poco selectivo, caramba. Cuando das algo sin mal rollo siempre hay alguien que te lo devuelve. El hombre espejo debía de haber sido capaz de hacerse opaco y haber tenido un poco de psicología según con quien, es mi opinión. Me ha encantado la metáfora, casi parece una alegoría de la bondad mal entendida. Aunque no te lo creas, el post me ayuda a reflexionar. Genial, como siempre. Abrazo, Krapp.
ResponderEliminarEl problema, Marisa, es como proceder a esa selección entre unos y otros.¿Quizás recurriendo a esos espejos deformantes de feria para desanimar a ciertos egos realmente molestos?
EliminarEs una alegoría con posibles lecturas y si la de la bondad malentendida por los que abusan de ella podría ser una de ellas.
Muchas gracias como siempre, me alegro si te ha gustado.
Un abrazo grande.