Entró como un ciclón en el anticuado despacho presidencial.
- Lo conseguimos, presidente, lo conseguimos.
- No le permito que entre de esa manera. Salga y vuelva a entrar con la debida compostura.
Dentro, el presidente siguió leyendo el informe que tenía entre manos durante varios minutos más, mientras su afamada mente reflexionaba sobre si le producía alguna lástima que su segundo durante más de 30 años sufriera un bochorno semejante. "No, que se joda. Ser mi segundo requiere sacrificios". En realidad le excitaba una situación como aquella, pero sabía que no era un buen pensamiento.
- Adelante
- Presidente, creo que hemos encontrado a nuestro mirlo blanco.
- Le ruego que hable con propiedad, consejero.
- Vale. La mariscada que hemos organizado ha sido un éxito .He convencido a los muchachos que ganaron las oposiciones para que trabajen con nosotros. Tenemos futuros dirigentes del partido. Sobre todo el segundo, el gafotas como le llaman.
- ¿El segundo en las oposiciones? Pues mire usted, yo quiero siempre a los primeros, no a los fracasados. A los ambiciosos que se desgastan ojos y codos en apuntes. A los que conocen las leyes y los códigos al dedillo. Quiero a los primeros en el concurso de las cotorras. Así llegué yo en tiempos del General De la Tranca y creo que no me ha ido mal, teniendo en frente a los de la secta mafiosa católica y a los azulones borrachos.
- Pero Don M., el segundoresponde plenamente a sus deseos. Es trabajador y esforzado. Tímido, siempre estudiando, no sale de noche y su única aspiración es llegar a juez.
- ¿No será comunista? Hay comunistas por todas partes.
- No es comunista, aunque ha votado al partido del gobierno actual, pero estamos a finales de los 80 y es lo que se lleva. Lo normal
- ¿Cómo que lo normal? ¿Qué dice usted, caballero? Son nuestros adversarios políticos. En mis tiempos, en eso que ahora llaman dictadura tranquista -por el apellido del General y no porque nos devolvió la tranquilidad- los gobernantes actuales se hubieran ido derechitos a la cárcel después de cantar un rato.
- Como quiera, presidente, aunque deseo pensar que este es aún pueden ser nuestro tiempo, si encontramos los mimbres adecuados que mantengan nuestro espíritu.
- No sea insolente, JM, o lo mando a redactar manuscritos a un cuchitril de la diputación. El espíritu es cosa mía.
- Presidente, este aspirante responde a lo que necesitamos. No es una persona de ideas, yo diría que ni las frecuenta y se adapta a lo que le echen. No por ello deja de ser una persona orgullosa y hasta engreída. Tiene dotes de mando y le gusta el poder. Tiene cierta amistad con gente de negocios turbios pero creo que es un terreno fértil para plantar nuestras sólidas ideas y que terminen dando fruto cuando llegue el indeseado relevo de su excelencia.
- Ya basta, me sobran sus elogios desmedidos a un desconocido. No diga una cosa más o le mando a freír espárragos. No voy a seguir perdiendo el tiempo, tengo mucho trabajo. Envíemelo y tráigame también al otro.
- ¿Al otro?
- Al que quedó primero en las oposiciones. No me voy a conformar con gangas.