- Hemos atrapado a un grupo sospechoso a la entrada del pueblo, mon colonel.
- ¿Patriotas? Fusílelos junto a la tapia del cementerio. Como al resto.
- Señor, llevan banderas tricolores y gritan Vive La France.
- ¿Colaboracionistas? Traiga a mi presencia a esos traidores, capitaine.
- A la orden, señor.
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- ¿Alguno de ustedes sabe hablar en mi idioma?
- Todos lo hablamos, mariscal, Como caballeros ilustrados, nada francés nos es ajeno. Por eso el populacho ignorante nos llama afrancesados.
- Soy colonel, no maréchal. No lo olviden, si quieren conservar la peau.
- Nosotros también queremos la paix, colonel.
- Peau no paix. La que por ahora rodea su cuerpo y puede perder si no me gustan sus respuestas. ¿Monsieur...?
- Soy marquis. El Marqués de Carabás.
- ¿Marqués de Carabás, el de Le Maître Chat? ¿Se está riendo de mí? ¿Dónde está el gato? Sin duda sabrá que en Francia a los marqueses les cortamos la cabeza.
- Mon colonel, vayamos por partes. El señor Perrault usó nuestro marquesado de una forma artera y desvergonzada, pero como hace más de cien años que nos dijo au revoir no merece la pena insistir en el tema.
- ¿Cómo un Marquis de Merde se atreve a ofender a unos de nuestros más gloriosos escritores? Si vous continuez sur ce chemin, vous verrez bientôt votre fin.
- Vale, vale, es usted hombre de poca paciencia por lo que veo y no me ha dejado seguir hablando. Debe saber, que todos los aquí presentes deseamos los mejor para la Grande Armée y para su glorioso emperador, pero nos entristece que estén ahora en guerra con nuestros toscos compatriotas. Por desgracia, ellos no han leído la Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers y la obra de Voltaire, Montesquieu o Rousseau. De haber podido hacerlo, como pudimos nosotros, dejarían de levantar partidas sediciosas y los recibirían con los honores que merecen.
- Me está aburriendo con su cháchara erudita. No soporto a los ilustrados y a su petulancia libresca. Ellos nunca vienen al frente, prefieren los salones literarios y como arma usar la pluma.
- Mon colonel, que conste, que también simpatizamos con la gloriosa revolución de 1789 de los sans-culottes. Llevamos en nuestros corazones grabados a fuego los nombres de Mirabeau, La Fayette, Robespierre, Desmoulins, Danton, Marat, Fouché...
- Basta, eso es historia, y ya han pasado veinte años. Muchos de sus admirados perdieron la cabeza en sus inútiles disputas para llegar al poder. Ustedes pueden perder la suya si no me convencen de que dejarlos con vida merece la pena
- Queremos la paz. Deseamos librarnos del régimen que mantiene a nuestro país en el atraso más atroz y repugnante. Necesitamos nuevas leyes que nos traigan la dignidad humana, la libertad y el progreso. Para ello, estamos dispuestos a perder nuestra independencia y someternos a la autoridad de vuestro emperador y de su hermano, el rey Pep... José.
- ¿O sea que quieren cargos con el nuevo rey? Ese no es mi trabajo, yo soy un simple soldado y mis galones fueron conseguidos en el frente de batalla, no trepando en intrigas palaciegas. No son lo mío los enjuagues cortesanos o las proclamas al vacío. Solo sé que estamos conquistando este país y que se me ha ordenado eliminar a los enemigos peligrosos. Reales o potenciales.
- Nosotros somos amigos de Francia.
- Por ahora. Son ambiciosos y no podemos estar seguros de que cambien de bando si cambian las circunstancias. Capitaine, organisez l'escouade de fusiliers...
- Espere, tenemos un último argumento.
- Alló?
- En la sierra, cerca de aquí, tenemos un secadero de jamones.
- ¿Jambons?
- Beaucoup de jambons. Muchos, hay para todos.
- Mon dieu.Cet argument est très succulent
- Bon appetit, mon maréchal. ¿Nos podemos marchar ya?