27 noviembre 2012

Alma de canalla

Sin duda todavía te sientes un tipo importante, un escritor de genio como te proclamaban los entendidos hace más de veinte años. Viejas historias consoladoras para alguien que hoy a duras penas se mantiene en pie. Sentí lástima al verte en aquel bar: tambaleante, esquelético, naufrago en un mar de arrugas. Cuando intentabas hablar balbuceabas frases inconexas que intentabas revestir de cierta gestualidad espléndida y generosa para que la gente viera tu exigua llama y no la decrépita mecha que la había encendido. 
Estás muy mal. La vieja zorra que ha agujereado tus venas vendrá pronto a pasarte la factura.
Pensaba que el malditismo estaba en horas bajas después de la masacre de los 80. Aquella si que fue una bonita época para rellenar las necrópolis de la gloria con una nueva hornada de cadáveres jóvenes y bien dispuestos. Si te hubieras muerto entonces, ahora serías un referente cultural para toda esa bandada de buitres académicos que rebuscan tesoros inéditos bajo los sepulcros. Te sobran años de meritaje y aunque aún te pretendas marginal solo eres un señor de mediana edad pasado de experiencias y heroína.   
La mirada quizás. Quizás la mirada altiva sea lo único que queda de aquel adolescente despiadado y cruel que despanzurraba gorditos, aplastaba gafas de pasta y humillaba a tímidos adolescentes. Aquellos si que fueron tus tiempos de plenitud. Aupado por tus compinches rezumabas optimismo y alegría mientras el resto intentábamos escurrir el bulto para no convertirnos en futuras dianas de tus impulsos sádicos. 
No, en la solapa de tus libros no aparecen esta clase de datos biográficos. 
"Un escritor maldito. Un verdadero autor de literatura canalla", decían los críticos para describirte. Y no se equivocaban, su elogio era tu más fiel retrato. Nada más propio que un alma canalla para escribir literatura canalla. De esa que le gustan a ellos, los que saben todo.
Es obvio que te queda poco tiempo. Ahora el destino se va a divertir jugando contigo. Tal como tú jugabas con aquellos niños que martirizabas sin piedad.
Aguantarás a pie firme, es lo que se espera. Eres un tipo aguerrido y orgulloso. No te encogerás como aquellos lloricas que aunque machacabas a golpes no espabilaban nunca. Tú en cambio siempre estuviste bien despierto y sabes que de esta última canallada no te librará nadie.

19 noviembre 2012

Estercolero de sueños (A 10 años del Prestige)

Se hace difícil conmemorar una tragedia. Hoy, 19 de noviembre, se cumplen 10 años de la catastrofe del Prestige y a falta de otras armas de los que echar mano, en determinados temas me gustaría tenerlas, he decido usar mis dos blogs de forma combinada para recordar lo que vivimos en aquellos terribles días. 
 
 En Sinfonía Azul he puesto temas musicales que nacieron inspirados por aquel naufragio. Puede que haya alrededor de cuarenta temas relacionados con el Prestige, y  de los que conozco he elegido tres para colocarlos en la entrada titulada Sinfonía en negro alquitrán.
Y sin embargo el tema que más me gusta estará aquí, en el Círculo de los Suicidas Perezosos, donde quiero dejar un mínimo testimonio sobre Man, el artista eremita de Camelle a través dos documentos aficionados que a falta de un trabajo más profesional, del que muchas veces se ha hablado, pueden reflejar bien la huella que dejó Manfred Gnädinger na Costa da Morte.
(Comienza a partir del minuto 7)

Noviembre abría sus brazos
y tú desnudo como cada mañana,

buscabas entre las rocas

el rastro de tu paraíso.


¿Dónde están los pájaros de alas blancas,

¿Dónde el salvaje rumor,

¿Dónde la memoria marina

de espuma y alisios del norte.


Y mudo, contemplando la tragedia

recuerdas cuando decides huir

de aquella Alemania brumosa

donde nada tenía sentido.


Pero Manfred, ¿qué le han hecho al mar?

que el agua se ha teñido de muerte,

que llegan a la playa olas de vergüenza

que lo embrutecen todo.

Pero Manfred que le han hecho al mar?

Que te han arrancado el corazón

Con lanzas de miseria

la atlántica belleza, que lo inundaba todo.


Noviembre abría sus brazos

y tú desnudo como cada mañana,

buscabas entre las rocas

el rastro de tu paraíso.


Pero quien ha sido capaz de robarte

un sueño de mar infinito,

la vida bañándose en la playa

y el grito abisal de los delfines.


Y dicen las brujas marinas

que te ven vagar por los arrecifes,

Una sombra entre tinieblas, vestido de desnudez

y mar de tristeza en tus ojos.

Esta es la traducción del hermoso tema que el cantaautor catalán Joan Isaac le dedicó a Man. En el video musical le acompaña Ana Belén.  
Ni se os ocurra ir a Camelle para ver el Museo de Man. No merece la pena. Hoy todo aquello es una ruina vergonzante. A pesar del legado económico que dejó el artista y de la pretendida institucionalización por parte de las autoridades políticas de turno, nadie ha hecho nada para mantener su obra a salvo. Nadie. Aquello se derrumba con cada temporal y el vandalismo también ha hecho de las suyas. Pronto será un estercolero más. Un estercolero de sueños quizás, pero no muy diferente a cualquier otro. No imagináis como lo lamento.

12 noviembre 2012

Un difunto útil

  • ¿Qué hace usted aquí, Gil?  
  • Trabajando, señor director, como todos los días. ¿No querrá que me quede en casa en un día laborable? Sabe que soy una persona muy cumplidora y más en estos tiempos tan  duros incluso para los que todavía tenemos una ocupación remunerada.
  • Pero Gil, usted ya no tiene trabajo. 
  • ¿Me manda al paro? ¿También me va echar a mí después de regalarle a esta empresa 30 años de mi vida? 
  • No es eso, el problema es que...a ver como se lo digo. Usted no necesita trabajar porqué...
  • ¿Me ha tocado la lotería? Por favor, señor director, no me mienta con algo tan infantil. Eso no se le hace a un empleado "veterano y competente" tal como usted me suele llamar. Entiendo que después de tantos años me corresponda una buena indemnización por despido pero no es ningún premio volver a casa aún en esas condiciones. ¿Qué voy a hacer yo allí? No sé hacer otra cosa que no sea currar.
  •  E...es que tampoco puede ir a su casa.
  • Pues acláreme que va a ser de mi vida, al parecer lo sabe mejor que yo. 
  • Mi buen Gil, me veo en la penosa tarea de informarle de que el viernes pasado fue encontrado muerto en este despacho por la señora de la limpieza. Hacía dos horas que había acabado la jornada pero al parecer usted tenía algún asunto pendiente que resolver. Se levantó su cadáver y se le llevó al tanatorio. Esta mañana se celebró el entierro en su nicho familiar. Justamente acabamos de venir de esa ceremonia y me he acercado hasta aquí porque vi luz debajo de la puerta.
  • Vaya contrariedad. ¿Y que voy hacer ahora? No se me ha perdido nada en el cementerio. Me falta experiencia como difunto. Como le he comentado, solo se me da bien ésto.
  • Tengo una idea que quizás le podría ayudar. Usted podría seguir trabajando aquí y tanto yo como mi consejo de dirección nos encargaríamos de tapar su secreto. Es cierto que tendríamos que trasladar su oficina al sótano para no ser visto por sus excompañeros, pero no habría problema, solo lo sabría el staff directivo y alguna persona de absoluta confianza. Ahora tendrá todo el tiempo del mundo para contribuir al bienestar de la empresa sin tener que someterse a las habituales limitaciones a los que estamos sometidos los seres con cuerpo.
  • ¿Y que tipo de gratificación recibiría yo por seguir empleado  aquí dentro?
  • Querido Gil, usted ya no necesita vulgares gratificaciones físicas. ¿Para que necesita el dinero si está muerto? Ya no necesita comer, ni tener un hogar. Tampoco necesita el  coche, comprar una lavadora o pagar la carrera de sus hijos. Por supuesto se acabaron los planes de futuro. Además viajar va a ser un chollo ya que en un plis plas puede ir a cualquier parte o eso he visto  yo en alguna película sobre los de su clase. En definitiva, le ofrezco algo mucho mejor que las caducas recompensas físicas. Le ofrezco ser útil. Un difunto útil que no perderá el tiempo andando a tontas y a locas por ahí recordando pasados agravios y asustando al personal. ¿Lo acepta?

05 noviembre 2012

Recibiendo a García Calvo en su segunda vida

"El futuro es eso con que os engañan, a los viejos también, pero sobre todo a los más jóvenes, cada día: os dicen “tenéis mucho futuro” o “tenéis que haceros un futuro”, “cada uno tiene que hacerse su futuro” y eso es justamente, aunque no lo digan, una resignación a la muerte, a la muerte futura. El futuro es eso; por tanto, el futuro es el que necesita el Capital; el dinero no es más que crédito, es decir, futuro, fe en el futuro; si no pudiera echar cuentas, ni habría Banca ni habría presupuestos estatales. El futuro es de ellos, es su arma. Por tanto, nunca dejéis que os suene como algo bendito o beneficioso: debe sonaros justamente a muerte, que es lo que es el futuro. Lo que estemos haciendo aquí, lo que estáis haciendo aquí, ello dirá lo que da de sí, pero no tenemos futuro; no tenemos futuro porque eso es propio de las Empresas, de las finanzas y del Capital. ¡No tenéis futuro!: esto es lo que hace falta ser valientes para denunciar."
Agustín García Calvo en las Asambleas del 15M.
(Gracias a Selo Blanco por darme a conocer este texto)
Lejos quedaron los tiempos de los viejos dinamiteros idealistas y de las patrullas milicianas, que al calor de la Guerra Civil, regaron este estremecido territorio de revolución y de sangre. La tempestad arruinó la cosecha y sus restos fueron alimento para las aves de rapiña que ensuciaban el paisaje con sus oscuras formas. Pero no todo estaba perdido. Bajo el suelo yermo, en su interior,  las capas freaticas aún contenían el viejo sueño libertario con que alimentar las futuras simientes.
Agustín García Calvo fue una de esas espitas que permitieron que las viejas esencias continuaran manando. Lo hizo desde la poesía, desde el ensayo, desde la gramática, desde la traducción, desde el teatro, desde la filosofía, desde la charla, desde la tertulia, desde la polémica y desde una cátedra de Latín en la Universidad Complutense que perdió por unirse a las protestas estudiantiles en 1965. Tomó las de Villadiego que entonces se llamaba París y se rodeó de una cuadrilla de espadachines de la Santa Acracia donde creció en fama y prestigio retroalimentándose con los hallazgos  y novedades madurados alrededor del Mayo francés. Cuando volvió en 1976, siguió siendo un poeta libre que huía como la peste del verso libre. Lo suyo eran las viejas formas poéticas castellanas que servían de marco para hermosos textos cristalinos y solemnes. Poemas musicados, como ese que Amancio Prada convirtió en  himno de libérrima afirmación amorosa:

O también no musicados, recitados por el propio autor, con ese aire de aguerrido bandolero de Sierra Morena que no le abandonaría hasta la hora de su muerte:
 

(Aquí enlace al texto) 
Así fue Agustín García Calvo, un hombre que llevo la radicalidad de su pensamiento hasta su propia vida, sin miedo a las contradicciones al que ese pensamiento podría exponerle. Se demuestra en su famoso pleito con Hacienda cuando se descubrió que nunca había realizado la declaración de la renta y pidió a sus amigos y lectores que lo hicieran por él, tal como exponía aguerridamente en este artículo de El País. (Ver enlace al texto)
"Ellos querrían que un anarquista, ya que tenga que haberlos, fuera miserable, piojoso, bohemio, pintoresco, drogota, enloquecido y febricitante de hambre y frío, y mejor que todo, naturalmente, muerto, muerto como Sacco y Vanzetti, y entonces todo estaría en su orden por lo menos, y hasta podrían dedicarle una manifestación comnemorativa en la futura sociedad del bienestar"
O cuando confeccionó ese suicida Himno de la Comunidad de Madrid a cambio de una peseta que imagino al menos, rubia y reluciente. Aquí lo podéis escuchar en su propia voz:

Charlas, testimonios inapelables que de  tan extremados, pasar por ellos era como pasar por el filo de una navaja.  Sin embargo no negaba el compromiso necesario cuando las miserias de la realidad empezaban a demostrar  su siniestra faz. Ahí estuvo el año pasado en la Puerta del Sol, a sus 84 años, en el glorioso 15m,  dispuesto a seguir batallando con las armas que mejor conocía: el pensamiento y la palabra. Lo que mejor supo hacer hasta el final. 
I
Enorgullécete de tu fracaso,
que sugiere lo limpio de la empresa:
luz que medra en la sombra, más espesa
hace la sombra y más durable acaso.
No quiso Dios que dieras ese paso,
y ya del solo intento bien le pesa;
que tropezaras y cayeras, ésa
es justicia de Dios: no le hagas caso.
¿Por lo que triunfo y lo que logro, ciego,
me nombras y me amas?: yo me niego,
y en ese espejo no me reconozco.
Yo soy el acto de quebrar la esencia:
yo soy el que no soy. Yo no conozco
más modo de virtud que la impotencia.
II
Pero no cejes; porque no se sabe
cuándo pierde el amor, dónde la tierra
volteando camina, ni qué encierra
mensaje del que nadie tiene clave
Pues el Libro Mayor (y eso es lo grave)
del Debe y el Haber nunca se cierra,
y acaso acierte el que con tino yerra;
ni es nada el mundo hasta que el mundo acabe.
Si te dicen que Dios es infinito,
di que entonces no es; y si finito,
que lo demuestre pues y que concluya.
Pero no hay Dios ni hay Ley que a contradanza
no se pueda bailar. Tu muerte es tuya.
Tu no saber es toda tu esperanza.