"El futuro es eso con que os engañan, a los viejos también, pero sobre todo a los más jóvenes, cada día: os dicen “tenéis mucho futuro” o “tenéis que haceros un futuro”, “cada uno tiene que hacerse su futuro” y eso es justamente, aunque no
lo digan, una resignación a la muerte, a la muerte futura. El futuro es eso; por tanto, el futuro es el que necesita el Capital; el dinero no es más que crédito, es decir, futuro, fe en el futuro; si no pudiera echar cuentas, ni habría Banca ni habría presupuestos estatales. El futuro es de ellos, es su arma. Por tanto, nunca dejéis que os suene como algo bendito o beneficioso: debe sonaros justamente a muerte, que es lo que es el futuro. Lo que estemos haciendo aquí, lo que estáis haciendo aquí, ello dirá lo que da de sí, pero no tenemos futuro; no tenemos futuro porque eso es propio de las Empresas, de las finanzas y del Capital. ¡No tenéis futuro!: esto es lo que hace falta ser valientes para denunciar."
Agustín García Calvo en las Asambleas del 15M.
(Gracias a Selo Blanco por darme a conocer este texto)
Lejos quedaron los tiempos de los viejos dinamiteros idealistas y de las patrullas milicianas, que al calor de la Guerra Civil, regaron este estremecido territorio de revolución y de sangre. La tempestad arruinó la cosecha y sus restos fueron alimento para las aves de rapiña que ensuciaban el paisaje con sus oscuras formas. Pero no todo estaba perdido. Bajo el suelo yermo, en su interior, las capas freaticas aún contenían el viejo sueño libertario con que alimentar las futuras simientes.
Agustín García Calvo fue una de esas espitas que permitieron que las viejas esencias continuaran manando. Lo hizo desde la poesía, desde el ensayo, desde la gramática, desde la traducción, desde el teatro, desde la filosofía, desde la charla, desde la tertulia, desde la polémica y desde una cátedra de Latín en la Universidad Complutense que perdió por unirse a las protestas estudiantiles en 1965. Tomó las de Villadiego que entonces se llamaba París y se rodeó de una cuadrilla de espadachines de la Santa Acracia donde creció en fama y prestigio retroalimentándose con los hallazgos y novedades madurados alrededor del Mayo francés. Cuando volvió en 1976, siguió siendo un poeta libre que huía como la peste del verso libre. Lo suyo eran las viejas formas poéticas castellanas que servían de marco para hermosos textos cristalinos y solemnes. Poemas musicados, como ese que Amancio Prada convirtió en himno de libérrima afirmación amorosa:
O también no musicados, recitados por el propio autor, con ese aire de aguerrido bandolero de Sierra Morena que no le abandonaría hasta la hora de su muerte:
(Aquí enlace al texto)
Así fue Agustín García Calvo, un hombre que llevo la radicalidad de su pensamiento hasta su propia vida, sin miedo a las contradicciones al que ese pensamiento podría exponerle. Se demuestra en su famoso pleito con Hacienda cuando se descubrió que nunca había realizado la declaración de la renta y pidió a sus amigos y lectores que lo hicieran por él, tal como exponía aguerridamente en este artículo de El País. (Ver enlace al texto)
"Ellos querrían que un anarquista, ya que tenga que haberlos, fuera
miserable, piojoso, bohemio, pintoresco, drogota, enloquecido y
febricitante de hambre y frío, y mejor que todo, naturalmente, muerto,
muerto como Sacco y Vanzetti, y entonces todo estaría en su orden por lo
menos, y hasta podrían dedicarle una manifestación comnemorativa en la
futura sociedad del bienestar"
O cuando confeccionó ese suicida Himno de la Comunidad de Madrid a cambio de una peseta que imagino al menos, rubia y reluciente. Aquí lo podéis escuchar en su propia voz:
Charlas, testimonios inapelables que de tan extremados, pasar por ellos era como pasar por el filo de una navaja. Sin embargo no negaba el compromiso necesario cuando las miserias de la realidad empezaban a demostrar su siniestra faz. Ahí estuvo el año pasado en la Puerta del Sol, a sus 84 años, en el glorioso 15m, dispuesto a seguir batallando con las armas que mejor conocía: el pensamiento y la palabra. Lo que mejor supo hacer hasta el final.
I
Enorgullécete de tu fracaso,
que sugiere lo limpio de la empresa:
luz que medra en la sombra, más espesa
hace la sombra y más durable acaso.
No quiso Dios que dieras ese paso,
y ya del solo intento bien le pesa;
que tropezaras y cayeras, ésa
es justicia de Dios: no le hagas caso.
¿Por lo que triunfo y lo que logro, ciego,
me nombras y me amas?: yo me niego,
y en ese espejo no me reconozco.
Yo soy el acto de quebrar la esencia:
yo soy el que no soy. Yo no conozco
más modo de virtud que la impotencia.
II
Pero no cejes; porque no se sabe
cuándo pierde el amor, dónde la tierra
volteando camina, ni qué encierra
mensaje del que nadie tiene clave
Pues el Libro Mayor (y eso es lo grave)
del Debe y el Haber nunca se cierra,
y acaso acierte el que con tino yerra;
ni es nada el mundo hasta que el mundo acabe.
Si te dicen que Dios es infinito,
di que entonces no es; y si finito,
que lo demuestre pues y que concluya.
Pero no hay Dios ni hay Ley que a contradanza
no se pueda bailar. Tu muerte es tuya.
Tu no saber es toda tu esperanza.