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Tus papás te aman
Al niño le gusta hacer el mono en el pasillo de su casa. Sus papás, tan modernos, le han enviado a un curso de expresión corporal. El niño, ahora inexpresivo, hace redobles golpeando con sus manos una caja de cartón. Sus papás, siempre diligentes, lo han matriculado en el Conservatorio. El niño que odia el solfeo, corre y da saltos por el parque. Sus papás, bien dispuestos, lo han metido en el club de atletismo.El niño agotado, solo quiere pintarrajear hojas de papel con su caja de colores. Sus papás, sin duda atentos, le obligan a ir a clases de plástica.El niño ya no pinta nada, está quieto y tiene miedo de moverse. Sus papás, muy preocupados, lo llevan al psicólogo.
La actitud de estos "papás", con buen nivel adquisitivo, es muy común en nuestros colegios privados y privados concertados. Desean que sus hijos "sepan" de todo y presumen de la infinidad de actividades extraescolares que llevan a cabo. Viste mucho. Sin embargo, no tengo la menor duda de que estos papás lo que realmente persiguen es librarse de la ingrata labor de convivir y educar a sus hijos. La duda que tengo con tales "papás" es si sería beneficioso para sus hijos tener que "soportarlos" más tiempo...Hasta lo de llevarlos al psicólogo -pronto dirán al psicoanalista- se está convirtiendo en una especie de alarde de estatus social...
ResponderEliminarCon lo expuesto no quiero decir que haya que rechazar todas las actividades extraescolares. Alguna puede ser beneficiosa, siempre y cuando esté dosificada...y tenga presente los intereses de los chicos.
Una respuesta estándar de los susodichos papás, cuando se les hace la observación de que deberían convivir más con sus hijos, es que "lo importante no es la cantidad, sino la calidad del tiempo de convivencia con ellos". La frase es irrepochable, pero en líneas generales no va más allá del mero artificio verbal...
ResponderEliminarLos padres a veces estamos para que nos encierren, y como con eso no tragamos, llevamos a los niños al psicólogo, a veces sin necesidad, para que nos digan que lo hacemos todo de puta madre y acallar nuestra conciencia.
ResponderEliminarUn beso, Krapp y muy feliz 2009
Querido Doc:
ResponderEliminarYo no soy madre, pero he sido hija, y es cierto lo que cuentas de los padres, a veces con el afán de que los hijos tengas todo lo que los padres no tuvuieron en su tiempo, (para mí estricta posición) intentan atiborrar a los peques. a base de clases extras, de todo lo que se les ocurra.
Pero bueno en el caso de los que como la gran mayoria hemos nacido en una familia numerosa, el afortunado o en este caso (desafortunado) tan solo podia ser uno o dos a lo sumo.
En esta sociedad en la que aprender puede ser hasta gratificante están haciendo que sea un suplicio de lo más doloroso para los nenes.
Claro que esta es la opinión de alguien que no ha tenido hijos, pero que tiene ojos.
Besitos Doc.y Feliz entrada de Año!!
De todo corazón
Dr. Krapp...me gusta como dices esta realidad. Acuerdo con Luis. Agregaría que aquí, los papás de bajo poder adquisitivo también abandonan a los niños, por pocas monedas, en un ciber, "chochos" de que el nene y la nena "sepan computación" y luego los pasan a buscar (a los nenes) para llevarlos a las prácticas de fútbol porque todos tienen un Maradona o un Messi en potencia que les va a salvar la vida a la familia...que de eso sí se ocupan y de alentarlos detrás de la alambrada para que agredan al rival e insultan al propio hijo si no acierta una jugada. No tengo nada contra el fútbol, pero esos papás se olvidan que es un juego que se puede disfrutar como cualquiera, inculcando a niñitos la competencia feroz y sometiendo sus cuerpos a exigencias para las cuales todavía no están preparados, que después vemos las consecuencias y el fracaso. No hay cumpleaños, tareas escolares, asistencia a paseos educativos si el niño tiene "práctica"...mientras se "acompaña" al nene, la nena se queda embarazada de su soledad y es mamá a los 14 años de un crack de fútbol en potencia. En fin, dos realidades y muchos abandonos.
ResponderEliminarSaludos y un comienzo esperanzado.
JAJAJAJJA. Buenísimo! Seguro que sería un psicólogo condcutista. No como yo, que promuevo la sublimación a través del arte y del deporte. Saludos Dr Krapp!
ResponderEliminarYo a mis hijas le pego de Ostias... es eso bueno, pero es que quieren llamar mucho la atención.Yo quiero ser espectacular. Por qué esta identidad?
ResponderEliminarCreo que te faltó un detalle antes de la visita al psicólogo, donde está la famosa consola??
ResponderEliminarNo puedo dejar que se acabe el año sin contestaros.
ResponderEliminarFelicidades para todos
Luis Antonio, vivimos en un mundo de galería y redundancias. En ese mundo todo se hace ya que hay que hacerlo, ya que viste bien y tiene cierto caché que lo hac atractivo. Lo malo es que ese experimento de banalidad comienza con los propios hijos.
¿Y que nos dice nuestra conciencia para que tengamos que escapar de ella, Novicia? ¿Y nuestros ancestros usaban de la misma conciencia o les valía con el confesor que cobraba mucho menos?
Lisebe, ese es el dilema: la hartura de todo cuando se tiene todo y se desvaloriza el hecho de conseguirlo. Par ti también una feliz entrada al Año Nuevo.
Una descripción muy atinada, muy descriptiva y muy porteña, Mara y Cuyá y lo de la niña es sensacional y clarividente: "la nena se queda embarazada de su soledad y es mamá a los 14 años de un crack de fútbol en potencia" Saludos a ti y seguiremos viéndonos por este mundo virtual.
ResponderEliminarDr Freud algunos niños están tan sublimados que a duras penas se les podrá luego anclar a la realidad cuando las cosas vengan bravas.
Maritoñi es difícil competir con los propios hijos, sobre todo porqué luego ellos tienden a ser más livianos mientras nosotros tenemos que cargar con una conciencia más pesada y encima ser su referente moral.
Ralph, no siempre la consola consuela aunque pueda ser una buena forma de compartir.
A veces los padres se empeñan en darle a todo una utilidad. El niño simplemente quiere jugar, pero sus padres quieren que incluso sus juegos sean útiles y colaboren en su supuestamente provechoso futuro. No les permiten ser niños en el sentido más amplio de la palabra.
ResponderEliminarFeliz fin de año para ti también.
En el más amplio sentido de la palabra y en el más corto, Nsk. Se miega la vivencia de la niñez como se niega la vivencia de la vejez en nombre de una supuesta eterna juventud, la única edad con buena prensa en el mundo de hoy.
ResponderEliminarLa cantidad de puestos de trabajo que puede crear un niño!!!
ResponderEliminarEste va para presidente
No deja de ser, principalmente, un problema de comunicación y entendimiento. Se puede trasladar a cualquier otro tipo de relaciones interpersonales. El poder del más fuerte normalmente impone su criterio sobre el más débil.
ResponderEliminarYo llevé coletas de pequeña, Dr. Krapp, me las hacía mi abuela; me acuerdo porque me daba muchos tirones para llevarme muy repeinada al cole. La niña de tu historia me la ha recordado.¿Estás todavía de juerga? ¿Has encontrado la bata ya?
Angie.
A ti no sé, Krapp, pero a mi la conciencia me ha martirizado toda mi vida... Me ha hecho moverme a veces en direcciones que no quería y replantearme algunas acciones... Cuando menos lo necesitaba traía a mi memoria personas que en ese momento no cuadraban en la historia. Unas veces he luchado contracorriente y otras me he dejado llevar por ella... La lucha agota.
ResponderEliminarPuedo decir que hoy he aprendido a vivir con ella...
Y sí, antes los curas hacían las veces de psicólogos pero la terapia era siempre la misma, común a todos... ahora están más personalizadas... Un avance, lo mires como lo mires..
Un avance que no ha consguido hacernos mejores, querida Novicia. La humanidad sigue en estado de patético e irremediable, parece ser, malestar.
ResponderEliminarComo Llisebe, no soy madre pero soy hija, y pienso lo mismo que ha dicho Novicia Dalila (otra vez ;-) ).
ResponderEliminarAh, y se me olvidó añadir que eso de la hartura de tenerlo todo inmediatamente no es un dilema.
ResponderEliminarLa hartura es un dilema cuando se contrasta con un mundo, el anterior -el de los padres en su propia infancia- en el que las cosas no eran así y había escasez.
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