- Lo siento, no puede ser.
- ¿Pero que más te da, mamá?
- No me llames mamá, si te cuidé en su momento es porque pensaba que eras hijo mío.
- ¿Cómo dices eso? Tú eres la única madre que he tenido. Siempre te he considerado como tal.
- No puedes volver. Tus hermanastros no te aceptaban antes y no te aceptarán ahora. En el pasado te despreciaban por raro, ahora se sentirían acomplejados al verte tan grande y robusto. ¡Vete con los tuyos!
- Me gustaría saber quienes son los míos.
- No te puedo ayudar en eso, lo tienes que descubrir tu mismo.
- ¿No hay ninguna posibilidad de volver a casa?
- Ninguna.
- Entonces, adiós, mamá.
- Adiós hi...adiós, adiós.
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- ¿Quien era, Mamá Pato?
- Tu hijito descarriado, el feo. En Navidad cierran la Escuela de Formación Profesional de Cisnes y quería venir a celebrarla con nosotros.
- No vuelvas a decir que es mi hijo, no tiene nada que ver conmigo. Si acaso lo será tuyo y eso por ser tan desastre como para incubar un huevo de cisne y no darte cuenta.
(OJO AL DATO: RESPECTIVAMENTE,
HUEVOS DE CISNE Y PATO)
- ¡Lo que me faltaba por oír! ¿Dónde se supone que estabas tú mientras yo cuidaba de ellos?
- No, si al final voy a yo ser culpable de que seas tan patosa.
- ¿Patosa? ¡Tú si que eres un patán cuando haces el ganso por ahí con esas pretenciosas pavas! ¿Te crees que no sé lo de tus aventuras con ciertas volátiles pájaras de mal vivir?
- Tuve que hacerlo, tú no me hacías caso. Te pasabas el día cuidando a tus crías y no me prestabas la debida atención. Te prometo que no va a volver a suceder, patita mía, estoy arrepentido.
- Vale, patito de mi corazón , te perdono. Lo importante es que la familia este siempre unida. ¿Unida, oyes? Para siempre.