26 febrero 2021

No quiero quedar atrapado en esta historia

Me quedo adormilado ante las pantallas de contar mentiras y al apagarlas, entresaco un libro grueso de la barricada de ficción que he puesto como parapeto.  No soy ingenuo, sé que la realidad se filtrará insidiosa por cualquier parte, pero hay que matar el tiempo, antes de que el tiempo te mate a ti.

Se trata de un bestseller de moda. Típica historia criminal con su pareja mixta de policías audaces. Ella, una chica lista con un inabarcable y tortuoso mundo interior. Él, un coloso buenazo y simplón. El nuevo código en boga ha redistribuido viejos roles de género sin plantearse si eran imprescindibles. Hay que vender y no hay nada que venda tanto como el sentido de identidad.
La historia comienza con  su punto sádico, tras la aparición de los típicos cadáveres vejados, maquillados y colocados de forma estrafalaria por la tortuosa mente criminal de un "serial killer". 

  • ¿Otra truculenta novela nórdica? ¿Otra morbosa secuela de Seven o de El silencio de los corderos? me pregunto en modo cansino. 

El detective de la historia no es nada espabilado; pero ella, con su mente prodigiosa, va acumulando pistas que prefiere resguardar tras una enigmática sonrisa autosuficiente.

Llegan mis primeros bufidos. 

  • Esto ya me lo sé de antes.

Sigue la historia.  En el capítulo tercero han secuestrado a la hija del gran magnate. Pobre chica, en dos o tres episodios es reducida de forma violenta para luego ser arrojada a una lúgubre y húmeda celda donde apenas puede ponerse de pie. Tiene miedo a lo que le puede pasar, pero también a la tenebrosa oscuridad, a su inacabable dolor físico y a esa infame soledad  que no se parece a nada que haya experimentado en su vida de niña rica. Está pasándolo mal, pero yo me aburro y lanzo un bostezo antes de seguir leyendo.

  • ¿O sea que te aburre mi sufrimiento?

Me estremezco, acabo de leer la frase en un convencional libro de papel, no en una pantalla interactiva.

  • Contéstame, Fiz Arou, ¿te aburre mi sufrimiento?

Tiro la silla del despacho y corro hasta la mesilla de noche donde guardo la pistola. Pertrechado con ella, llego hasta el libro y apunto con el arma.

  • ¿Quién ha escrito eso?
  • El autor, yo solo soy su personaje.
  • No tiene sentido que un personaje de novela sepa mi nombre.
  • No sé lo que pretende mi autor,  pero sí que tú estás más informado que yo y puedes ayudarme. Pásate por algún otro capítulo y diles a los que me están buscando donde pueden encontrarme. Ayúdame a salir de aquí.
  • ¿Por qué iba hacerlo? No soy el único que te lee
  • Solidaridad entre detectives. Tú eres uno de los más afamados y me estás leyendo desapasionadamente.
  • Pero no puedo intervenir en una obra ajena, no puedo desautorizar a quien te ha hecho. Solo he cogido el libro para leer una historia policiaca, no puedo modificarla a mi gusto.
  • El autor te lo permite desde el momento en que incluye esta conversación en su propio texto.
  • Suponiendo que sea el autor real y no haya otro autor detrás escribiendo sobre todo esto. Quizás sea otro el que escribe sobre ti, sobre tu autor y sobre mí.
  • Me estás dando la razón, si los dos somos personajes de ficción podemos colaborar juntos. Ponte en contacto con los que me buscan en esta historia, porfa.
  • No sé si fiarme de las intenciones de ese posible autor que está detrás del tuyo, también puede ser un personaje de ficción pensado por otro autor anterior y así sucesivamente hasta llegar hasta el último autor de todo. Lo siento, es mucho para mí, no quiero quedar atrapado en esta historia.

Cierro el libro, me limpio el sudor de la frente, guardo la pistola en su sitio y me prometo empezar a cenar ligero y dejar de leer a Borges durante una buena temporada.

 (Capítulo 55 de Kaskarilleira Existencial. Aquí están sus otras historias)

11 febrero 2021

Un youtuber de moda, una rica heredera y un detective sin blanca

  • Detective, quiero que me traiga de vuelta a mi nena. Haga lo que sea necesario, no podré vivir tranquilo sin saber que está a salvo en casa.

El viejo tenía la cara compungida, sus labios temblaban al hablar y sus ojos se humedecían en el mar de arrugas de su rostro. Era un hombre mayor viviendo su pena. Casi me conmovió. Para evitarlo, recordé  que ese sujeto era el tiburón inmobiliario que había urbanizado aquel espacio verde cerca del mar en el que yo jugaba de pequeño. Ahora, gracias a tipo como él y a una casta política de arribistas corruptos, Kaskarilleira, era apenas sombra de lo que fue.  La bella  ciudad atlántica había sido  maltratada, desmenuzada y convertida, fuera de su zona de paseo, en un gran nicho de cemento y mal gusto. Espantosos barrios crecidos de cualquier manera sin tener en cuenta las irregularidades del terreno. Edificaciones baratas y húmedas para gente del rural que habían llegado buscando nuevas perspectivas y ahora habitaban en calles estrechas y sombrías de las que escapaban a sus aldeas cuando tenían tiempo disponible. Jardines encajados y ridículos, eliminables si había que seguir construyendo; o como alternativa, parques extensos y pocos cuidados en las escasas zonas rústicas a las que no alcanzaba la rapiña especulativa.

Me rehice. La hija del viejo, a sus casi 40 años, había abandonado los consejos de administración y el picadero que le montó papi, para irse con un youtuber de moda. No, no se fueron a las Islas Vírgenes, ni a las Seychelles, ni a Bora-Bora. Como otros de su calaña, nuestro Romeo, se pasó a Andorra, para seguir en contacto con sus fans y poner a buen recaudo sus caudales. Debía ser un elemento muy entregado a lo suyo, porque pudiendo dar el braguetazo de la década y abandonar la tontuna de ser famosete de temporada, prefirió seguir la suerte de aquel trompetista de Rubén Blades. Cierto, se habían ido a vivir a un nido en las montañas, pero su refugio debía tener más calidad que aquel de la canción de Jorge Sepúlveda o la que conocían los sufridos residentes de los degradados barrios de Kaskarilleira.

El viejo estaba preocupado, porque el niñato era un bocazas y si comentaba en Internet su hazaña sentimental, podría pasarle algo más serio que los devaneos amorosos de su heredera: ese necesario prestigio social sin el cual se puede evaporar un torrente ingente de acciones en la bolsa.

Al verme en modo esfinge me acució, deshaciéndose en elogios hacia mi persona. "Fiz Arou, tú eres la única persona confiable en esta ciudad de mierda. El más indicado para sacar a mi hija de las garras de ese pájaro y traerla de vuelta".  

Continué en modo esfinge. 

"Sé que no te gusta conducir, pero no tendrás problema, irás hasta allí en avión privado y un coche te llevará hasta cerca de la casa donde se alojan" 

Viéndolo tan entregado, me permití intervenir con un apunte pedante: "Si no conduzco es por amor a la humanidad. Tengo muy mala leche y prefiero evitar colisiones con mis contemporáneos" 

"Por eso, por eso. Está todo preparado para que llegues allá y consigas tu objetivo. Cuando vuelvas de la misión tus carencias monetarias serán solo un viejo recuerdo" 

Me puse enigmático "¿Quién se cree que soy yo?" 

Y luego contundente."¿Me toma por idiota?" 

Rematé la jugada: "No soy un huelebraguetas que se mete en la vida amorosa de la gente. Hoy la cosa está muy jodida y es difícil mantener una vida sentimental solvente. Solo faltaría que yo me pusiera en medio de una que intenta salir adelante. Vamos anda" 

Se puso agresivo y se olvidó del tuteo "¿Entonces por qué ha venido?" 

Quise ser concluyente: "Piensa que puede perder una hija si va a su bola, yo ya he perdido mi pasado entre su maraña de construcciones abominables. Los que son como usted no han dejado espacio para mis recuerdos. Quiero que lo sepa y se le meta dentro"

Tras una furiosa palmada, llegaron dos gorilas y me agarraron por los hombros.

"En cambio yo a usted lo envío fuera"

 Fui arrojado a la calle sin contemplaciones y caí de bruces contra el suelo. Al rodar por el empedrao no fue un beso prolongado lo que dio mi corazón. Aquel no era mi barrio, Gardel.

 

 (Capítulo 54 de Kaskarilleira Existencial. Aquí están sus otras historias)