(Kaskarilleira Existencial 29)
Cuarto bostezo de la madrugada.
El vigilante estira la espalda en el asiento y se levanta pesadamente. ¿Tomar o no tomar café?
Decisión inapelable. Da la espalda a los ocho monitores y va hacia la mesa del fondo. Vaso corto mediado de leche y una cucharadita de azúcar. Ahora cinco flexiones en el suelo para no agarrotarse. ¿Ese ruido como si estuvieran escarbando algo? Se levanta y mira fijamente a las pantallas. En la tercera, que cubre el pasillo que separa la quinta fila de la sexta fila de de estanterías, hay como una pequeña nube de polvo. Le da al botón del zoom. Sí, se está removiendo la tierra del suelo. Automáticamente agarra su pistola al cinto, pero le vence la curiosidad. Mejor esperar.
Unas orejas largas. ¿Unas orejas largas?
Esa cara, esos ojos, esos dientes...
No, no puede ser posible. Se frota los ojos y cuando acaba, Bugs Bunny se ha largado.
Se ha escapado el conejo.
Podría llamar a su compañero del exterior, al de la patrulla, ¿pero cómo decirle a ese bestia con esteroides en el coco, que ha visto a un personaje de dibujos animados saliendo de un hoyo?
Se decide, se levanta y va hacia la puerta blindada. La abre empuñando la pistola con la mano derecha.
La patada que recibe en la cara le lanza dos metros hacia dentro y le hace caer al suelo seminconsciente. Se revuelve, inicia un gesto de protección con el brazo y comprueba vencido que la pistola ha pasado a manos de su agresor.
- ¿Que hay de nuevo, viejo?
Es lo último que escucha. Cuando vuelve en si, está amordazado y atado de pies y manos en una silla. Le duele la cabeza hinchada y entre las brumas observa como Bugs, de espaldas a él y ahora con cabeza humana, se ha sentado en su silla de vigilante y mira los monitores. Parece dar órdenes a los hombrecitos que pululan arrastrando cajas. Diría que son enanos. ¿Son enanos? De repente el conejo o lo que sea, chilla al Papá Pitufo que dirige la operación.
- Joder, Xan, dile a ese tipo de la izquierda que tenga cuidado con las cajas. Recuerda que cada frasco de medicamentos vale un pastón. 43.000 del ala. Y tienen que llegar todos enteros a los enfermos que los necesitan urgentemente. Es asunto de vida o muerte.
- ¿Que pasa Fiz, crees que somos como los buitres de la industria farmacéutica? Cada paciente recibirá el suyo en las mejores condiciones y sin pagar un duro. Es nuestro compromiso. El compromiso de todos los enanos que estamos en esta operación y de mí mismo, Xan das Covas, como líder y alma máter del grupo.
- Vale, Xan, tampoco es necesario que te pongas tan ceremonioso. Acabo con el vigilante y voy para allá.
El vigilante se pone a temblar como un azogado mientras el que parecía conejo, todavía de espaldas, vuelve a parecer conejo tras encasquetarse la cabeza de conejo. Gira la silla y mira sonriente detrás de sus opresivos dientes.
- Relájate, esta historia no tiene nada que ver contigo. No te va a pasar nada. Es cierto que estás lastimado y quizás pasarás una mala noche, pero a cambio de tu dolor, mañana muchos enfermos podrán dormir tranquilos. Por fin tendrán futuro. Es bueno saber que tienes futuro para poder descansar mejor.
La vida tenía un precio (y, si no puedes pagarlo, estás muerto)