El Hummer se quedó quieto y con las luces encendidas. Pensé en un gigante sin resuello. Tras tres minutos de inquieta espera se abrió la puerta del conductor. Podría esperar cualquier cosa menos que saliese por ahí un Hércules de más dos metros con uno de esos viejos uniformes de chófer que eran ya anticuados en los años 30. El Frankenstein llevaba un maletín en la mano y decidido se dirigió al otro lado del coche para abrir la puerta de su acompañante.
"Joder, que cortesía" musité entre dientes.
Un tipo gordo salió del vehículo. Llevaba un largo abrigo color crema. De los caros. Me pareció percibir que su cabeza estaba coronada por una de esas gorras de rapero con el ala hacia atrás.
Deprimente mezcolanza.
El gordo observó el pilar del puente e hizo gestos de medición con la mano. Llegó el chófer y abrió el maletín. Estaba repleto de tubos de spray. El gordo calibró varios entre las manos y finalmente se decidió por uno. Aquel paquidermo era Gangsy. No había duda.
Me fui acercando por detrás cobijado entre los matorrales y con la cámara en la mano. Intentaba hacer el menor ruido posible. Delante mía, Gangsy estaba empezando a trazar siluetas en el pilar mientras el chófer había vuelto al Hummer.
Veinte metros. Quince. Apenas diez. En eso pisé una mierda en el suelo que me hizo dar un traspies. Logré mantener el equilibrio, agarrándome a un matojo, pero aquello crujió de forma escandalosa.
- Pase, Fiz, le estaba esperando.
- No entiendo nada ¿es usted Gangsy? ¿Por qué me ha contratado?
- Valoro su inteligencia, no sea simplista. ¿Cuantas personalidades tiene un ser humano? ¡Contésteme!
- No tengo ni idea, a mí ya me vale con llevar las mías lo mejor que puedo.
- Le felicito, es raro encontrar alguien tan amarrado a la realidad en tiempos tan volubles. Por eso le elegí. Yo no soy así. El autócrata pisacapullos del día tiene un alma alternativa por la noche.
- Vaya, como Jekyll y Hyde.
- Más o menos. En mi caso Jekyll es la necesidad y Hyde el deseo. Vengo de una saga de cabrones que no podían permitirse la licencia de tener un hijo artista. El heredero de un imperio. Tuve que dejarlo y cuando volví me dio por hacer grafitis. Un pasatiempo sin más. Pero tuve éxito. Sin embargo el mundo no está preparado para un magnate convertido en grafitero.
- Hay grafiteros millonarios.
- No es lo mismo que ser millonario y convertirse en grafitero. Uno siempre piensa que un grafitero debe ser un jovencito pelanas con acné. Un tipo educado en la calle y echado a perder. Yo no doy el tipo. Por eso he mantenido el anonimato lo cual me ha convertido en leyenda y me ha proporcionado un montón de pasta. Pero falla algo.
- ¿El qué?
- Soy kaskarilleiro y por lo tanto vanidoso. Quiero que alguien sepa lo de mi duplicidad. Un testigo independiente y relativamente cuerdo. No uno de mis estúpidos asalariados dispuestos a decir "si, bwana" a todo lo que les pida. Usted guardará mi secreto y encima le premiaré con otros 3000 euros.
- ¿Y si no quiero hacerlo?
- Es su derecho. Aunque si lo hace tendrá un montón de problemas para seguir viviendo en nuestra muy amada ciudad. Incluso podría ocurrirle algún irreparable imprevisto.
- ¿Dónde tengo que firmar?
Malditos buenos negocios.
Yo hubiera negociado 4000 por lo menos...
ResponderEliminarMuy bueno. Dr. Krapp. Veo algo que tiene que ver con los prejuicios. Cuando uno lee algo: Un artículo, una novela, un carta de amor, un poema; no es lo mismo cuando se conoce al autor, con rostro incluido que cuando el autor es totalmente anónimo. ¿Verían los admiradores del arte del millonetis igual si supieran que era de él?
ResponderEliminarEs como con las tendencias artísticas. Cuatro memos dicen lo que es o no es y todo el mundo a seguir borreguilmente estas modas.
No sé si me he liado mucho.
Un abrazo.
Sí, muy práctico todo. Es lo que tiene la novela negra, que es mucho más creíble que cualquier otro género. En cuanto al señor Fiz, hace bien en coger la pasta y salir corriendo: una impostura más no afecta a nadie.
ResponderEliminarComo para no hacerlo. Hay argumentos que no admiten discusión.
ResponderEliminarCasi todos tenemos en el armario algún Mr. Hyde, amigo Krapp.
Todos tenemos un precio, seamos o no kaskarilleiros y sabemos de la frase, aunque no hayamos visto la película "coge el dinero y corre".
ResponderEliminarHola Dr.Krapp, debo confesarle que llegué aquí por casualidad, supongo que es lo típico en el mundo de la blogosfera.
ResponderEliminarEn mi caso, buscando información sobre "Las Marías". Un amigo me contó la historia de estas dos coloristas y adelantadas mujeres y me atrapó. Encontré su post de 2008, me detuve a ojear el blog y con su permiso, me quedo. Ahora me ha enganchado la Kaskarilleria Existencial ;-)
No se puede quejar, Temujin, 3.000 y luego otros 3.000. Una buen tajada.
ResponderEliminarPrejuicios artísticos que prefiguran prejuicios de clase, Torcuato. Hay clases sociales y clases culturales. Los estereotipos separan, dividen y reducen. No te has liado.
Abrazos
Paseante, el género negro es creíble porque no vive de las ilusiones de la necesidad, aquellas que sirven para la sugestión y el autoengaño. Incluso cuando se recrea demasiado en el morbo, en lo turbio, en el pesimismo, nos incentiva para ser cautos y estar preparados ante otras contingencias de la vida más livianas.
ResponderEliminarAsí es Cristal. Respecto al Hyde del armario mejor airearlo para que no coja polillas y acabe por pudrirse allá adentro.
Todos, Tesa aunque un kaskarilleiro fetén, por decirlo así, le da mucho valor a esa cosa que se llama orgullo o vanidad.
ResponderEliminarSi lo piensas bien a todas partes llegamos de rebote y sin quererlo, Carzum. Me parece fenomenal que así sea, bienvenida y gracias.
La historia de Las Marías de Compostela es una historia dura, extraña como una de esas comedietas tragicocómicas que salpican nuestra realidad. Yo las veía a la hora del paseo y física y psicológicamente causaban verdadera impresión.
La triste necesidad de reconocimiento aunque sea por parte de un pelanas. La soledad, la torre de marfil (el ático abovedado) y el onanístico gesto de agitar el bote de spray antes de que éste eyacule en la mano del artista y ponga la pared/tapia toda perdida de esencia artística. Los ricos también lloran.
ResponderEliminarLloran pero prefieren hacerlo bajito, ellos nacieron para las risas y la auto satisfacción. Hasta cuando se visten de grafiteros a la larga necesitan que los admiren ya que es la única forma de gratificación que les interesa. Este magnate quizás mantiene el anonimato por la cuestión pero al final lo otro prevalece.
ResponderEliminarLas obras anónimas de categoría despiertan el deseo de los admiradores de identificar al autor. Aunque la obra sea la misma para todos, cada uno se inventa a un autor, haciendo gala de más o menos fantasía. Muchas obras fueron anónimas porque firmarlas entrañaba un riesgo.
ResponderEliminarSi el autor del "Lazarillo" hubiese sabido del éxito de su novela y de las especulaciones sobre su autoría, estoy seguro que ya se habría identificado porque la vanidad, en mayor o menor grado, nos afecta a todos...
Este grafitero millonario - Gangsy - necesita confesar su identidad porque su ego de buen kaskarilleiro se lo exige. Y pagando generosamente encontrará todos los confidentes que quiera. Los secretos compartidos resultan más satisfactorios, aunque entrañen un riesgo..
Si yo tuviera dos o más personalidades marcadamente diferentes, es posible que, aun no siendo de esa comarca tan gallega, también me tentase hacer la confidencia de ese hecho a alguien. Creo. Para presumir. Claro.
No sé por qué extraña asociación de ideas ese chófer hercúleo me ha traído a la memoria a la choferesa negra uniformada que lleva C. J. Cela en aquel soberbio automóvil en su "Segundo viaje a La Alcarria". A lo mejor, los orígenes de Cela son comunes con los de este singular grafitero que se cubre con un abrigo color crema y se toca la cabeza, sin embargo, con una gorra cutre de grafitero...
La visibilidad siempre es limitadora, aunque permite el reconocimiento público. Es misterioso el caso de esos autores que se esconden en el anonimato. Renunciar al reconocimiento para salvaguardar la intimidad requiere mucha fuerza moral y pocos lo han logrado. ¿El autor del “Lazarillo” murió antes de que su obra fuese reconocida? Lo ignoro y me gustaría saberlo.
ResponderEliminarLa solución de Gangsy intenta satisfacer ambas opciones pero con la ventaja de que él habiendo alcanzado reconocimiento en otras facetas no siente tanta necesidad de satisfacer su ego.
Los gallegos tendemos a ser vistos desde fuera como una “unidad de destino en lo universal” y en realidad estamos llenos de matices locales. Cela es un hombre de las Rías Baixas (Bajas) y nuestro hombre es representante de las Altas. En el terreno de las gorras nuestro amigo debería aprender de ti y dejarse de inútiles componendas textiles entre su condición burguesa y sus afanes rebeldes
Oye, Krapp el grafitero es Fitz, ¿verdad? ¿estoy muy perdida? Es que me he saltado unos cuantos capítulos, ¿hay muchos más?
ResponderEliminarTú, si lo ves conveniente, no me contestes, que yo lo entiendo. Pues eso, ya me los leo bien cuando tenga un ratito.
Jo,Angieno seas tan malvada con mis textos que buen trabajo me cuesta ponerlos aseados y en estado de revista, tal como a ti te gusta que estén tus alumnos cuando hay inspección del ministerio. Solo hay 2 capítulos y sabes perfectamente quien es el grafitero.
ResponderEliminarTus textos tienen marca propia, Krapp, me gustan. Ya querría yo tener alumnos así de cuidados, nadie va a venir a verlos, en ese aspecto no hay de qué preocuparse.Espero no haberte molestado.
ResponderEliminarSaludos.
Todos asumimos nuestro Jeckyll y anhelamos darle vidilla a nuestro Hyde. Se supone que el equilibrio entre ambos nos proporciona la seguridad que precisamos para vivir sin desentonar.... Yo a veces intento sacar a mi Hyde a que se airee...
ResponderEliminarGran texto, Krapps.
Un beso
Muchas gracias, Angie, por supuesto que no me habías molestado.
ResponderEliminarSaludos
Gracias, Novicia, creo que por ahí va la cosa. Hay fuerzas contradictorias en nosotros y a veces nos la queremos cargar ya que su propia contradicción nos hace sentir culpables. La aceptación de ese otro yo a veces nos cuesta la vida y fracasamos en el intento.
ResponderEliminarUn beso
"Le felicito, es raro encontrar alguien tan amarrdo a la realidad en tiempos tan volubles. Por eso le elegí. Yo no soy así. El autócrata pisacapullos del día tiene un alma alternativa por la noche"
ResponderEliminar¿Mafia Kaskarilleira? hummmm...
Yo tambien te felicito Dr. Krapp-ler... (insisto)
Una de la Galicia profunda.
Te sigo.
Interesante duplicidad.
ResponderEliminarMafia y lo que se presente, . Ni siquiera la fastuosa Kaskarilleira está libre de esa plaga.
ResponderEliminarLo de Krappler me da algo de dentera. El único que conozco con ese apellido era un jefe de las SS atroz.
Gracias, Carlos.
Está claro amigo Krapp que la necesidad te une de forma indefectible a la realidad. Y si no hay necesidad siempre puedes hacer con la realidad lo que creas más conveniente. Son los dos polos que expones com dos personajes muy bien deliniados. Magnífico Krapp, como siempre.
ResponderEliminarDe alguna forma ya tocaste esta duplicidad cuando escribiste la historia de aquel agente musical que tras ver que la carrera de su representado esta en franca decadencia decide ofrecerle la opción de un suicidio como salida airosa. La realidad y las apariencias.
Saludos Doc,
Jazzy
Y la vuelta a esa realidad para descubrir que las apariencias son solo eso, apariencias.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Jazzy.
Saludos