Se inventan un frase hecha: "La envidia es el pecado nacional" con su variante modernilla "La envidia es el deporte nacional" y nos condenan a oír semejante ordinariez saliendo de la boca de un ejercito de descerebrados hasta el final de los tiempos.
Afortunadamente siempre hay voces que recusan el casticismo. En 1980, Rafael Sánchez Ferlosio, siempre en la vanguardia de la disidencia cultural, publica un artículo titulado El mito de la envidia. En él dice entre otras lindezas:
"Pero yo no voy a indicar más que una cosa: el multitudinario coro de los que se dispondrían a rebatirme, asegurando que hay envidiosos sin fin, está exclusivamente compuesto de puros envidiados; no hay un sólo envidioso ni por casualidad"
Y sigue más adelante:
"Y si acaso alguna vez he podido llegar ocasionalmente a sospechar en alguien un sentimiento de envidia hacia un tercero, el dato es desde luego infinitamente insuficiente para justificar la inmensa pléyade de envidiados que sin callar un solo instante entona el indecente salmo de sus lamentaciones" (...)
Los envidiosos de España no son más que un mito, una fantasía de los envidiados; de modo que la envidia no es en absoluto el pecado nacional. O, mejor dicho, en cierta manera puede decirse que sigue siéndolo, porque si hay envidiados, aun no habiendo envidiosos, es forzoso admitir que de algún modo sigue habiendo envidia: la que ellos padecen como víctimas o reciben como destinatarios; no envidia emitida sino recibida, no envidia como acción de un envidiante, sino envidia como pasión de un envidiado"
En el documental La silla de Fernando de David Trueba en el que el genial e irascible Fernando Fernán Gómez se somete, a una larga y fantástica entrevista poco antes de su muerte, éste dice:
"El pecado nacional no es la envidia, sino el desprecio; o mejor dicho, el desprecio de la excelencia. Quien desprecia no desearía escribir las 1.200 páginas del Quijote, quien desprecia es el que dice: “Pues, chico, yo he leído 30 páginas del Quijote y no es para tanto”.
Es mi humilde y poco ilustre opinión, no hay suficientes personas, excepto los más fanáticos, que estén tan motivados como para desear convertirse en grandullones de 2,15 y asumir los problemas de espacio y peso que eso les ocasionaría. Tampoco hay muchos individuos dispuestos a transformarse en momias para conducir en posición mortuoria un vehículo a 200 kilómetros hora por un circuito que no deja de dar vueltas y vueltas y más vueltas. Incluso pocos estarían dispuestos a quemarse al sol en una sartén infernal jugando al tenis durante cuatro o cinco horas mientras cada uno de tus gestos es observado por una decena de cámaras y cientos de millones de individuos detrás de una pantalla.
¿La fama, el glamour, el dinero a cambio de la pérdida de tu anonimato y de poder llevar una vida sosegada? No, no hay envidia a las capacidades de los triunfadores, sólo a su éxito. Al éxito lanzado de forma descarnada al resto de humanos corrientes gracias a la pompa insoportable e insensata que le dan los medios.
En el fondo, cada una de esas imágenes de triunfadores es un pequeño escarnio a la conciencia individual de cada uno, que hace lo que puede intentando sobrevivir en un mundo injusto. Saber que alguien puede hacer lo que le gusta y hacerlo bien, lleva aparejado la conciencia del propio fracaso o la falacia quimérica de querer repetir lo que solo ellos han podido hacer.
Es justo y sano que la gente reaccione y quiera derribar a sus mitos. O los humanizamos, hay que conoce al dedillo sus errores y fracasos, o los destruimos. No podemos concebir que ellos puedan lograr metas que nosotros no podemos alcanzar. Un humano corriente no puede admitir la existencia de un humano de otra especie superior.
¿Es eso envidia? ¿Es desprecio, como decía Fernán Gómez?
Quizás los españoles sean un pueblo lo suficientemente viejo e inteligente para saber que los seres "gloriosos" tienen que pagar un precio por querer salirse del molde, y los "gloriosos" necesitan la confirmación de su gloria a través de la supuesta envidia y si acaso, el supuesto desprecio de sus semejantes.