Sin embargo, él es el héroe, un personaje con el que irremediablemente nos identificamos. Un héroe adulador y arribista, aprovechado, cobarde, mentiroso, mediocre y por encima de todo, sin el menor sentido de la dignidad. Billy Wilder nos pone en apuros con nuestra ética personal, juega con nosotros y nos hace tomar partido en lo que aparentemente sólo es otra comedia más sobre la condición humana.
¿Comedia? A cualquier cosa le llamamos comedia.
¿Qué tiene de cómico un mundo deshumanizado donde deambulan robotizados currantes vilmente explotados por jefes caprichosos, en el que la sexualidad es un arma de poder o para conseguir el poder y en donde la inocencia es asesinada en pequeños apartamentos del centro? ¿Tragicomedia? Sí, todo lo trágico que afecta al ser humano común y corriente, del montón, va indisolublemente unido a la palabra cómico ya que las tragedias a secas, en sentido artístico claro, son terreno exclusivo de las excelsas minorías.
C. C. Baxter , en términos modernos, es un personaje de perfil bajo, con pasiones bajas pero que al final aparentemente triunfa sobre su oscuro destino…o no. Quizás ese final, en el que él juega la partida de cartas con su amada en el sórdido apartamento, tiene más de compás de espera que de cualquier otra cosa. ¿Quién garantiza que dentro de un tiempo estos pobres seres no vuelvan a lo que mejor conocen? Siempre es fácil volver a la humillación y a la derrota cuando nunca se ha conocido otra cosa.