- El Éxodo se nos está haciendo largo, Moisés. Son muchos años dando vueltas por este puto desierto sin encontrar la Tierra Prometida.
- ¿Qué farfullas miserable. Una gran meta requiere un gran esfuerzo. ¿Quieres encender mi ira o la del propio Yahvé, Nuestro Señor y Protector?
- ¿Ves? No te podemos decir nada sin que te pongas en plan bíblico. Recurres a Yahvé como si fuera tu guardaespaldas y así da mucho apuro decirte lo que pensamos.
- ¿Pensáis? ¿Quiénes sois los que piensan lo que no se debe pensar?
- A ver, Moisés, pongamos las cosas en claro, formo parte del Consejo de Ancianos y soy el representante elegido por ellos para decirte como nos sentimos. Si me haces algo a mí, tendrás que castigar al resto.
- ¿Qué clase de consejo es un consejo de viejos? ¿Os contáis las aventuras de cuando hacíais la mili con el Faraón o solo os enseñáis las cicatrices de los tiempos en que os apaleaban vuestros amos?
- No nos faltes al respeto, Moisés, que siempre hemos estado contigo a pesar de tu mala leche.
- Bah, sois una pandilla de niñatos lloricas, instalados en el victimismo, que venís dando la murga desde que salimos de Egipto. Erais esclavos, coño, y yo os saqué de vuestra triste condición. Separé las aguas del Nilo, os proporcioné agua en medio de este seco erial y comida abundante para todos. Por no hablar de las leyes.
- En Egipto teníamos un menú más variado que el de aquí. Estamos hartos de comer maná, de tanto dulce nos va a dar a un subidón de azúcar y se nos va a poner el colesterol por las nubes. Respecto a las leyes...
- ¿Qué les pasa a las leyes?
- Algunas son taxativas pero otros son muy ambiguas. Eso de no codiciar o no desear lo ajeno tiene su tela. Somos seres mortales y estamos llenos de impulsos irrefrenables.
- ¿Qué estás diciendo, bellaco? ¿Somos acaso como las desbocadas bestias del campo? Somos hijos de Dios y cumplidores de sus designios.
- ¿Acaso el Señor no tiene otra gente de la que preocuparse? ¿Por qué siempre está encima de nosotros? Es muy agobiante ser el jodido pueblo elegido
- Judío.
- Sí, el jodido pueblo elegido judío.
- Desdichado, agradece que es sábado y Yahvé se toma muy en serio su día de descanso, si se llega a enterar de que lo cuestionas de forma blasfema serás pasto de su furia llameante.
- Perdona, Moisés, y te lo digo con la confianza que me da los muchos años que llevamos juntos vagabundeando por el desierto, pero tú tampoco no nos lo pones fácil. Tomas decisiones unilaterales sin consultar con nosotros y eres un tipo broncas con los que tienes más cerca ¿Recuerdas cuando llegaste con las Tablas de la Ley? Es cierto que a la gente se les fue la mano con lo del becerro de oro, pero aquella matanza... En fin, quizás fuiste un poco violento. Te lo digo de buen rollo, que conste.
- ¿De buen rollo? Esto no es una puta democracia, Dios decide y yo ejecuto.
- Cierto, lo de ejecutar se te da muy bien, Moises. De buen rollo, Moisés, tú eres nuestro guía y esperanza pero tiendes a ser un pelín autoritario y con cierto gusto por la agresividad. Recuerda lo que le pasó a Aarón y a Miriam, tus hermanos. Él era tu portavoz, tu asesor político, la persona en la que te apoyabas en tu tartamudez y ella te salvo la vida cuando lo de la canastilla.
- Eran unos cotillas que murmuraban a mis espaldas porque no les gustaba mi pareja. Además Míriam solo fue leprosa una semana.
- Los rezos de Aarón conmovieron a nuestro Dios y este le quitó el mal mientras tú seguías a tu bola, ensimismado en tu verdad. Con sus hijos, por ejemplo, no tuviste piedad.
- Fue Yahvé quien decidió su suerte. A ellos les gustaban más las fiestas que las ofrendas. Estaban borrachos como cubas al realizar los rituales. Conocían perfectamente la ley divina y sabían en qué consistían sus deberes como sacerdotes del pueblo del Señor. ¿Algo más que alegar?
- Sí, hemos consultado con un buen psicoanalista y tras contarle tu caso, nos ha dicho que tienes una personalidad narcisista y algo castradora. Creemos que necesitas tratamiento.
- En ascuas me dejas, como la zarza de Yahvé ¿Cuál sería ese tratamiento, insensato blasfemo?
- Pues nos ha dicho que además de vincularte con Nuestro Señor, de lo que tanto presumes, tienes que bajar y aprender a relacionarte mejor con tus iguales, para que tus vínculos sean más íntimos, agradables y gratificantes. También deberías comprender las causas de tus emociones y qué es lo que te motiva a competir, a desconfiar, a ensañarte con los otros y, tal vez, a despreciarte a ti mismo despreciando a los demás.
- ¡¡Moisés!! ¿A dónde vas, Moisés? No me oye. Se ha largado a inflamar su ira. Incluso sin Yahvé, en su cerebro hay suficiente como para encender con nosotros su pira.
Muros
Hace 16 horas