Había dejado una nota pobre e infantil. Una nota indigna y de una necedad insólita en un apóstol de la rebeldía y la contracultura.
¿Tan poco aprecio tenía por si mismo?
¿Tan poco aprecio tenía para los que lo habíamos convertido en nuestra voz, en nuestra conciencia, en nuestro machete para abrir un hueco a través de la selva de iniquidades en que se asfixia el mundo?
Aquella mierda de nota, escueta y estúpida hasta la nausea, rebelaba hasta que punto aquel miserable nos había engañado a sus seguidores con sus ínfulas de poeta, sus letras desgarradas, sus modales rudos o sus respuestas corrosivas ante las simplezas de los reporteros que querían arrinconarlo para que soltase algún titular pasmoso.
Aquel hipócrita mentiroso había jugado con nosotros. Mientras seguía alimentando las mitologías de la marginalidad y de la frontera, dando testimonio de un mundo cruel pero venerable, llevaba la vida de un orondo burgués en su mansión discreta y vigilada en una urbanización tan exclusiva que solo conocían los muy iniciados.
El muy desalmado no tenía empacho en aparecer en una vieja furgoneta cochambrosa en las contadas ocasiones en que se ofrecía a hacer una entrevista o ser objeto de algún reportaje vinculado a la publicación de un nuevo disco. En esas ocasiones, solía quedar en un apartado de la cafetería de un salón de baile a 50 o 60 kilómetros de su escondida residencia señorial. Venía con su gastada ropa vaquera y había tenido el gesto de no afeitarse desde 3 días atrás, para ganarse la complacencia de sus incondicionales.
Disimulaba y al hacerlo nos mentía a todos. Debería haberse muerto joven, dándole sentido a su malditismo de manual, pero acabó convertido en un pérfido sesentón repitiendo personaje y tics mil veces ensayados y probados para garantizarse la benevolencia de nuevos y viejos mitómanos incautos.
Era un comemierda sí, pero le podríamos perdonar cualquier cosa si no fuera por esa repugnante nota suicida escrita a bolígrafo y dejada como al azar encima de una tumbona.
¿Quién coño se creía que era para escribirnos ésto?
"Lo siento pero no soy lo que vosotros queréis que sea.
Joderos por vuestro fracaso
Hasta siempre, cabrones"
(Aviso para los navegantes en estas aguas, el personaje real que me ha inspirado esta historia no ha ganado el premio Nobel y sigue vivo y reluciente para satisfacción de todos. No le deseo ningún mal y solo me he inspirado en un pequeño detalle de su peculiar trayectoria vital. Desconozco sus costumbres sexuales. Gracias por perder el tiempo leyéndome)