El tipo que salió del confinamiento era un perplejo manojo de pelos, miedos y deseos aplazados. En su mano, la pantalla del móvil se había convertido en un pasaporte de identidad naranja, lo cual no era una buena noticia. A los de su condición, en un temprano fake o quizás en un esbozo de norma abortada por las autoridades, les llamaban Elementos de Limitada Utilidad Social (ELUS). Los ELUS eran uno de los supuestos cuatro grupos en las que habían dividido a la población, gracias a una aplicación de uso obligatorio en el smartphone que tenía el loable propósito de rastrear a la gente, dividirla en grupos y evitar la expansión de la pandemia. Era una aplicación sumamente poderosa, con un sistema de geolocalización que emitía señales de alarma si el usuario pretendía apagarla.
El grupo de identidad verde incluía a individuos que demostraran a través de algoritmos corregidos, tener una irreprochable salud física y mental así como hábitos positivos que garantizasen un futuro halagüeño y poco costoso para el sistema sanitario. También incluía a otras personas que sin llegar a tan altos parámetros fuesen valiosas en el ámbito de la sanidad, la educación o la gestión pública. En las primeras informaciones fueron calificados como Elementos de Prioritaria Utilidad Social (EPUS) y les estaba permitido actividades libres en cualquier entorno aunque apartados de las otras categorías.
En el grupo azul estaba el personal de servicio:
los que limpiaban quirófonos o tanatorios, las personas que atendían las
cajas registradoras, transportistas, repartidores, soldados, policías
sin rango y demás personal invisibilizado antes y después de la pandemia
y aplaudido en el apogeo de ella. Eran los que antes de la piadosa modificación fueron denominados Elementos de Considerable Utilidad Social (ECUS). Para ellos se habían dispuesto un espacio delimitado de 800 metros alrededor de sus puestos de trabajo, fuese fijo o móvil, en horas laborables y 3 kilometro alrededor de su domicilio siempre que se respetasen la separación de grupos.
En el tercer grupo, con pasaporte rojo, estaban los vulnerables y dependientes de cualquier condición que exigían cuidados especiales fuera de los centros sanitarios, por eso se les bautizó primariamente como Elementos Amparados por la Utilidad Social (EAUS). Se habilitaron antiguos espacios fijos y nuevos recintos en residencias, hoteles, centros educativos y pabellones deportivos a donde fueron trasladados según su tipo de afección. Las ONG's lamentaban el hacinamiento y la deshumanización en aquellos ambientes para la que recaudaron firmas pero no consiguieron mejoras.
Quedaban los naranjas. El resto. Con una posición subalterna y circunstancial. Desde su intangibilidad no contaban con ninguna organización benéfica que les apoyase, por lo tanto eran carne de cañón para grupos ultra que hacían uso de su desatención mediática para insuflarles odio de clase, no tanto hacia los sectores privilegiados como hacia los protegidos del sistema. Cierto es que los naranjas siempre habían hecho mucho ruido en los bares y que Internet les ofrecía plataformas para demostrar su descontento; pero no se sentían satisfechos, el malestar era parte consustancial de su ser, una forma de vida y de rebelarse frente al mundo.
El tipo que salió del confinamiento no era un modélico naranja cabreado. No era de esos que especula de todo, un todólogo. Cuando hablaba no se ponía intenso, ni hinchaba el pecho, prolongando los silencios, para luego soltar cuatro frases tópicas y socorridas como si fuesen de un ingenio descomunal. Cuando escribía, evitaba los excesos de la contundencia y procuraba matizar sus argumentos escapando de las fáciles y tranquilizantes dualidades que te permiten caminar placidamente arropado por tu propia camarilla. No era un activista vehemente, ni un gurú visionario, ni un cuñado viscoso. No tenía un tropel de amigos en Facebook de los que estar pendiente, ni un tropel de amigos poniendo un "me gusta" a sus entradas en el Facebook. Tenía cierto contacto con VIPs pero estos apenas le conocían de vista, estaba para hacer bulto y los bultos siempre son renovables.
El tipo que salió del confinamiento sabía que más allá del portal sería un producto consumible, desechable y vigilado en la nueva sociedad estamental. No era para echarse a reír, pero se sentía renovado y casi divertido de tener algo tan poderoso contra lo que luchar.
despiece del sistema
Hace 6 horas
En ese supuesto solo pondrían colorines a lo que ya ocurrí antes...
ResponderEliminarNada nuevo pero menos disimulado y apelando a la solidaridad para evitar males mayores.
EliminarPor tu bien, te tratamos mal. Eso duele
Muy buen relato...
ResponderEliminarBienvenida la renovación pues!
Insisto, muy buen relato.
Un Saludo
Muchas gracias Yermartur, renovémonos pero porque lo decidamos nosotros no porque nos lo impongan desde arriba.
EliminarSaludos
Hola, Krapp,
ResponderEliminarEs una distopía muy a tono con la coyuntura, me he reído mucho, por lo surrealista de la cuestión.
Y una observación respecto del párrafo final:
Creo que te refieres como naranjas a los un tanto a contracorriente, los anticonvencionalismos, o los de la media. Dentro de este grupo cabría mucha gente, pienso que una mayoría. Desde luchadores revolucionarios con principios, hasta los que no llegaban a fin de mes. Corrígeme si me equivoco, pero lo veo así. Me ha encantado, la verdad.
Un abrazote
Ojalá sea surrealismo, Marisa.
EliminarLos naranjas son el resto en general, los que no participan de las tres categorías anteriores y son susceptibles de ser usados como rebaño, por ejemplo. El naranja al que me refiero en ese último párrafo, reivindica su individualidad, su anticonvencionalismo ya que no es un modelo de naranja cabreado como pueden ser parte de los otros de su grupo.
Muchas gracias por darme tu visión.
Un abrazo grande
¿Buenas noches, todo bien? Soy brasileña y comencé a seguirte.
ResponderEliminarhttps://viagenspelobrasilerio.blogspot.com/?m=1
¿Me puedes seguir también?
Grazas por seguirme
Eliminar¡Hola, Doctor! Una distopía que pone el dedo en la llaga en lo que esta crisis sanitaria puede derivar. Frente a la imposición autoritaria, el pueblo se rebela; frente a una imposición sanitaria, parece que somos más dóciles. Los gobiernos han descubierto la gallina de los huevos de oro, la perfecta excusa para tenernos bien amarraditos, y elevar los segmentos poblacionales al nivel a una sociedad de castas. Ya te comenté en cierta ocasión que no tengo móvil, ¿me convertiré en un apátrida indocumentado en poco tiempo? Aunque, que yo sepa, no existe ninguna ley que te obligue a disponer de uno. Un relato para ponernos alerta, y que saca del anonimato a esa masa silenciosa de anaranjados, que pasan de cualquier ideología que no sea el sentido común. Pero claro, eso no genera likes, ni debates de opinólogos televisivos, ni votos. Un abrazo!
ResponderEliminarEs complicado conciliar en una catástrofe semejante los derechos individuales y de grupo si cada uno se instala en sus propios intereses sin reparar en los del resto. Se necesita que alguien lleve los mandos pero solo de forma provisional, solo mientras sea estrictamente necesario y que no sea excusa para un control de la población a partir de ahora. Cuando se habla del ejemplo chino ,me echo a temblar teniendo en cuenta el espantoso estado policial y el control social que hay allí. Además eso no impide que el gobierno chino sigue mientiendo descaradamente como ha ocurrido allá con los muertos y contagiados. Bueno también en Alemania, Francia y en muchos otros países.
EliminarMuchas gracias, a veces hay que sacar a pasear a esa gente común demasiado invisibilizada por no pertenecer a grupos llamativos.
Un abrazo
Bom dia obrigado pela sua visita ao meu blog. Gostaria de ter o privilégio de lhe ter como seguidor.
ResponderEliminarDe nada.
EliminarIf it's like that, the sign is that he is only a spectator, not directly involved in it.
ResponderEliminarGreetings from Indonesia
Yeah I'm just a spectator.
EliminarGreetings from Europe
¡Oh qué maravilla!
ResponderEliminar¡Cuántas criaturas bellas hay aquí!
¡Cuán bella es la humanidad! Oh mundo feliz,
en el que vive gente así. (Aldous Huxley)
Siempre nos quedará la gente de la "reserva", la de los instintos, las sensaciones, los olores y a la que no la gusta que la clasifiquen como ganado para el uso y disfrute de las "ideas ordenadoras" (que no de orden). Personas a las que un poco de riesgo les parece un precio justo a pagar para que no las anulen como individuos, si pierden están dispuestos a pagar.
Otros en el duro camino del escepticismo buscan su paraíso, quizás porque conocen la naturaleza humana o creen conocerla, que para ellos es igual, porque conociendo o no conociendo, actúan con sus presentimientos y sus sensaciones,siempre les fue bien haciéndolo así.
Luego están los de la fé, los que siguen al predicador de turno sin cuestionar nada, acomodados en el apoyo perpetuo al "lider" de guardia, ya sea dios o la corriente ideológica de turno, y a los que antes de criticar al "ser superior" prefieren morir en una supuesta "unidad espiritual", porque arropados por su fe, no quieren ideas alternativas, tienen miedo a las mismas o tiene miedo a su capacidad de entender (no se ven muy inteligentes, pienso yo).
Lo que yo no se, es que colores ponerles a cada uno. Hemos acaparado el arco iris con fanatismos.
Quizás es momento de escuchar, observar y aprender.
Un saludo y salud.
Es una división sugerente pero no me atrevo a poner el color a cada una.
EliminarCreo que los del primer grupo siempre serán más felices. La sensibilidad hacia las cosas es una fuente inagotable de bienestar. Por eso disfrutamos de lo nuevo y nos oprime lo que conocemos por su rutina.
El escepticismo es un sistema de autodefensa frente a las falacias del mundo, está bien pero puede derivar hacia el cinismo que siendo embriagador te inmoviliza mucho.
Los sumisos lo son porque necesitan sentirse protegidos por otros cercanos que les den calor y sentido. La intemperie es dura y muchos prefieren la incoherencia o la influencia ajena que dejarse llevar por los propios instintos. Muchos ponen que les quieran a quererse un poco a si mismos. Pero pueden cambiar en cualquier momento.
Estoy de acuerdo en lo de escuchar, observar y aprender.
Saludos y salud.
Bueno, yo confío en que cuando el asunto se normalice no estemos más controlados que antes, que ya era bastante. Pero la tendencia natural del poder es a pisarnos los talones, así que habrá que estar alerta, no vayamos a terminar en una versión medicalizada de 1984
ResponderEliminarO de Un Mundo Feliz de Huxley con sus divisiones en castas.
EliminarLa tecnología nos tiene pillados pero creo que tenemos mecanismos de autodefensa si ponemos fe y fuerza en defendernos.
Los pasos que da La Autoridad para controlar hasta el más íntimo de nuestros pensamientos cada día son más rápidos y variados. Con y sin pandemias.
ResponderEliminarCuando un librepensador, o un disidente, o un crítico, advierte de que esos pasos nos llevan a la esclavitud, al sometimiento, no solo va a ser perseguido por El Poder, mucho más rápido será aplastado por las turbas.
Imbuyen en nuestros cerebros que es por nuestra seguridad, por nuestro bien. El individuo se refugia en la masa para sentirse protegido. Pensar es peligroso. Y no hacerlo es mucho más cómodo.
Son obviedades, lo sé.
Saúde.
Sí, es progresivo el control social a través de las tecnologías por eso algunos en momentos de flaqueza casi le gustaría que la sociedad hiciese borrón y cuenta nueva. Empezar de cero.
EliminarSiendo así desde hace mucho me parece que ahora mismo con lo de la pandemia se están justificando con demasiada frivolidad instrumentos de control social ya que al parecer han triunfado en los países asiáticos sin recordar que nuestra realidad es otra.
El sábado el señor Feijóo, el gran privatizador de residencias de ancianos y cierre de alas enteras de grandes hospitales y de pequeños cuando no de su privatización, mentiroso compulsivo en los datos de la pandemia y mantenedor de la precariedad de sanitarios y enfermeras sostenía que una aplicación de geocontrol de la información de contagios tendría que abarcar al 60% de la población total para ser útil. Es como para echarse a temblar.
Saúde
Mi respeto con todos y una solidaridad especial con los que tú llamas ELUs.
ResponderEliminarInteresante clasificación en grupos aunque yo creo que cada persona es única e irrepetible.
Un abrazo
Yo también creo que las personas son únicas e irrepetibles, la cuestión es que también lo crean los que pueden usar una catástrofe semejante para tenernos controlados, vigilados y estabulados.
EliminarUn abrazo
Estaba seguro de haber dejado un comentario en esta entrada. No sé qué habrá pasado.
ResponderEliminarSaludos,
J.
LO siento, José
EliminarSalud