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La puerta estaba entornada, lo que me permitió entrar en el viejo piso sin necesidad de llamar. Me encontré en un largo y oscuro corredor decorado con fotos y grabados antiguos a los que no presté atención ya que mi mirada y mis pensamientos estaban centrados en la luminosa habitación del fondo. Cuando llegué allí, descubrí que era un salón semicircular y anticuado, con esa discutible elegancia abigarrada que pudo estar de moda cien años atrás, pero que hoy solo tendría sentido en una casa museo dedicado a la Belle Epoque. Tampoco el personaje que presidía la escena era un hombre de nuestro tiempo. Un anciano pálido y enjuto con unas gafas enormes que resaltaban la sobrecogedora intensidad de sus inmensos ojos de buho. Tenía un inequívoco aire sacerdotal que subrayó cuando con un altivo gesto de su mano derecha, me señaló una silla al otro lado de la que él ocupaba, detrás su mesa camilla. Había oído hablar muchas veces de aquella legendaria mesa pero no tenía nada de especial. Hasta el paño que la cubría, de terciopelo verde, era de una asombrosa vulgaridad. Nada que ver con los variopintos objetos y los miles de libros que asfixiaban la habitación.
- ¿Me esperaba?
- Sí, sabía que iba a venir.
- Vaya, había oído hablar de su capacidades pero nunca pensé que que además fuera clarividente.
- No olvide que hace muchos años de mi muerte y los muertos no tenemos sentido del futuro, eso nos permite visualizarlo todo mejor. Hablo de su futuro claro, el mío ya solo es recuerdo.
- ¿Entonces sabe a lo que vengo?
- Sí, está buscando a El Gran Manipulador y me ha pedido cita en sus sueños para ver si yo le podía ayudar en algo. Ya ve que no he tenido reparos en comparecer ante usted.
- Incluso con su famosa mesa -pegué dos golpes en la funda atercipelada.
- Sí, mi pobre mesa se ha convertido en un icono para muchos.
- No se minusvalore, se dice que desde aquí gestionó la suerte de nuestro país en los años ominosos de la vieja dictadura. Alrededor de esta mesa se mantuvieron las esencias de nuestro pueblo en los tiempos de sangre, fuego y muerte. Como en los viejos monasterios medievales éste era un refugio de civilización frente a la barbarie exterior. El viejo ideal galleguista pudo sobrevivir gracias a esta sala y a lo que se cocía alrededor de esta mesa.
- Suena bonito lo que dice pero este pequeño brasero apenas sirve para calentarme las zapatillas, dificilmente lo veo cociendo algo.
- Por favor, reserve su ironía para otras circunstancias.
- No puedo dejarla aparte, ella también forma parte de nuestra esencia como pueblo. Además usted sabe que me llamaron traidor por intentar reconducir nuestros anhelos políticos hacia un proyecto cultural de futuro.
- Supongo que era la único razonable que se podía hacer si uno no quería pudrirse en la cárcel, hacerle compañía a los peces o convertirse en inanimado adorno de las cunetas. En aquellos tiempos lo de convertir el partido en una editorial fue algo digno de mérito. Cuando no se podían defender otras cosas, al menos se pudo defender nuestra cultura del exterminio.
- Los exiliados no lo entendieron.
- Ellos no tenían a la muerte boqueando detrás de la oreja.
- Parece entender bien el sentido de nuestra causa pero en cambio me ha llamado para que le hable del Gran Manipulador. ¿Piensa que soy un agente suyo, quizás?
- No, más bien fue usted él que creó una red de agentes para expandir los viejos ideales en todo tipo de ideologías en vez de que se limitasen a un único partido. Desde entonces, discípulos suyos han protagonizaron la política, la cultura y hasta la economía de esta tierra. Hay que ser muy grande...
- ¿Manipulador?
- ...para hacer esas cosas.
- Pero yo no dejé nunca de ser un pequeño hombre de un pequeño país al que quería salvar de su terrible sensación de derrota. ¿Dónde estuvo mi grandeza?
- Quizás en intentarlo.
- Poco hemos avanzado, soy un manipulador fracasado. No puedo ayudarle en su búsqueda, amigo mío.
- Por lo menos nos hemos conocido.
- Sí, aunque a buenas horas.
- Podría aprovechar esta visita. Cuénteme algo sobre la muerte.
- ¿Para qué? Viva bien su vida y olvídese de la parca. Es mejor que esa señora se ocupe de sus asuntos y que los demás se preocupen de los suyos. Créame, es mejor así.
Diario de Navegación del Comandante Moaña D’Ons a bordo del El Burlador de Hebillas 02.
Fecha estelar 2131.10.15.
Seguimos en la órbita de Saturno rumbo al satélite agrario Grelicia en las postrimerías del anillo de Gallic. Hemos pasado por múltiples incidencias (ver enlace) pero nuestro objetivo no ha variado: encontrar el legendario tesoro de Xan Touciño (ver referencia), padre fundador de nuestro Imperio Galaico Galáctico.
No se puede disimular, después de tantos días de viaje la tensión se masca en el ambiente. Las constantes disputas entre mis dos socios, el comandante estelar Adrián Touriñán y su esposa la enfermera titulada Virtudes Carneiro, ha alcanzado niveles difícilmente soportables. Gritos, recriminaciones constantes, golpes violentos en las escotillas al abrirse o cerrarse, comidas y cenas que terminan abruptamente....
Me perturba tanto despecho acumulado e intento relajar el ambiente animando a mis compañeros con alguna de mis historias espaciales. Noto que a Virtuditas le divierten y mientras embelesada escucha mis relatos, se hace menos irascible. En cambio, Adrián se ha vuelto cínico y desconfiado, como predispuesto para la polémica. ¿Le pondrá nervioso el magnetismo que ejerzo sobre su mujer?
Hoy, al pasar cerca de Egonia 2.0 tuve la oportunidad de contarles algo de la curiosa historia de sus habitantes. Les hable de su esplendoroso pasado terrícola. De cuando aquel pueblo logró colonizar las mentes de sus congéneres humanos (ver enlace) y construir una red psicológica que por encima de instituciones supranacionales, gobiernos, emporios industriales, financieros etc.. gobernó discretamente el viejo mundo durante muchos años. Luego les hablé de su inevitable decadencia cuando las redes informáticas, la tecnología y los nuevas tácticas persuasivas del marketing y la publicidad fueron arrinconando la psicología individual en beneficio de las psicologías de masas y el pensamiento primitivo.
Dura experiencia para los altivos y petulantes egonios que se sintieron rechazados por aquellos mismos que pocos años antes serían capaces de entregarles cuerpo y alma por un poco de atención. En su paranoia se plegaron sobre si mismos encerrándose en su vieja carcasa territorial y convirtieron su presente en un mero eco de un pasado glorificado hasta niveles míticos. Suspicaces hasta el límite, rechazaron todo contacto con el mundo exterior y escapando del hoy se limitaron regurgitar las viejas lecciones del ayer. La situación de malestar fue en progresivo aumento y en algunos sectores empezó a cuajar una medida extrema: hacerse con un satélite saturniano y abandonar la Tierra para no tener que seguir soportando las insidias y vilezas del resto de los humanos. La situación era propicia, los gallegos ya habían comprado el suyo para la producción de greloleo y ellos, los egonios, siendo mejores no podían hacer menos.
Cuando los partidarios del exilio triunfaron electoralmente sobre la facción terrícola, se iniciaron los trámites para el gran éxodo. En tres años comenzó la colonización del satélite y en cinco el asentamiento de los egonios llegó a su fin. La vieja Egonia terrestre quedó abandonada a su suerte poblada por un montón de ancianos que se resistían a dejar atrás sus raíces y los sectores minoritarios, en su mayor parte inmigrantes, ultraterrícolas.
En la colonia se celebró la gran fiesta de inauguración territorial pero dejaron la sorpresa para el final. Fue entonces cuando los habitantes de Egonia 2.0 desconectaron todos los sistemas de comunicación que les unían al resto del Universo.
El Gran Apagón Egonio consiguió lo que querían: hacerlos independientes y libres.
No se ha vuelto a saber de ellos.
El áspero cañón de mi pistola pareció reblandecerse al tocar la blanda mansedumbre de su flácida nuca. Sonó el click de disparo y la abotargada cabeza, en un gesto nervioso, saltó hasta el techo del automóvil de lujo.
- Tranquilo, aún estás vivo.
- ¿Qué pasa? ¿Qué me está haciendo? No me mate.
- No quiero matarte, me conformo con hacerte algunas preguntas. Pero antes arranca el coche y conduce hasta la entrada de la urbanización. Sin mirar atrás. Saluda con la mano al guardia tal como sueles hacer y tira para adelante hasta que yo te diga.
Cinco minutos más tarde le ordené que se desviase por una carretera secundaria.
- Para, aquí estaremos bien, pero no te muevas.
Era un lugar feo y solitario. Tres encinas mustias y los polvorientos matojos suburbiales que suelen decorar las afueras de la capital.
- Estoy buscando un tipo que quizás conozcas. Le llaman el Gran Manipulador.
- No sé de que me está hablando.
- Venga no te hagas el tímido conmigo que bien que te las gastas cuando sueltas tus homilías mañaneras.
- No sé a que viene todo ésto. ¿Quiere dinero? ¿Está descontento con la manera en que llevo mi programa?
- No quiero tu mierda de dinero, ni me gusta la forma en que lo ganas. No me gusta lo que haces. No me gusta el odio que generas. No me gusta como humillas y chantajeas a los que no son de tu cuerda. No me gusta tu cinismo. Tu falta de principios éticos. No me gustan tus prejuicios ni tu falta de escrúpulos. No me gusta tu defensa de los valores más rastreros y reaccionarios. No me gustan tus canallescos ataques a todos aquellos que todavía sueñan con un mundo más justo y más humano. No me gusta que los acoses e insultes por pensar lo que pensabas tu mismo cuando aún no te habías convertido en un miserable mercenario con afanes de poder. En un simple y vulgar matón con un micrófono en la mano.
- Acabáramos, no le gusto.
- No, no me gustas por eso quiero que me acompañes. Baja del coche.
Caminamos unos cien metros por una estrecha senda que terminaba en una maloliente charca alimentada por las últimas lluvias otoñales. Era un sitio nauseabundo pero ideal para despedirme de mi amigo.
Su voz aterrorizada lanzó un vergonzante gallo cuando me formuló su última pregunta
- ¿Pero no me iba a hacer preguntas sobre ese Gran Manipulador?
- Bah es inútil. Lo he pensado mejor. Solo conoces la mentira y la calumnia. Tú no eres el Gran Manipulador ni sabes nada de él. Solo eres un pequeño y vulgar intoxicador. Aunque te creas grande.
Fue un suave y mínimo empujón el que le lanzó a la charca. Pena de traje. Debía valer casi mil euros. Debajo tenía un precioso chaleco príncipe de Gales y hasta un coqueto pañuelo de seda en el bolsillo superior de la chaqueta.
Ay señor, que vida la del investigador privado.
Me dirigí al coche y salí pitando.