El mundo se ha vuelto muy tonto en estos años, por eso he decidido hacer esta entrada tras pedir consejo a mi conflict management, un tipo especializado en soft skills o sea en las habilidades blandas que se necesitan para conseguir avances en psicología positiva e interacción social.
Ya ésta, me ha dado el plácet. Con reparos. Me ha dicho que no debo caer en excesos sensuales y lascivos. Me siento como en los tiempos, no tan lejanos, donde cada escrito debía llevar un nihil obstat de la Iglesia Católica para conseguir su publicación. Empiezo pues:
Cuando entró aquella Venus magnífica, mi lóbrego despacho se redujo a su mínima expresión. Precavido, me agarré a la estantería de la pared del fondo para no ser succionado por sus inconcebibles labios carnosos. Fue desde allí donde le hice una señal para que se sentase en la única silla disponible. Al hacerlo, giró impunemente su trasero con grave riesgo para mi nariz, parapetada, como el resto del cuerpo, al otro lado del escritorio.
- Tiene usted un despacho muy detectivesco -bramó la náyade con sensualidad letal.
- Pu..puedes tutu...tearme y si lo de..deseas lla...llamarme Fiz... Fiz - logré articular, tras tartamudear un instante, tener dos sofocos y otros cuántos segundos de indecisión.
- ¿Fizfiz? Es un nombre raro.
- No, solo un Fiz. El otro es por los nervios ante tu descomunal atractivo.
- Gracias, Fiz, que dulce.
- Gracias a ti, por iluminar con tu presencia este tugurio lamentable.
- Qué bonito, Fiz, pero a lo que iba ¿sabes quién soy? Demuéstrame que tu fama de sabueso es merecida.
Ahí no me pillaba. Ahí si que no.
- Eres Afrodita. Eres Helena y Jezabel. Eres Beatriz conduciendo a Dante. Eres la Viuda Negra y la Diosa Blanca. Eres Astarté y Khali. Eres el deseo y el misterio. Eres la mujer fatal. La princesa de hielo. La vampiresa. Eres Eva. Eres Esa.
- Bravo -aplaudió con irónico entusiasmo - bravo por el bravo detective de Kaskarilleira. Un acierto pleno. Y además lo has dicho con mucha soltura. Tienes mucho mérito, Fiz. Otros se acongojarían con solo mirarme.
- Estoy acongojado y acojonado, pero debo ser fiel a mi mismo para mantener mi precario status profesional en circunstancias extraordinarias. Intentaré mantener el tipo, los mitos sois más previsibles que los humanos corrientes.
- Yo quiero sentir lo que sienten esos humanos corrientes. Y quiero que seas tú el que me proporcione ayuda para conseguirlo.
- No entiendo.
- Es muy fácil, detective, quiero que me consigas una mortal que sepa instruirme en las emociones que puede experimentar cualquier mujer. Quiero aprender a disfrutar de la vida como disfrutan ellas.
- ¿A eso le llamas disfrutar? Permíteme que te diga una cosa: generalmente la vida de las mujeres no es ningún chollo. En gran parte del mundo son mercancía. Explotadas. Marginadas. Teniendo que proteger, ayudar y consolar a necios botarates que las desprecian, las humillan y las traicionan a la menor oportunidad. Incluso cuando pueden dar rienda a sus emociones hay siempre una norma, una costumbre o una religión que les hace sentirse culpables o las reprime. Ni siquiera pueden vivir a fondo su maternidad si es su deseo. El embarazo se convierte en una carga y la crianza en una traba si se han entregado a las vanidades del mundo competitivo.
- Te veo muy feminista, detective.
- No me gustan las etiquetas, se usan para acomodarse en ellas y no seguir pensando por uno mismo. Intento ser consecuente con la mierda de mundo que me ha tocado vivir. No quiero hacerme responsable de tu posible desencanto, ni de tu ira posterior. No creo que estés preparada para dejar de ser diosa. Ahí arriba las cosas siempre serán más fáciles para ti, una divinidad.
- ¿O sea que no quieres llevar mi caso? Tú te lo pierdes, hay placeres que una diosa puede proporcionarte y que desconoces.
- Déjame en mi ignorancia y vuélvete a tu mundo prodigioso. Déjame conmigo mismo. Con mis imperfecciones. Déjame con mis chicas que no aspiran a ser perfectas. Eso es todo lo que quiero.