26 abril 2011

Malditos haikus



Tras el parto estaba exhausto, pero no pudo dejar de contemplarlo con cariño.
Era su gran obra.
Su obra maestra en tres versos.
Su gran haiku.
Todavía estaba débil y pensó que era mejor sacarlo a la calle para que le diera el sol de primavera. A los haikus les estimula mucho la primavera.
Ya le había puesto la correa de su añorado fox-terrier y se dirigía a la puerta de la calle cuando constató apenado que su creación cojeaba de la tercera pata. Era una minucia que pasaría desapercibida al experto más escrupuloso pero suficiente como para bajarle los ánimos.

¿Debería empezar de nuevo?
¿Destruiría a su lindo haiku que movía la colita con alegría ante la perspectiva de salir a la calle? 
No, sería un acto de pura crueldad. Ya tendría tiempo de crear otro más perfecto si la inspiración le era propicia.
El parque estaba precioso con su haiku trotando por la hierba.
  • ¿Oiga señor, su mascota es china?
  • Puro producto nacional, chaval, aunque sus antepasados nacieron en Japón. Acabo de crearlo y es su primera visita al mundo exterior.
  • Entonces estará hambriento. Si tiene problemas para alimentarlo pruebe en el restaurante que hay en aquella esquina. Dicen que tiene muy bien sushi.
Se dirigió al restaurante japonés con su haiku jubiloso, para entonces más feliz que una rana lanzándose a un charco preñado de sol.
  • Quiero que le den de comer a mi amado haiku. Que sea rica, todavía no se ha estrenado.
Le pidieron que se sentase en una mesa. Entonces un camarero sin previo aviso cogió de la correa al haiku e hizo ademán de llevárselo con él. Ante sus ademanes de protesta, el maitre le tranquilizó en perfecto castellano:
  • No se preocupe, estará en buenas manos.
Quince minutos más tarde  el autor estaba dando buena cuenta de unos aperitivos japoneses. El rico sake tibio le hacía olvidar momentáneamente la ausencia de su querido haiku. De repente le sacó de su ensimismamiento la llegada de dos camareros con una mesa rodante en la que estaba varado un precioso barco de madera. Un recipiente decorativo para que los platos lucieran más bellos. No había pedido nada y se mostró sorprendido. El maitre le lanzo una caballerosa sonrisa mientras su invitadora mano se extendía hacia la mesa rodante:
  • Aquí tiene su haiku. Con el primer verso hemos hecho unos futomaki, con el segundo unos temaki en forma de embudo y con el tercero, nuestro plato estrella: el narezushi especial de la casa. 
  • No lo puedo creer, se han cargado mi haiku con total impunidad. ¡Asesinos! ¡Salvajes!
  • Usted nos dijo que se lo diéramos de comer.
  • Dije que le dieran de comer a mi haiku no que quería comermelo. 
  • Señor, nosotros somos cocineros, no sabemos de gramática, lingüística o caligrafía.
  • Entonces, vaya mierda de japoneses estáis hechos. Tantas horas  de desvelo, de no dormir pensando en la palabra más adecuada, aquella que fuera más justa  para verbalizar mis emociones en contacto con la madre natura y ahora  todo ha quedado convertido en... en... ésto.
  • Señor, permítame que le diga algo. Hay demasiados haikus. Todos ahora hacen haikus o quieren hacer haikus, pero el suyo tiene una cualidad que no tienen los demás.
El entristecido autor levantó la vista del plato con cierto fulgor en su mirada.
  • ¿Cuál? 
  • Es obvio: ahora es comestible.
  • Malditos haikus 

    14 abril 2011

    Incautos cerditos

    En la recién estrenada primavera dos sonrosados cerditos cantaban alegres canciones solidarias mientras retozaban al sol:
    • Debe el cantor ser luz
      sobre los campos
      iluminando siempre
      a los de abajo
    • Compañero te desvela
      la misma suerte que a mí.
      Prometiste y prometí
      encender esta candela.
    En la esquina, bajo la sombra de un roble, el cerdito Avisado los miraba con cierta expresión de rechazo:
    • Sois unos incautos y os van a pasar factura. Mientras remoloneáis por ahí bailando y derrochando la comida entre gusanos, mariposas y lombrices; los lobos feroces están en la espesura al acecho de su oportunidad. ¿Acaso no veis sus orejas detrás de aquellas matas?
    • No tenemos tiempo ni para el lobo ni para tus amarguras. Estamos demasiado ocupados construyendo el futuro. 
    • ¿A ésto le llamáis construir el futuro? No hay nada sólido en todo lo que habéis hecho. Cuando venga la manada hambrienta todo se vendrá abajo como un frágil castillo de naipes.
    • Eres un amargado. Añoras los tiempos de la dictadura en la granja de Orwell, cuando aquellos animales obedecían las órdenes porcinas sin rechistar. Ahora todo ha cambiado: vagamos libremente por el campo. Todos los bichitos son amigos, hermanos y camaradas.
    • ¿Todos? ¿Incluso los lobos feroces? Os advierto que tras sus continuos fracasos se han vuelto especialmente rencorosos y violentos. Además vuestra frivolidad y petulancia les encorajina mucho. Si pueden no van a dudar en usar su arma más terrible: la prensa.
    • ¿La prensa?
    • Estáis en las nubes. Con esa máquina espantosa no tienen necesidad de soplar y resoplar como antes.  La prensa lo hace todo ya que consigue cada cosa pierda su forma propia para convertirse en  algo uniforme, liso y quebradizo. 
    • Bah, eres una apocalíptico, cerdito Avisado. Ni los lobos feroces, ni la prensa,  ni el frío invierno echarán abajo nuestra hermosa casita de las libertades. Está hecha con los mejores sentimientos.
    Llegó el invierno y con él la manada de lobos feroces montando un ruido de espanto. Los dos cerditos se refugiaron en su linda casita de la libertad; pero los lobos, con su máquina infernal y entre grandes risotadas, la echaron abajo sin problemas.
    Los incautos cerditos estaban realmente asustados y correteaban sin sentido de un lugar mientras cargaban en varios fardos todo lo que pudieron recuperar de sus pertenencias. Finalmente tomaron una decisión: irían a la sólida vivienda del cerdito Avisado.
    • Ding, dong
    Una señora gorda, con cierta pinta de bruja, les abrió la puerta.
    • ¿Perdone, ésta no es la casa del cerdito Avisado?
    • Erra, ahorra la tengo yo. Tuvo que venderrla. Ya saben, la crrisis inmobiliaria.
    • Pues quisiéramos entrar. Nos persiguen unos terribles lobos hambrientos y no tenemos otro sitio donde refugiarnos.
    • Ah si pero para vivirr en esta comunidad tendrán que someterrse a unas rígidas condiciones. No sé  puede entrrarr aquí de cualquierr manerra.
    • Por favor, díganos lo que tenemos que hacer. Ya sentimos en la nuca el aliento fétido de esos monstruos.
    • En primerrr lugar desprenderse de sus farrdos. No son necesarrios aquí dentro.
    • ¿Pero si los hemos recuperado de la casa de las libertades?
    • Deberán dejarrlos o renunciarr a entrarr, aquí no se necesitan.  
    • Está bien aunque no sabemos que será de nosotros sin esas cosas.
    • En segunda lugarrr deberán volver a andarrr a cuatro patas
    • No podemos, andar a dos patas es una forma de demostrar que somos serres civilizados.
    • Imposible. No admitimos prrivilegios con los cerrdos. 
    • Estás bien, claudicamos.
    • En terrcerr lugar dejarrán sus ropas en el umbral. Ahí mismo.
    Apesadumbrados entraron por fin los incautos cerditos en la oscura cocina solo iluminada por el reverberar de las llamas bajo una inmensa olla de barro. Algo allí arriba se movía acompasándose al sonido producido por los borbollones del agua. Se acercaron.
    ¡Qué espanto, era el pobre cerdito Avisado que se estaba cociendo!
    Un terrible chillido de placer sonó a sus espaldas. Al darse la vuelta los dos cerditos contemplaron como la señora gorda, definitivamente una bruja, se acercaba a ellos con un inmenso cuchillo de carnicero.
    • ¿A que os apetece un poquito de carrrne, querridos cerditos??

    06 abril 2011

    Geografías de liberación


    Revolución en Islandia

    Revueltas en Grecia

    Geraçao a rasca (Portugal - 12 Marzo)


    Resist26! (Londres)

    "Nuestro tiempo es ahora. La vida no espera" (Italia - Sábado 9 de abril))

    ¿Y AQUI?
    .......

    Juventud sin futuro (Madrid)