Al segundo, las puertas abatibles del vestuario masculino se rinden al impacto súbito de su imponente trasero. Pertrechada con sus armas más mortíferas -fregona, cubo, lejía, detergente y paños de todos los tamaños- entra en el recinto más odioso del Club Social, Recreativo, Deportivo y Cultural El Talón Ramplón.
Un vez más da un traspiés ante aquel repulsivo tufo, mezcla de sudor enfriado, perfume de marca, colonia barata, desodorante y agua estancada. Han pasado siete horas del cierre de las instalaciones, pero la masa viscosa sigue ahí, delante de sus ojos, dispuesta a arrastrarla a un infierno libidinoso y putrefacto donde será devorada por un enjambre enloquecido de testosteronas asesinas.
Agarra el palo de la fregona y se pone de puntillas para abrir los dos mínimos ventanucos del techo. La niebla condensada no se desvanece y Lourdes, atacada por los nervios, empieza a lanzar manotazos a diestro y siniestro.
¿Y eso?. Cree haber percibido un movimiento. Avanza un metro y se queda petrificada. Hay un tío en bolas al otro lado de ese espejo. No hay duda, un tipo musculoso y tiritante permanece en ese lugar saludando tristemente con la mano izquierda, mientras que con la derecha esconde y sujeta sus partes pudendas.
- ¿Que coño hace usted ahí a estas horas? No me gustan los exhibicionistas. Además ¿por qué solo aparece en ese lado del espejo?
- Per..perdone la incoherencia de la situación. Solo estaba echándome crema y mirándome como me quedaba cuando...
- Parece uno de esos metrosexuales de los que habla la gente. Da asco, pelado como un bebé y pasando de los cuarenta. Además está hinchado como un pavo sacado del horno. A saber que potingues y pastillas se mete encima.
- Bueno no hago mal a nadie, pero el espejo...
- El espejo se lo tragó.
- Sí, ¿cómo la ha sabido? Hizo gluppp como un desagüe y me absorbió para dentro. Estaban a punto de cerrar y solo quedaba yo. Nadie se enteró hasta ahora.
- No se habrá aburrido. Ha tenido tiempo de sobra para seguir contemplándose y el espejo se habrá sentido inmensamente feliz.
- ¿Qué dice?
- No sea tonto, hasta un niño puede imaginar que el espejo al verlo todo el tiempo ha pensado que se sentía atraído por él y se ha enamorado a su vez. Al ser un amor correspondido, ha decidido traerlo a su lado.
- Eso es un disparate, nunca había oído nada parecido. Haga algo y sáqueme de aquí.
- No voy a hacer nada, bastante tiene una con levantarse a las cinco de la mañana para venir a currar. Además tengo la costumbre de no meterme en ajenos amoríos que ya me dan suficientes problemas los míos. Abur.