Un tornado había pasado por la vieja casa señorial del profesor Pernas llevándoselo consigo. Desde luego en aquella apoteosis de papeles, libros y estantes rotos no había ni rastro de su elegante y alargada figura.
Cualquier hipótesis era posible. Quizás alguien buscaba algo y al no encontrarlo se llevó al viejo erudito como prenda.
Incógnitas sin resolver y más para mí, aburrido archivero de tercera, acostumbrado a gastar los días dejando ojos y esperanza entre papeles mustios con los que ganar el suficiente dinero para seguir tirando del pesado carro de la vida.
Ya tenía bastante con aquellas viejas historias en olvidados documentos. Por ellas, muchos gastaron fortuna y salud, regaron la vieja planta de la discordia e hicieron estallar los más sagrados vínculos de la sangre. Tragedias bien documentadas.
¿Cual era la tragedia del profesor Pernas? De pronto recordé nuestra última conversación y su sorprendente júbilo por algún descubrimiento del que no me había hecho partícipe remitiéndome a la prensa en días posteriores. ¿Había alguna relación entre su hallazgo y su posterior desaparición? Se hacía necesario mirar sus fichas de pedidos y saber que material había pasado por sus manos en las últimas semanas...
A la mañana siguiente salí a la calle con cierta sensación de desamparo, ese desamparo que tiraba de mi cada vez que abandonaba la querencia de las sábanas para dirigirme a la gelidez de mi trabajo. Duró poco, ya que lentamente empecé a experimentar la hermosa sensación de ir caminando por las calles desiertas mientras la mente iba desgajando las últimas telas de araña del sueño. A pesar de aquella niebla húmeda y pegajosa que me obligaba a tener levantadas las solapas de mi chaquetón marinero, notaba una especie de íntimo placer, tal como si los sueños perdidos se despidieran dejando un dulce aroma tras ellos.
Caminé un buen rato por las anchas avenidas del centro antes de desembocar en el recinto silencioso y casi secreto del Barrio Antiguo. Allí arriba, vigilando altivo las viejas piedras centenarias estaba el punto final de mi viaje.
Llegué finalmente al estrecho callejón de la Calle del Conde. Ese era el camino más recto y el que solía seguir diariamente . Ya había andado unos pocos metros cuando algo extraño llamó mi atención: una furgoneta de color negro, con la puerta trasera abierta, estaba atravesada en medio de la calle impidiéndome continuar mi camino. Era algo realmente sorprendente. No era una zona de reparto. Sólo un montón de viejas casas medio desmoronadas con unos pocos ancianos sin futuro.
Se supone que "continuará", o nos vas a dejar en vilo... ¡eres capaz! Como los cuentos de Felisberto Hernández, en los que nadie encendía las lámparas...
ResponderEliminar¿El vilo envilece?
ResponderEliminar¿Desvelar el velo del misterio enaltece?
Quizás en lso cuentos de Filisberto Hernández se necesiten velas para sobreponerse al vilo y a alguien sólo se le ocurrió recurrir a la vil electricidad con sus plebeyos estremecimientos.
Está bien ese suspense. Opino como Fauve, que el relato debería continuar.
ResponderEliminarMartin y ese giro arriesgado que ha parecido dar su vida gris, bien lo merecen.
¿Qué buscan, quién lo busca, para qué lo buscan?. ¿Tiene un valor pecuniario o de revelación lo buscado?.
El vilo no envilece, ni palidece, pero tal vez enardece. Enardece algo la curiosidad. Y la rima me da grima.
Tiene que aparecer el profesor. Tiene que vivir su triunfo anunciado. Y tiene que compartirlo con Martín. Y los malhechores, por una vez, deberían pringar.
Anímese a continuar la historia usted mismo,Anónimo. Hagamos entre todos, por fin, una literatura abierta y comprometida con los lectores y sus necesidades. Que la interactividad deje de ser una palabra grandilocunete para hincharse los carrillos petulantes y se realice de forma real en éste el más modesto de los blogs.
ResponderEliminarPido compromiso sincero y no pataleo de platea.
Me pide usted un imposible. No sabría como continuar. Eso que usted propone ya se ha hecho, y se sigue haciendo, en otras plataformas y foros, y usted lo sabe.
ResponderEliminarEl resultado no suele ser demasiado interesante, considerando sólo la diversión que proporciona una participación colectiva. Suelen surgir pastiches que no tienen ninguna coherencia, y que desde luego no componen un relato, sino pequeñitos collages, que se enganchan entre sí partiendo del testigo que ha dejado el último interviniente.
No obstante, tanto yo –como quiero suponer que también Fauve- no queremos forzarle, sino que en este juego virtual, avivamos la llama cuando avistamos que tal vez la hoguera se está apagando. Pero toda hoguera tiene derecho de apagarse cuando lo considere necesario.
No creo en la modestia de unos blogs sobre otros. De hecho, he visitado blogs de escritores “oficiales” realmente poco interesantes. Sin ninguna vivacidad. Algunos escritores reconocidos, supongo que temiendo perder el pie en una cercanía que no desean, convierten sus blogs, en una especie de laboratorio aburrido, donde toda posible interacción podría parecerles un intrusismo para su “hipotética investigación”.
Pienso que en el caso de la escritura (no me gusta la denominación de literatura), como en casi todo, está bien el reparto de papeles. Sean “los unos” quienes elijan los papeles, o sean “los papeles” quienes elijan a los unos. Actores y espectadores. Cocineros y comensales. Músicos y melómanos. Escritores y lectores. Bartmans y bebedores…
Supongo que usted no se imagina a Roger Federer, cansado en un partido, lanzando la raqueta a los espectadores para que lo continúen. ¿O sí?
Nadie pretende interacción en el deporte, donde sólo actúan dos (o unos pocos más en el caso de deportes colectivos) y miles de personas se acurrucan en la comodidad de sus butacas. Y el mayor ejercicio que practican es hacer la ola, exclamar ¡ohsssss!, aplaudir o maldecir a diestro y siniestro.
Ahora, si cualquier relato, puede generar un debatillo y alguien quiere engancharse, ¡pues miel sobre hojuelas!.
Estoy completamente de acuerdo con anónimo, no sabría decirlo mejor, tampoco sabría decirlo igual y ni siquiera peor, pero es lo que pienso y así lo expreso. Excepto, claro, siempre hay un pero, en lo de forzar al bloguero éste. Yo creo que hay que torturarle hasta la extenuación para que prosiga el cuento. ¿Que la tortura es una abereración? Bueno... a veces el fin justifica los medios ;-)
ResponderEliminarY mientras, sigamos debatiendo.
¡Anímense! Tú, que estás leyendo esto, dí que piensas, venga.
(Chamán, son cinco euros).
Para anónimo:
ResponderEliminar¿Quiénes son los malhechores? :P
Paparrrruchas como diría el tío Franz. A ustedes lo que les gusta es que al torero le pille el toro, que el equilibrista se caiga del alambre, que al mago en vez de un conejo saque una zanahoria, que al humorista le aparezca la risa tonta y no pueda continuar con su vivaz monólogo... Tantas oportunidades perdidas de ser, de participar en el espectáculo y prefieren la comodidad de la penumbra en el patio de butacas. Ah caramba, pero si que se permiten el lujo de criticar al intérprete. Se creen parte del showbusiness porque a lo mejor han encontrado un lugar privilegiado en el que mirar sin ser vistos. Esa es la clave: mirar sin ser vistos.
ResponderEliminarHe participado en alguno de esos relatos colectivos de los que usted habla Anónimo y no siempre han sido tan insatisfactorios, casi siempre cuando uno deja de esperar cualquier cosa, surge la chispa...
Por supuesto en mi blog todavía domino el timming, que dirían los pedantes, de mis textos.
Faltaría plus.
Fauve, los malhechores no sé quienes son, pero haberlos haylos si no ¿quién lanzó como un saco al pobre Martín en la parte trasera de una furgoneta? ¿Miembros de una ONG?, aunque tal como están las ONG últimamente no sería de extrañar.
ResponderEliminarChamán, no se haga la víctima. El público nunca es tan malo. Aunque prefiera la comodidad de no participar. El público tiene la obligación de ser infiel. Y muchas veces, demasiadas, injusto.
El creador –modesto e inmodesto, talentoso o mediocre- debe correr un riesgo. En algunos casos ha sonado la flauta por chiripa. Pero aunque no suene, tiene el enorme privilegio de disfrutar con lo que hace, aunque no le dé de comer.
Si olvidamos por un momento que esto es sólo un entretenimiento, y nos pusiéramos serios ¿el miedo al fracaso debería ser disuasorio para que alguien deje de hacer lo que le gusta aunque no triunfe con ello?.
Deberíamos tener sólo miedo al dolor y al horror. El resto de miedos son realmente banales aunque aflijan realmente a la gente.
¿Miedo al ridículo, por ejemplo?. ¿Y qué demonios es el ridículo?. ¿Cómo hemos consentido que nos amedrente la opinión de los demás? Y peor aún ¿cómo consentimos sentirnos heridos por chorradas?.
Entendería el cabreo, entendería la indiferencia, entendería el desprecio, pero ¿sentirse heridos por cuatro opiniones majaderas que tienen menos valor que un billete del monopoly?.
Ridícula es la actualidad muchas veces. Ridículas son todas las declaraciones que nuestros sufrientes oídos tienen que escuchar todos los días, como si fuera importante, todo lo que nos dicen los majaderos oficiales.
¡¡¡Arjjjj!!!, ya lo decía el pobre personaje de Dostoyeski, en su genial obra “Memorias del subsuelo”, dale al hombre todo, absolutamente todo, que lo echará todo a perder. Por pura ingratitud. Cómo no admirar este magnífico párrafo lleno de amarga lucidez:
“ … Siendo así, díganme ustedes ¿qué se puede esperar del hombre, de ese ser dotado de cualidades tan extrañas?. Prueben a volcar sobre él todos los bienes de la Tierra; sumérjanlo en la felicidad… ; hagan todo eso y verán como el hombre, por pura ingratitud, por necesidad de envilecerse, les corresponde cometiendo alguna villanía. Incluso correrá el riesgo de perder sus panes de especias y volverá a caer en las necedades más peligrosas, en los absurdos menos ventajosos, sólo por mezclar con esa sensatez positiva un elemento fantástico, pernicioso. Precisamente sus sueños más fantásticos y sus más vulgares tonterías es lo que pretenderá conservar… ”
Hermosa cita la del amigo Fedor. Por cierto, ¿sabía usted que en gallego fedor significa hedor es decir olor desagradable y fétido? ¿Crée que le encantaría esa acepción a nuestro amigo Dostoyevski? A él si le gustaba sentirse víctima y había siempre cierta suerte de victimismo en sus personajes favoritos. Ese maravilloso Raskolnikov es absolutamente abrumador, al final uno no sabe si se trata de un único asesinato o de dos ya que el sentimiento de culpa lo mata a el mismo.
ResponderEliminarEl discurso del artista que sólo se basta a si mismo sin la intervención ajena está bien en una ópera de Puccini pero no tiene que ver con la ominosa realidad. El creador necesita que le quieran. ¿Qué sentido tiene crear si nadie va a admirar o rechazar lo creado? o como diría creo que Dominguín que sentido tiene acostarse con la mujer más bella del mundo, Ava Gardner of course, si no puedes decírselo a tus amigos?
Pobre Dostoyeski, ¿usted piensa que no fue realmente una víctima?.
ResponderEliminarMenuda biografía la suya, haría palidecer a los melodramas más lacrimógenos. Sufrió años de prisión, trabajos forzados, enfermedades varias, suyas y de su familia, 5 años confinado a una vida militar indeseada, penurias económicas, deudas derivadas de una ludopatía más que justificada en su situación, cierre de revistas… ¡Qué le voy a contar que usted no sepa!.
No sé si le gustaría la acepción. Pero desde luego no le resultaría ajena. Pues hedores debió olfatear unos cuantos.
Usted sabe de sobras que un verdadero creador, el que siente la necesidad, jamás se dejaría desanimar por los fracasos.
La historia está llena de casos de genios, que si hubieran dejado de crear por el poco éxito (o ninguno) de sus obras en su momento –obras que posteriormente fueron valoradas en millones- habrían privado del enorme privilegio de disfrutarlas a las generaciones posteriores, que sí supieron apreciarlas y disfrutarlas. Ya sabe el famoso tópico: ¡se adelantaron a su época!.
El ejemplo del torero no me sirve. Poca creación veo yo en su caso. Más bien un azar venturoso de encontrarse con la Gardner. Pues es sabido que no era una hembra difícil de seducir, sobre todo por viriles toreros, ya que todo el mundo sabe que Dominguín no fue el único. Aunque sí el más presuntuoso y pagado de sí mismo.
Le dejo un regalito de la prensa de la época: “El sol no fue lo que atrajo a Ava Gardner a nuestro país, porque, según explicaba ella misma, aquí vivía sobre todo de noche. Es caer en el tópico decir que le atraían los hombres españoles, los machos de denominación exclusiva made in Spain, toreros y flamencos, de los que tuvo una buena nómina de amantes.”
No busque excusas, deje al pobre Martín de por vida hecho un ovillo en una furgoneta, que al final es mejor destino que otros, y no continúe la historia si no quiere. Ha habido finales mucho más absurdos que ése, tanto en el cine como en la literatura.
¿O sea que al final los creadores incomprendidos tendrán un cielo donde serán debidamente recompensados por su esfuerzo?
ResponderEliminar¿Tantas voltas para logo morrer na area?
¡Qué fastidio!, siempre las mejores recompensas se hacen esperar. A falta de presente, siempre hay un futuro para los puteados.
¿No quieres cristianismo con su tonta idea del consuelo a largo plazo y el hipócrita cebo de la esperanza? Pues toma dos tazas, creadorcillo fracasado.
¡Ah, vamos no me venga con esas, ahora!. Lo admito como cansancio “debatil”, pero ni usted mismo se lo cree.
ResponderEliminar¿Qué recompensas divinas ni que niño muerto?. ¡Pasión, ya que le gusta tanto la palabra!. Pasión creadora en esos casos que he insinuado.
¿Qué mayor recompensa que hacer lo que gusta?. ¿Qué mayor recompensa que tener talento?. Qué hay que comer, se come, que hay que trabajar en otras cosas, se trabaja, pero no abandonaron su pasión creadora, y si lo hicieron alguna vez, fue exclusivamente porque dejaron de sentirla, (la pasión), no porque no tuvieran éxito.
¿Usted cree que se podría considerar a alguien un creador si sólo pretendiera el éxito?.
El talento es muy cabrón, y no acude al reclamo de los ambiciosos y vanidosos. Otra cosa es la incapacidad de una sociedad para valorar ese talento, o los intereses que hacen oscurecer a unos y enaltecen a otros.
Pero no quiero alargarlo más, el debate lo ha introducido usted por este camino sin salida, con su queja absurda de que los espectadores quieren que los actores se den el batacazo, sea uno real en el caso circense, o sea metafórico en el caso literario.
Por lo tanto ha abierto un debate genérico, no referido a usted y a su afición –quiero pensar que es una afición sin pretensiones- sobre la eterna injusticia acerca de la valoración creativa.
Si un actor/director lanzase un guante en una representación teatral, y nadie lo cogiese, y los espectadores se negaran a participar en esa interacción y a concluir la obra que él representaba, el actor/director, no tendría ningún derecho a reprocharles nada, y mucho menos aún de acusarles de intencionalidad de ver como se da el batacazo.
Si el actor/director, no tenía preparada la obra hasta el final, y pretendía un juego colectivo, y le dan calabazas, no valen lloriqueos.
Se apechuga, se hace una inclinación, y se admite que la obra queda inconclusa porque a él, al actor/director, le sale de los cataplines. Y las pataletas del público se las pasa por el forro.
Y la gloria no se colgará de su brazo ese día. Pero si el gusanillo del impulso creador ha penetrado de verdad en su alma, no desistirá, y se volverá a jugar el tipo en otro escenario cualquier otro día.
Y no sea tan melodramático, afortunadamente no existe el circo romano hoy en día.
Usted ha hablado del reconocimiento no me saque a la pasión como nuevo personaje de esta obra.
ResponderEliminarDice usted: "La historia está llena de casos de genios, que si hubieran dejado de crear por el poco éxito (o ninguno) de sus obras en su momento (...) habrían privado del enorme privilegio de disfrutarlas a las generaciones posteriores, que sí supieron apreciarlas y disfrutarlas" eso en roman paladino significa que la opinión del público es fundamental y que el autor sin ese reconocimiento quizás no pueda considerarse del todo autor.
¿Por qué hay gente empeñada en crear? ¿Para si mismos? ¿Para satisfacer un ego personal? Entonces bastaría con un diario o reptir aquellas frases de Bernardo Soares en El libro del desasosiego cuando manifiesta la satisfacción que le produce ser un genio y reconocerse como tal viviendo en el puro anonimato.
Literatura, Anónimo, pura literatura, todo creador anhela que lo quieran e incluso cuando este hecho se produce fuera de su obra, deja de crear. Es curioso la cantidad de artistas que dejan de producir obras cuando están pasando por días de vino y rosas en su trayectoria vital.
Mire, voy a dejarlo aquí. Es evidente que usted y yo no hablamos de los mismos creadores. Un creador que sólo pretende ser querido, y peor aún si es querido “en su vida” deja de crear, no es un creador, sino un papanatas.
ResponderEliminarSi alguien pretendiera crear para ser feliz sería un cretino. La felicidad es un estado interior que cada cuál tendrá que currarse al margen del oficio que elija, o del oficio que lo elija a él. Ni el vino ni las rosas podrían apartar, ni las espinas podrían empujar, si esa pulsión no existe.
Si todos los infelices de la tierra hubieran sido creadores, no existiría espacio vital tangible en el universo, para albergar tan magna obra.
Nadie sacrificaría un talento, o una pulsión creadora, si la sintiera, sólo para dedicarse a ser querido. Primero porque no tiene que ser excluyente creación con cariño, y segundo porque esa pulsión sería más fuerte que su voluntad.
Pero, insisto, no vale la pena continuar por ese derrotero, al menos para mí.
Un saludo.
Pues más allá de su despedida deje que le diga algo que quizás sea el origen de nuestra falta de entendimiento.
ResponderEliminarCreo que lo que usted llama pulsión no nace espontáneamente en el creador y desde luego no es un deslumbramiento en forma de aparición que le surge a un individuo en un momento dado. La pulsión es producto de una actitud previa y de una predisposición buscada por el propio individuo, nunca el producto de una generación espontanea.
Siempre se comentan casos singulares como los de Miguel Hernández o de Giotto de los que se dice que eran pastores y que de repente descubrieron la literatura y el arte. Mentira en ambos casos o si se prefiere, leyenda. Miguel Hernández era un hombre culto, un lector insaciable y de esa cultura deriva su obra. Giotto no era un pintor que dibujaba figuras en la tierra mientras cuidaba ovejas hasta que lo encontró Cimabue, tal como relata Vasari eso es una pura leyenda y aunque fuera verdad el pintor nació después de pasar años de aprendizaje en el taller del maestro.
Sin caldo de cultivo previo, no hay creación.
Sin caldo de cultivo, no hay pulsión.
Mire, usted ahora se va por otros derroteros. Antes hablaba de felicidad “vino y rosas”, del amor en la vida como un motivo disuasorio para los creadores. Y ahora habla de cultura.
ResponderEliminarSigo sin estar de acuerdo. En estos momentos la población culta en el Mundo Occidental es masiva, y la creatividad penosa, por no decir = 0 patatero.
Tal vez sea por eso que yo le he comentado anteriormente, muchos ahora no sienten esa pulsión, sino que la eligen, o quieren elegirla, pero el talento (insisto en su cabronería) les hace un corte de mangas más alto que el Empire State.
Y crean, o dicen que crean, bazofia hasta para la incontaminada vista de un lactante. La cultura, al contrario, ha tenido un efecto nocivo en ellos, ha pervertido su verdadera esencia creativa, si la tuvieron, y “paren” una especie de pastiches que no tienen ninguna frescura, y que suenan a trampa “culta”, pero trampa al fin y al cabo.
Por supuesto hay excepciones. Por ejemplo, yo suelo leer a 4 escritores actuales casi fielmente, -a otros también, pero más infielmente- sobre todo porque me parecen auténticos, o capaces de transmitirme esa autenticidad, al margen de su calidad literaria. Un caso sería su adorado Vila-Matas, realmente magistral. Y los otros tres serían: Mcewan, Houllebecq -porque incluso su pose me parece auténtica, y Paul Auster.
Sabe que hay casos, muchos, el más famoso y conocido últimamente, sería Saramago (al margen de las valoraciones subjetivas, malintencionadas y los palos que ha recibido el pobre hombre) que han sido autodidactas, y han sentido esa pulsión al margen de su cultura.
Pero insisto, demasiado largo ya el tema, al menos para mí, pues tampoco me quita el sueño la valoración de creadores o no-creadores. Para mí, la verdadera fortuna sería tener talento. Y eso no tiene nada que ver ni con el cariño ni con la cultura, se tiene o no se tiene. Se podrá aprender una técnica, pero la genialidad, el que una obra sea única y lleve la impronta inconfundible de un autor, eso no se aprende en ninguna parte.
Lamento tener que seguir, pero me resultaría injusto cerrar una polémica cuando uno tiene algo que argumentar.
ResponderEliminarLa pulsión es el producto de dos cosas: cultura + talento.
El talento sin cultura no puede desarrollarse porque por principio se ignora así mismo.
La cultura sin talento crea, lo que usted dice, pastiches infumables.
Me parece absurdo que diga que incluso la cultura es una rémora y un obstáculo para el talento ya que la inteligencia necesita un caldo de cultivo para desarrollarse. Seguramente una de las causas de esa baja creatividad contemporánea esté motivada por la multiplicidad de estímulos que tenemos y que no tenían nuestros antepasados. A más estímulos más vías para desarrollar el talento y más posibilidad de perderse en el camino. También podría ser que haya menos lectores, hablando de literatura, potenciales que estén capacitados para reconocer ese talento o dispersen su admiración por otros territorios. Al final volvemos a lo mismo, la creación no es nada si no hay un público receptor que la estimule dado que aquí también funcionan las inexorables leyes de la oferta y la demanda.
Nada que objetar a sus mitos vivientes aunque me fiaría más de sus obras que de sus poses teniendo en cuenta que son autores de moda.
Por último, me parece que usa con cierta indeterminación las palabras genio y talento. Para mi el talento es una capacidad para desarrollar una determinada ocupación, en este caso artística. La genialidad es otra cosa bastante más superlativa o eso creo yo.
Mire, ya que se está usted interesando tanto, un interés que no parecía tener al principio, pues usted ante el hedonismo vital justificaba renuncias y abandonos, vayamos a los sinónimos que son el mejor invento de cualquier lengua, ya que las definiciones resultan siempre pobres e insatisfactorias, al menos para mí.
ResponderEliminargenialidad
ocurrencia, agudeza, originalidad, gracia, inteligencia, ingenio
talento
ingenio, inteligencia, perspicacia, intelecto, agudeza, entendimiento, capacidad, clarividencia, juicio, razón
Prácticamente lo mismo, con la diferencia que la originalidad (o sea lo que podría ser exclusivo) sólo se la consideran en el caso de la genialidad.
Insisto, no estoy de acuerdo. La pulsión puede existir sin cultura y sin talento. Otra cosa es que lo que salga de esa pulsión, sobre todo sin talento, sea o no una bazofia.
Para crear se ha de sentir ese anhelo. Y ese anhelo no puede nacer de la cultura, habrá y hay gente cultísima a la que la creación le importa un pito, sino de una fuerza que el artista siente, no como una decisión, sino como una asunción.
Nada de generación espontánea. Un pálpito. Pessoa se desdoblaba en su poesía porque no encontraba interlocutores adecuados, esa necesidad no tenía nada que ver con su cultura, ni deseaba espectadores, ni lectores, sobre todo necesitaba plasmar ese excedente fuera de sí mismo. Que eso lo considerara, él, o la historia, talento, le importaba muy poco, o nada.
Van Gogh pintaba por necesidad, al margen de su dudosa locura, a pesar de que sus maestros le dijeron que era un pintor mierdoso. Él insistió hasta su muerte. No hubiera podido vivir sin crear. Esa creación, también para él, era una interlocución. Me da igual como se pongan los puristas en ese terreno. Sí, le ayudaron económicamente, sino no hubiera podido sobrevivir, pero él no podía dejar de pintar, y por supuesto ni en sus mayores delirios podría imaginar que su pintura recibiría los emolumentos indecentes que se pagaron después por sus cuadros. Usted que sabe sobre arte mucho más que yo, reconocerá como su caso, muchos más. Me duele especialmente la biografía de Cezanne, tan injustamente tratado en su momento, e incluso como renuncia a pintar deliberadamente y parece decidido a quedarse en un trabajo gris y alimenticio, pero no lo consigue, ya que su pulsión puede más que su voluntad. Nada sobrenatural, ni vainas por el estilo, necesidad de crea, pura necesidad. Nada más.
Ya los primeros pobladores sintieron ese impulso, y después los arqueólogos se quedaron estupefactos ante esa obra que no tenía en un principio ninguna contaminación cultural previa, mire lo que se escribió sobre Altamira: “Su descubrimiento hace 120 años, suscitó una fuerte polémica entre los arqueólogos por la autenticidad de las mismas, ya que no creían capaces a los hombres prehistóricos de realizar unas pinturas tan perfectas”.
¿Qué significa?. Si dudan de esa autenticidad, ¿qué están insinuando? ¿qué un papanatas contemporáneo fue allí a realizar cuatro pintajos para hacerlos pasar por prehistóricos?
Ah, los fraudes, la fraudulenta cultura, esa sí que ha hecho daño. Tantas mentiras que nos hemos tragado y las que nos quedan por tragar.
Oiga, menos cuchufletas con los mitos. Soy el ser humano menos mitómano del planeta. No me tomaría ni un gelocatil con ninguno de esos escritores, ni les pediría que me firmaran un libro, ni siquiera voy sus presentaciones, porque “ellos” me importan un pito.
Me importa lo que dicen, y como lo dicen. Y estén de moda o no, lo que han dicho hasta ahora me ha parecido interesante. En el caso de Mcewan, “Ámsterdam” me parece una novelita injustamente infravalorada, donde da un palo a la autoabsolución que nos practicamos todos desde que el mundo es mundo, que es digna de mención. Y lo hace en una clave casi de esperpento, que es realmente original. Entiendo mucho menos que valorasen más, esa sí famosa ahora en el cine, película que no veré por supuesto, su novela “Expiación”, mucho más predecible.
Sé que usted le tiene una cierta manía a Houllebecq, y yo lo encuentro extraordinario, incluso con su pose. Es del tipo “políticamente incorrecto”, -que es lo que menos me gusta de él- pero sin embargo detrás de esa pose, hay un tipo muy profundo, con unas reflexiones muy interesantes, y que además tiene la valentía de no edulcorar nada, ni posturas ni declaraciones, cosa que casi nadie se atreve a hacer.
Auster le cae bien a todo el mundo. Incluso a los que no le leen ni a él ni a nadie. Tiene el don de caer bien. Por la gracia de Dios. Pero sólo por leer Leviatán o La música del azar, vale la pena perdonarle ese maldito carisma.
P.D. No me ponga más anzuelos, ande. Vaya a pescar en otros ríos, o ponga a Martín a salvo. Conviértalo en un héroe, tipo Cary Grant, ya que a usted le gustan tanto.