28 julio 2022

Vuela el sapo a la sexta rama

 Primero fue el sonidoLuego llegó el golpe contra la sexta rama. A Pega y Pica les pilló de improviso cuando estaban a punto de lanzarse como kamikazes sobre aquella preciosa cosecha tras haber atisbado que se había ido el último humano con la llegada de la noche veraniega. El aterrizaje cambió sus planes. Vieron sobre el cielo como se esfumaba el halcón peregrino y como el paquete que había lanzado con singular puntería, empezaba a moverse de forma peligrosa. No era un recién nacido, no,  las cigüeñas son muy corporativistas y no permiten pirateos en su sector mercantil.

El ente estaba agitado, sudoroso, palpitante e irritado tras haber tenido que pagar una pingue recompensa alimenticia para ser lanzado sobre aquellas alturas. El ente era un sapo y Pega y Pica lo conocían  de antes, lo revela esta historia, que podéis leer o no, según vuestro criterio.

Ahí estaba. Colorado y preocupado por cual sería su suerte en la lejanía de la charca. 

  • ¿Otra vez Perreras? ¿Qué haces aquí de nuevo?
  • Chicas, sé que a vuestro cinismo de urraca, les será difícil  comprender mi caso, pero es una situación desesperada, incluso para un periodista curtido y de raza como yo.
  • Conocemos tu caso, no nos largues uno de tus locuciones para idiotas. Sabemos que Carlota Laraña te la tiene jurada porque se ha ido a pique vuestro negociete.
  • Tal cual, Pega. Nuestro amigo sapo tenía un acuerdo con la susodicha. Así al acabar sus programas de rabiosa actualidad,  ella podía disponer de los contertulios que quedaron enredados en las telas que  había dispuesto de forma elegante dentro de los estudios de grabación.
  • A cambio, y antes de devorar a sus presas, Carlota les sacaba toda la información posible que entregaba al afamado sapo presentador, convertido en el rey de la charca por sus exclusivas. Pero, un volátil logró escapar y el tinglado se vino abajo.
  • Eso son infundios de mis enemigos, yo siempre he estado en favor de los volátiles.
  • Digamos, Pica,  que siendo el rey de la charca donde está enfangado, no es el dueño del pantano.
  • Lo cierto es que ha huido a este árbol escapando de todo el mundo, Pega.
  • A ver, amigas urracas, pongamos las cosas en claro: el  buen periodismo tiene muchos enemigos. Jamás he traicionado a mis criaturas.
  • Pues no es lo que piensan los de Picamos y su amo y señor, el gran abejorro. Te buscan con saña desatada. Incluso están a punto de llegar a un acuerdo con las abejas melíferas para darte alcance.
  • Eso es imposible, se llevan fatal entre ellas. Unas están especializados en polen y otras en néctar
  • Es posible, pero un enemigo en común incentiva a los adversarios de siempre.
El sapo movió sus pupilas hacia abajo, con la misma delicadeza y lentitud con que se preparaba para la caza.
  • La brutalidad y el sadismo de mis enemigos da realce a la importancia de mi labor periodística. 
  • Déjate de croadas y dinos qué vas a hacer para salir de ésta.
El sapo hinchó su buche de forma exagerada y sacó su lengua comemoscas. 
  • Recurriré a los avispones, a las velutinas. Son sanguinarias y asesinas. Un poco de sangre pondrá a esos necios en su sitio. Lo mismo a esa araña ridícula que me considera su cómplice. Las larvas de algunas especies de avispas se pirran por unas ricas patitas de araña. 
  • Mucho trabajo para un sapo solo.
  • Desde esta atalaya y con mis reporteros trabajando abajo, puedo conseguir lo que quiera. Además cuento con el apoyo de mis jefes de arriba -miró al cielo todavía vacío de vampiros y de aves rapaces.
  • Creo que ya todo lo tiene decidido, Pega
  • Nosotros no contamos nada en sus planes, Pica. Somos personal de reparto. Puros pajarracos.
  • Debe ser culpa de la insalubridad de las charcas que le ha hecho insensible a la disidencia. 
  • Tenemos entonces que volver a aquello. 
  • ¿Pata o pico? 
  • Sí y pico es lo mas ajustado dado lo que larga este sapo. 
  • Pues démosle con el pico y mandémosle de nuevo a su reino húmedo e infecto.
  • Adiós rey de la charca, peligroso intrigante y gran conspirador.
  • Adiós indómito sapo, saco de veneno, enemigo letal. 
  • Este final me suena de antes, Pica.
  • Pero es que aquella vez nos quedo bonito y podemos repetirlo. Quizás no se darán cuenta, Pega.

    07 julio 2022

    Si tiene pesadillas aún me quedan pastillas

    Solo toca escapar cuando estás ensordecido por el ruido de tus contemporáneos y no te queda otra, si no quieres convertirte en paja inflamable con vocación de ceniza. Entonces te das a la fuga. Dejas atrás catequesis, sermones, prohibiciones y la cohorte insufrible de pelmas, predicadores, parlanchines, petulantes y puritanos que emponzoñan los días de cualquier ser humano que reniegue de ser rebaño. 

    En aquella madrugada, había recorrido mucho más de la mitad de mi trayecto  y me dirigía hacia las calles desiertas y casi secretas del Barrio Antiguo aprovechando que se asomaba un tímido amanecer. Como no sabía como distraerme, decidí dar rienda suelta a mi mirada dejando que pastase libre por las callejas antaño señoriales de mi alrededor. Ahora las viejas cocheras eran bajos deprimentes y destartalados y funestas entradas a un montón de edificios de vieja solera  escondida, tras las muchas capas de mugre y abandono. A la espera de una futura gentrificación, eran refugio provisional para ancianos precarios, yonquis persistentes y algún falso bohemio con carnet.  Sabía que no era el lugar adecuado, pero no había motivo para no encontrar entre aquella hecatombe depauperada, un posible Club Diógenes tal como lo describía el señor Conan Doyle a través de su inmortal detective:

     
    Seguí andando, riéndome de mi mismo y de las chorradas pedantes que se me ocurrían a hora tan temprana. Una hora impropia para un detective noctámbulo, populista y desengañado. 

    De repente, allí delante, un rótulo rutilante, valga la rutilancia,  me guiñó su ojo y me fui tras él. 

    No era la zona para ese mitificado bar del puerto abierto a todos los naufragios de la noche. Quizás se tratase de un puticlub o de una  churrería tempranera en el fondo de un callejón insano en esa hora insana en que la crudeza de las sombras da rasgos insanos a todo lo que le rodea.
    Una farmacia.
    Entré, sonó la campanilla y me encontré en  una vieja botica. Un largo mostrador de mármol y viejas estanterías de madera llenas de esos bellos recipientes que llaman albarelos que si en su día fueron contenedores de extraños preparados, hoy solo son mera decoración para dar lustre y prestancia al negocio.
    Entonces apareció delante de mí. Surgido de repente. Con su fea cara familiar. Esos ojos de búho debajo de un pelo alborotado. Esa boca nauseabunda con un permanente rictus de superioridad. Hizo un gesto de invitación y me soltó:
    • Me alegro de verle, detective Arou. ¿O prefiere que le llame Fiz?
    Un mínimo pasmo, pero me repuse al momento y le contesté intrépido:
    • ¿Me esperaba?
    • Es mi especialidad, por eso la vendo.
    • No le entiendo.
    • Vendo esperanza en hermosos frascos. Ah y no pido receta.
    • ¿Esto no es una farmacia?
    • No, estrictamente. Es un negocio que vende píldoras ilusionantes para los que han perdido la ilusión. 
    • Querrá decir, productos ilusorios para ilusos, ya me conozco la canción. Con la homeopatía hemos topado.
    • ¿Tiene usted algo mejor que ofrecer? Es fácil censurar lo que la farmacopea tradicional no sabe manejar.
    • No me venga con historias. No creo en  placebos para seguir tirando del carro. Luego pasa lo que pasa.
    • ¿Qué pasa?
    • Pasa, que nos afrontamos la realidad tal cual es hasta que nos da en las narices. Yo huyo de todo eso.
    •  Claro, es mejor ese nihilismo que le hace sentirse superior a los demás. Mirar al resto, como ratones de laboratorio que no encuentran la salida del laberinto, y disfrutar con ello.
    • Yo no engaño a nadie a sabiendas de que solo vendo mentiras. 
    • Entonces no debe preocuparse, se me están acabado las subsistencias y puede que se corte la red de suministros.
    • ¿La guerra de Ucrania? ¿El Covid? ¿La pavorosa inflación? Esas son nimiedades para el portentoso talento del Doctor Krapp. Seguro que se le ocurrirá algo.
    • Me conoce, me admira y aún espera mucho de mi talento. Gracias, detective.
    • No sea sarcástico. Solo lo sufro, doctor. Como sufro a todos los farsantes que nos engañan y contaminan con sus mentiras tranquilizantes. Con sus argucias, debilitan nuestra vida y envenenan nuestros sueños.
    • Si tiene pesadillas aún me quedan pastillas.
    La campanilla de la puerta retozó un rato, alegre y cantarina tras el portazo.