Aquel manto sombrío se trago la explanada, se tragó la torre, se trago la colina de la torre y luego con hambre colosal se fue tragando todo lo que encontró a su paso: playas céntricas, casco antiguo, barrio comercial, puerto, ensanche... Su hambre era tan poco selectiva que no le hizo ascos a los horrorosos barrios periféricos donde la especulación urbanística ha destruido hermosos rincones suburbiales y suntuosas playas. Por comerse, la niebla se comió hasta la mitad del Puente del Paso que comunica Kaskarilleira con el resto de villas y pueblos asomados a la ría. En aquel punto, el atasco era abrumador ya que a la inmensa caravana de coches había que añadir los tres o cuatro vehículos que intentando atravesar la masa oscura habían sido escupidos de nuevo hacia el exterior quedando en el carril desierto del puente visible, ruedas arriba y con las tripas al aire. Sus ocupantes no sufrieron percances mayores, pero tampoco recordaban nada de lo experimentado dentro de aquella pegajosa calima que les había tragado durante breves segundos.
En los barrios fronterizos, la niebla creó una pared vertical partiendo glorietas y cerrando carreteras. Pocos se atrevieron a cruzar al otro lado y los que lo intentaron también fueron expulsados sin miramientos.
Kaskarilleira desapareció del mapa y pronto la noticia corrió como la pólvora, abriendo telediarios y prensa de todo el mundo. Las redes sociales ardían. ¿Dónde está la ciudad perdida?
El gobierno autónomo montó un gabinete de crisis poco antes de que el gobierno del Estado, de signo contrario, desviara su atención de la crisis catalana y montara el suyo. En la Unión Europea se tomaron su tiempo, ya que muchos de sus dirigentes ignoraban la localización exacta de la ciudad desaparecida.
Llegaron los helicópteros de Salvamento Marítimo, las furgonetas de Protección Civil y los camiones de la guardia civil y del ejército donde iban las tropas que debían impedir que entrase nadie en la zona acotada por la niebla. Se montaron tiendas de campaña en la playa cercana y el alcalde de Troleiros, el municipio adyacente a la ciudad perdida, puso el grito en el cielo ya que dada su condición quería un puesto preferente en el Alto Mando Logístico.
Curiosamente, los grandes magnates de Kaskarilleira estaban fuera de la ciudad cuando el fenómeno meteorológico se la zampó. El ultramagnate de la ropa, el magnate de la prensa, los magnates de la construcción, el magnate de la cerveza y el famoso exalcalde/embajador - que ya no mandaba tanto pero cuyos trapicheos, influencias y enchufes le hacían considerarse a sí mismo un magnate más - se ofrecieron a colaborar desde el primer minuto y si fuera necesario asumir la tremebunda responsabilidad de dirigir los asuntos de Kaskarilleira desde el exilio.
Sin embargo, el alcalde de Troleiros insistió cual alcalde de Zalamea:
- En mi municipio solo mando yo y punto. Se acabó.
(No le hagáis caso, esta historia continuará)
(Capítulo 49 de Kaskarilleira Existencial. Aquí están sus otras historias)