22 julio 2016

Franco se desploma de nuevo

 (Kaskarilleira Existencial 34)
Diez y cuarto de la noche y aún atardece en los alrededores de Kaskarilleira.
El disparatado horario es producto de una concesión del tirano canijo hacia su admirado Reich triunfante. Ochenta años después, el tiempo sigue marcando un marcial paso prusiano desde la atalaya de los relojes.
Diez y cuarto. Noche cerrada en Berlín, atardecer de nieblas en la Kaskarilleira estival. Soy un ser infecto que pretende encontrar una línea de escape frente a los bucólicos engaños campestres que interfieren mi mirada urbanita.
El frenazo ha sido brusco y el viejo pescador ha caído pesadamente en el suelo. Es viejo porque  a pesar de no verle la cara, se ha quejado como un viejo y es pescador porque tiene caña, cesta y unas botas largas que le llegan hasta las rodillas. En cambio no es pesado. Solo veo a un hombre enteco, menguado y quizás confundido.
Salgo del coche:
  • Deje que le ayude.
  • Ni se atreva a tocarme, me levantaré solo, como solo levanté nuestro país.
  • No le entiendo, solo quiero ayudarle.
  • Soy autárquico, caballero, no necesito la ayuda de potencias desconocidas, ya que ignoro si son cómplices de los enemigos de la patria.
Aún estaba sentado en el suelo, recolocándose el sombrero, pero en la penumbra creciente, pude vislumbrar su mirada aviesa.
  • Está diciendo cosas muy raras, insisto en ayudarle, puede que haya recibido un golpe en la cabeza.
Se irguió a duras penas, antes de encararse, desde su mínima altura, como un flan tembloroso. 
Coño, era el mismo tipo de las monedas y el NO-DO. 
Iba a echarle una mano para que no se desplomase allí mismo, pero lo pensé mejor al verle insistir en la bronca cuartelera.
  • Quite de ahí. ¿Cómo osa mancillar el nombre de su Generalísimo alegando que está trastornado? ¿No me ve acaso? Soy yo, Franco, y sigo siendo el caudillo de España, ¡¡por la gracia de Dios!!
  • Dios no puede hacernos esta faena. Usted está muerto y bajo una losa de 1500 kilos. No hay duda al respecto.
  • ¿Dice que no hay duda, miserable? ¿Qué hago entonces volviendo al pazo después de una alegre jornada de pesca? ¿No estamos en verano?
  • ¿No estamos cerca del pazo de Meirás donde veraneo?
  • Donde veraneaba, pero sí, tiene razón, apenas a dos kilómetros de distancia.
  • ¿Y sigue veraneando ahí mi familia?
  • Creo que sí, siguen usando la casa como si nada hubiera pasado.
  • Entonces lo lógico es que yo vuelva tranquilamente al pazo después de un día de pesca.
  • Usted está muerto, joder, y además no lleva nada en el morral. Ni una triste miñoca. Además, ¿dónde está la escolta? Franco no iba ni a mear sin escolta.
  • ¿Es comunista, verdad? ¿Judeomasón, quizás? Puede que uno de esos seres reblandecidos por el exceso de ocio y la vida fácil. Uno de esos individuos afeminados que son la deshonra de nuestra ultrajada España, cuna del Cid, de Don Pelayo y de Santa Teresa.
No aguanté más, subí al coche y puse la marcha atrás. Oí el impacto contra el cuerpo antes de arrancar de nuevo y meter las marchas hacia adelante. 
La noche de Kaskarilleira me acogió en sus tibios brazos.

09 julio 2016

Mi bicho se va a los Sanfermines


 (Kaskarilleira Existencial 33)

Al levantarme en aquella mañana soleada de julio, con lo que yo odio las mañanas soleadas de julio, encontré una nota escueta en la mesa de la cocina que decía:

Me voy a los Sanfermines. Ahí te quedas, prenda 
Firmado: el bicho que llevabas dentro.

Era la segunda vez que el bicho me dejaba el ego huérfano y desamparado. Cuando ocurrió la primera vez, en el año 2008, lo capturó el gran detective Fiz Arou, que con su maña portentosa, encontró a mi bicho desnudo y tomándose un chocolate con churros en la terraza del celebérrimo local Gotilla a la Vista, en el corazón de la Kaskarilleira hostelera, céntrica y ruidosa. Podéis ver aquí los detalles.

Ocho años después, yo estaba más viejo y mi bicho se había largado más lejos. Tampoco podía contar con Fiz Arou, dedicado por entonces a pilotar un contenedor de basura a través del tiempo infinito. Pero lo que más me molestaba, lo que más me jodía, era tener que coger ese maldito Alvia hacia Pamplona/Iruña en una soleada mañana de julio, con lo que yo odio las mañanas soleadas de julio.

Llegué allí sobre las 6 de la tarde y enseguida comprendí la dificultad de mi misión.

A pesar de la hora vespertina y del calor opresivo, las calles estaban infectadas de bichos sueltos armando barullo. Otros seres (entre nosotros: los llamo seres porque no era cuestión de despertarlos y que me arreasen una hostia por preguntarles si eran bichos o humanos razonables) dormían la siesta en los lugares más peregrinos: bancos de parque, encima de las marquesinas de las paradas de autobús, en las copas de los árboles de los bulevares y hasta había un  acróbata que se balanceaba durmiendo la borrachera sobre una señal de "Ceda el Paso".
Me extrañó como iban vestidos. Estaban todos uniformados, pero la ropa blanca contrastaba con esas manchas rojas de vino que lucían como si fueran condecoraciones otorgadas tras el triunfo en alguna portentosa bacanal guerrera. 
Y sí, aquello se convirtió en una guerra de desenfreno y furor etílico a medida que pasaban las horas. Llegó la noche con su manto pudoroso tapavergüenzas y los humanos razonables se fueron marchando, dejando el campo de batalla a tanto bicho suelto y sin collar haciendo mil diabluras al amparo del alcohol y de cuatro argumentos estúpidos. Esos que dicen que hay que dar vía libre a los instintos, a la fiesta, al desfase y al rollo dionisíaco y liberador.  ¿Qué harían estos sucios macarras borrachos con el mostachón de Nietzsche si se atreviera a venir por aquí a darles un discurso sobre la llegada del superhombre sensual y festivo?
Fue una noche eterna y sin victorias. Mi bicho era una aguja en un océano de agujas con la punta hacia arriba y yo no quería desangrarme.
Marché en dirección a la estación a coger el tren mañanero y antes de entrar miré furtivamente al último borracho tirado en el aséptico portico de entrada. Coño, era él.
  • ¿Pero qué fas aí chantado?
  • Non sei. Xa sabes, a festa te leva de alí para acolá é cando despertas apareces tendido no chan preto dun charco de vómito.
  • Imos pois.
  • ¿A onde?
  • Para casa, fillo¿ou queres seguir a festa estando feito un pelexo?
  • Pero... ¿tes billete  para min?
  • ¿Qué queres, ir por libre? Métete de novo dentro do meu corpo e voltaremos a ser un. Así é como deben ser as cousas.
  • Sentireime como un polisón despois de tanta troula.
  • Xa te amansarei, neno, ti tranquiliño.
Y así fue, ya estamos de vuelta en la paradisíaca Kaskarilleira y aunque sigo odiando las mañanas soleadas de julio, ya no me siento tan húerfano y desamparado.