12 febrero 2016

Poderosa Angelita

  • ¿Qué tal fue el día, Angelita
  • Agitado pero hermoso, querido. 
  • ¿Alguna pelea, cielo? 
  • Sí, pero no hubo mayor problema, recibieron lo suyo.
  • ¿Entonces llevaste la barra de acero?
  • Ya sabes que me hace mucha compañía. 
  • Me voy a poner celoso.
  • Sólo me es útil cuando no estás cerca, mi amor.
  • Cuéntame. Me muero de ganas por saber lo que ha hecho mi chica ahí fuera, en la fría intemperie.
  • Pues mira cuando bajé esta mañana a coger el coche me pareció oír  unos resoplidos extraños antes de entrar en  el aparcamiento. Encendí la luz con precaución y pude verlos. Tenía delante a cuatro o cinco cocinillas zombis babeando y gimiendo grumosos. Detrás había una especie de chef vampiro que se desgañitaba dándoles órdenes.
  • ¡Qué excitante, cariño! ¿Iban armados?
  • Sí, llevaban muchos artilugios de cocina punzantes y aunque tenían ojos de besugo al horno querían trincharme como si fuese un entrocot.
  • ¿Se te lanzaron encima? 
  • Lo intentaron. Uno de ellos me quiso apuñalar con un cuchillo cebollero pero con un golpe seco de barra a la mandíbula le mandé a un mundo mejor. Luego con el resto fue todo coser y cantar.
  • ¿Incluso con el chef?
  • Pobre diablo, salió corriendo después de querer aplastarme la cabeza con una Thermomix.
  • Lo pasaste en grande, se ve. Como te envidio, amor. 
  • Eso no fue todo. Por la tarde me atacaron media docena de politólogos psicópatas cuando fui a comer el bocadillo al parque. Llevaban perforadoras, taladradoras, brocas y todas esas cosas que sirven para hacer agujeros
  • Ya sabes a esa gente les gusta mucho hacer sondeos.
  • ¿En mi cuerpo? ¿En mis tripas? Me puse fina. Ya sabes lo mal que me sienta que no respeten mi bocadillo del mediodía. 
  • Menuda escabechina habrás hecho.
  • Hoy los enfermeros y bomberos cobrarán horas extras.
  • Al final lograrías descansar después de tanto sofoco.
  • Calla, calla, que cuando salí del trabajo y di la vuelta a la manzana para coger el coche que tenía aparcado en un callejón lateral, me  encontré un grupo que iba vestido de forma estrambótica.
  • Estarían todavía celebrando el carnaval, Angelita. Sería una murga
  •  No es lógico, ya ha pasado el entierro de la sardina, aunque si es cierto que me querían dar la murga, pero de forma demasiado agresiva.
  • Me dejas en ascuas, cielo.
  • Sí, querido,se trataba de un grupo caníbal de rapsodias lorquianos vestidos como algunos personajes de la obras del escritor. Además creo que Ian Gibson estaba entre ellos, aunque apenas lo pude ver, cuando empezó el tumulto salió por patas.
  • Deduzco que no tenían buenas intenciones. 
  • Eran muy grupies. Con decirte que la que iba de Bernarda Alba llevaba uñas como puñales y su bastón escondía la clásica espada mortífera de las películas. 
  • ¿También estaban los cuatro primos Heredia, hijos de Benamejí?
  • También. Estaba todo el elenco y solo faltó la Guardia Civil que seguro que les pilló registrando alguna sede del PP.
  • ¿Dime que los dejaste fuera de combate, Angelita?
  • A todos, cariño; pero no hablemos más de mí. ¿Tú que tal?
  • Ya ves, como siempre, aquí sin moverme. A veces echo de menos las agitaciones y el bullicio de la sociedad patriarcal.
  • No te preocupes, cariño, es normal. Tienes algo mustias las hojas. Ya verás como te sientes mejor en la maceta cuando te riegue un poco.
  • Mi poderosa Angelita.