09 diciembre 2007

Se han largado



  • Se han largado.
  • ¿Quienes?
  • Los hombres.
  • Estarán escondidos.
  • Imposible, los descubriríamos. Son muchos y ruidosos.
  • ¿No hay nadie en las calles?
  • No hay nadie en ninguna parte. En las calles, en los coches, en las viviendas, en las universidades, en los colegios, en las iglesias, en los cines, en los museos, en las bibliotecas, en los teatros, en los estadios, en los restaurantes y bares, en las tiendas, en los autobuses, en los trenes ...todo está vacío.
  • ¿O sea que queda su mierda, no?
  • Sí, claro. Los restos de su GLORIOSA civilización. Hi hi hi hi.
  • ¡Qué bien!. ¿Entonces que esperas para mover tu culo de rata y correr a darnos el gran festín?

11 comments:

  1. La verdad es que al planeta no le vendr�a nada mal la extinción de la especie humana.

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  2. Es posible. Ya existía antes de nosotros y espero que siga existiendo cuando desaparezcamos. Aunque, ¿quién se hará cargo de la mierda que dejamos atrás?

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  3. Desde luego: cómo son ustedes. Yo me conformo con morirme sólo; pero ustedes no quieren dejar títere con cabeza. Eso es egoísmo

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  4. Queda su mierda. Y queda toda esa relación de espacios vacíos, que han ido citando las ratas, y que el hombre, en su inaceptada reducción a ser sólo una especie natural, creó para su infinita ambición, para su infinita capacidad de extasiar y extasiarse.

    No sería justo reducir el paso de la especie humana a una mera generadora de restos y residuos. Condenada a una actividad perpetua, -por desgracia no sólo alimenticia como otras especies- lógicos y previsibles son esos excedentes asesinos con la naturaleza.

    A cualquier mente le resultaría inimaginable hoy, y no sé si demasiado grato, un mundo sólo natural, sin ninguna presencia de la obra del hombre. La piedra enamora. Y por desgracia, el confort también. Y la piedra y el confort tienen un precio demasiado alto.

    Sobre todo el maldito confort energético irrenunciable para estas sociedades avanzadas.

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  5. Todo hombre lleva un Robespierre dentro Corsario, y total sin títeres también pueden seguir viviendo el resto de los seres vivos, que es lo realmente importante.

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  6. Anónimo, consideremos que todo lo que llamamos importante lo es sólo para nosotros mismos en la medida en que lo poseemos. Consideremos igualmente que sólo somos un accidente de la evolución, una evolución que ha generado una especie extraña que tiene la capacidad de crear artefactos. No sólo son poco importantes los artefactos creados, al final pura basura, si no incluso el ser que los produjo y que como apareció algún día desparecerá sin apenas dejar huella a no ser que en su ignominia decida llevarse al infierno al propio mundo que le dio cobijo.

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  7. ¡Manda bemoles, que me toque a mí el papel de defensor de la especie humana!.

    Me lo pone usted muy difícil. Es lo bueno de los juegos, el verse reflejado en alguien ajeno, al final, molesta lo suyo.

    No, no podemos juzgar tan duramente a esta pobre especie a la que pertenecemos. Una compunción inexplicable me lo impide.

    No idealice tanto la naturaleza. Alguien, o muchos, la tildaron de fascista, por su endémica afición a arremeter contra los más débiles.

    A mí si me gustan muchas de las obras del hombre. Demasiadas veces más que el hombre mismo. Y me importa poco la pervivencia de esa obra en el caso de una catástrofe planetaria que provocase la extinción de la especie humana.

    Mi egoísmo me incita a disfrutarla ahora. Y desde luego no la valoro en importancia, sino en disfrute. Esa extraña capacidad humana de extasiarse con su propia obra. La naturaleza es un rival demasiado irresistible como para no tentar al pobre ser humano a competir con ella, creando cosas que la reten, en belleza o en indestructibilidad.

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  8. ¿O sea que lo suyo no era auténtico sólo un puro juego? Me va a defraudar.
    La compunción que le impide acptar al hombre tal como es la pura supervivencia de la especia y la búsqueda desilusionada o no de un sentido. Nuestra racionalidad nos impide concebir el sinsentido. Nada más terrible que un asesino múltiple que mata por el placer de matar. Nada más provocativo que el arte por el arte.
    Ese disfrute que reivindica como alternativa a la caducidad de la vida humana posee claras limitaciones producto de nuestra insatisfecha racionalidad que no concibe el sinsentido de cualquier forma de vida.

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  9. ¿Conoce usted algo o a alguien auténtico?. ¿Se dejaría cortar una mano para defender esa autenticidad?.

    Las decepciones son el pan de cada día. Y las únicas culpables de ellas, son los excesos de expectativas, que esta sociedad infantil, se chuta todos los días.

    A mí el sentido me importa un pito. Y eso sí que es auténtico, me crea o no, pues esto es un entretenimiento, no un acto de fe.

    La trascendencia después de la muerte no sólo no me interesa, sino que la encontraría insoportable. Hubiese lo que hubiese. Y mucho menos que hubiera un ente explicándome, o peor aún, justificándome, esta broma de la existencia, como un itinerario para pasar a un plano superior.

    Por lo tanto, me gusta la obra por la obra. La supervivencia básica, aunque idílica, me parece inimaginable a estas alturas de la película. Llevamos demasiado tiempo atrapados en el éxtasis de la obra. Sí, será tramposa, será falsa, pero es irresistible.

    Y aunque fuéramos inmortales, seguiría militando en el arrobamiento que me provoca la imbatible ansia de crear del ser humano. Desde el monumento más espectacular hasta la más humilde pieza de repostería.

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  10. Su reivindicación de la falta de autenticidad limita mucho la capacidad de atención a sus propios argumentos ya que la negación de la premisa mayor reduce la credibilidad de lo que viene después. También puede ser que niegue la credibilidad, total por negar...
    Ese arrobamiento ante la obra humana es singularmente extraña ya que parte de la premisa de que aunque el todo es malo en si mismo, hay algo salvable en sus derivados. Es decir: el todo es una mierda, pero la cagada es tan hermosa que podemos tener inusitadas experiencias contemplándola.
    Se exige una hermosa capacidad de abstracción para penetrar en tan indómito territorio o peor aún, cierta doble moral donde decimos que admiramos lo que en el fondo solamente despreciamos.

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  11. Gustar la obra no entra en contradicción con gustar o no el estado de las cosas. Y la obra no necesita ser auténtica para ser excelsa.

    La autenticidad es un recurso que buscamos demasiadas veces para poder contraponerla con la gran mentira del mundo.

    Y como comprenderá a mí que usted, o cualquiera, no le conceda credibilidad a mis exposiciones, me importa poco. Yo tampoco me creo a la mayoría de escritores que leo y no por ello dejo de leerlos. Precisamente su mentira tan bien expuesta es lo que me fascina.

    No manipule diciendo que se admira lo que se desprecia. Admirar la obra no es admirar al hombre. O si quiere el estado de las cosas.

    Pero ya veo que usted aquí tenía la intención de presentar como víctima al planeta, y al ser humano su verdugo.

    Por lo tanto siga usted con lo suyo. De entrada el maniqueísmo me parece una indecencia. No creo en la inocencia de nada ni de nadie.

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